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- ¿Cómo murió? -preguntó el esquelético y alto hombre con capa y farol que llevaba en su barca un ataúd blanco hueso.

- Suicidio -Respondió la criatura transparente y difusa sentada en una esquina de la nacarada caja.

- Es difícil creer que un muchacha tan bonita tenga razones para ello -comentó con un toque de sarcasmo, remando muy suavemente el que se encargaba de cruzar las almas de los fallecidos al otro lado del lago.

- Sus últimos días fueron difíciles, más de lo que cualquier humano podría soportar.

- Teniendo en cuenta tu aspecto, tuvo una existencia miserable -el Navegante escuchó al Guardián del Alma reír por lo bajo. El rostro traslucido agrietado y lleno de cortes se deformó en una sonrisa horrible.

- Era caprichosa, mala y amaba a la persona equivocada. ¿Eso era lo peor?

- ¿Es malo amar en el mundo mortal?

- No, pero su amor no era sano y puro como el de una madre a un hijo o como el amor a un ideal o una forma de vida. En el último momento su gran odio se trasformó en un dolor inaguantable que no le permitiría vivir. A mí, mírame como me tenía, cada lágrima, cada grito, cada maldición, me trasformó en un monstruo, me ensombreció. Yo siempre la cuide del resto del mundo y no me percaté que la amenaza más peligrosa era ella misma.

El Navegante suspiró y no dijo nada aunque la curiosidad lo carcomía. El Guardián del Alma escrutaba el agua oscura y burbujeante del inmenso lago y murmuraba entre dientes cosas que solo él entendía.

- Jamás he conocido un Guardián como tú -habló por fin el Navegante en busca de las respuestas de su invitado- los guardianes se aferran a los cuerpos de sus señores, lloran su perdida y tratan su ataúd con respeto, sin embargo tu desprendes rabia, enfado, sentado sobre tan blanca caja.

- Ya veo que te interesa su vida. Te contaré Navegante de Mundos, aunque valla contra las reglas de los guardianes. Qué más me da, a fin y al cabo yo no soy un Guardián como otros - el rostro del Navegante oculto tras la sombra de la capucha sonrió triunfante- tuvimos una existencia cruel tal vez por eso nuestra relación era tan íntima.

- ¿Íntima? -interrumpió sorprendido el Navegante- Los humanos dejan de ver a los Guardianes cuando crecen lo suficiente para perder la fantasía.

De camino al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora