- Sí -afirmó suavemente el Guardián que esperaba tal reacción de su interlocutor- Victoria y yo nos conocimos en sus sueños, luego de eso ella jamás dejó de hablar conmigo. Aún cuando alcanzó la pubertad y los amigos imaginarios debieron desaparecer, yo continúe a su lado, toda su vida, cada segundo ...
Se hizo un silencio sepulcral solo interrumpido por el burbujeo del agua y el paso de la enmohecida barca. Había mucho que contar y poco tiempo para ello.
- ¿Ves esta cicatriz? -Dijo el Guardián señalando un tejazo en el pómulo derecho- fue a los 7 años cuando su padre murió. Luego de eso solo hubo más y más heridas, algunas sanaron, otras aún las conservó. La familia de Victoria entró en crisis, la adolescencia y la adultez se precipitaron. Ningún amorío logró causarme ni un solo rasguño, creímos que todo estaba bajo control hasta...
De nuevo se hizo una pausa bastante extensa, la niebla comenzaba a espesarse y se podían escuchar gritos y alaridos lejanos. El Guardián estaba tornándose sólido y conciso, dejaba de ser un espectro y ser convertía en algo real y palpable. Un olor a hierro ardiente y magna impregno el lugar. El encapuchado aflojó la marcha.
- ¿Hasta? -preguntó intentando parecer poco interesado el Navegante pero obviamente delató su curiosidad.
- Hasta que llego él, era muchos años mayor que ella. Tenía su propia familia, pero los humanos son....tan ambiciosos..., arrogantes, que no pudo conformarse. Victoria calló en su embrujo, tal vez porque él era algo que ella no tenía completamente, no como le gustaba; o a lo mejor porque quería demostrar que ningún hombre podía resistírsele. Después de un tiempo y algunas heridas más para mi cuerpo al fin decidió por Victoria y se casaron. Por breves momentos pensé que mi sufrimiento acabaría, pero era un rufián, un embustero embaucador. Por el pueblo circulaban rumores de que engañaba a Victoria delante de sus narices. Mi piel comenzó a agitarse ante la desesperación de la muchacha. Un día le dijeron que su esposo estaba en la posada del pueblo con otra mujer. Ella se desquició y tomó el viejo revolver de su padre. Estaba decidida a matarlos a los dos. Al llegar al lugar, encontró el engaño y la osadía personificadas en dos personas fuertemente abrasadas. Victoria tembló ante la escena y no tuvo el valor de matar a esa que le había robado a su amor. Entonces apareció esta última marca -el Guardián mostró un agujero que atravesaba su cabeza en el lugar de la cien y por el cual se podía ver a través- y luego, aparecí con este ataúd atado a mi cintura, después llegaste tú y el resto lo sabes.
Ya se podía ver la rocosa orilla y una gran puerta negra con nombres, mensajes y garabatos en toda su superficie, en medio vibraba una aldaba negra e inmensa. El resto del viaje ni el Guardián ni el Navegante mencionaron una sola palabra. Llegaron a tierra firme y bajaron el ataúd a las rocas, el Guardián lo arrastró hacia la inmensa puerta y esperó a que el Navegante tocara con la punta de sus esqueléticos dedos la aldaba. La puerta se abrió dejando ver un largo y oscuro camino flaqueado por árboles sin hojas. Un cielo gris y tormentoso, sin Sol para alumbrar, daba la bienvenida a las nuevas almas prisioneras. A los lejos se podía ver entre rojo y naranja una ciudad en construcción.
- ¿Puedo pedirte algo, Navegante? -Dijo el Guardián antes de cruzar la puerta con las cadenas del ataúd atadas a su cintura demorando su caminar.
- Puedes -dijo el Navegante al mismo tiempo que asentía con la cabeza.
- Ellos vendrán pronto e infelizmente para nosotros no irán al cielo. Seguramente querrán cruzar, usaran tu barca como es obvio; pero también sé que pueden quedarse en la otra orilla y desaparecer. Por lo tanto quiero que les adviertas que aquí no serán bien recibidos, yo y mi señora no perdonamos fácilmente y estoy seguro que ella terminará lo que empezamos en vida -el Guardián comenzó a caminar sin recibir respuesta del Navegante.
- ¡Espera..! -se apresuró a detenerlo el Navegante y dejó, por primera vez, ver su esquelético rostro con amarillentos ojos y una rajada boca desdentada- ¿Cómo sabré quiénes son?
- Vendrán juntos Navegante, y lo sabrás porque ella es muy parecida a mi señora, lo que un poco más adulta, pues fue la mujer que le dio la vida- la puerta se cerró y dejó al Navegante pensativo parado frente a ella y al Guardián arrastrando el ataúd por un irregular y difícil camino hacia el infierno.