-2-

1.1K 123 42
                                    

Es un buen día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Es un buen día. Hace sol y afuera hay muchos jilgueros, su canto me hace sentir menos solo en la iglesia; hoy cuando hacía misa uno de ellos se posó sobre el respaldo de madera de una silla y me acompañó. Sé que no es una persona y que no puede entenderme o rezarle a Dios, pero todas sus creaciones son hermosas y la agradezco revoloteando cerca de mí. Creo que, después de seis meses, ya me ha perdonado, aunque los tiempos son difíciles y paso algo de hambre, sé que el señor ha vuelto a verme como antes solía hacerlo.

Ojalá mi hermana tuviera la misma suerte y se ganase su perdón. Recé por ella anoche, como siempre, pero creo que ya nada puede salvarla.

Nació para sufrir, producto del pecado, como yo, solo que escogió el mal camino y después besó al diablo y bebió de él antes de tratar de visitarle. Me duele pensarlo, pero su estado es su merecido.

Tuvo oportunidades y las desperdició. Vivió rápido, ahora solo le queda morir lentamente; aunque a veces siento que tenerla en esa camilla me chupa a mí también la vida, pero debo cargar con ella porque la amo. Debo amarla.

—¿Tú también tienes hambre, amiguito? —pregunto sonriendo con tristeza.

El pájaro golpea con su afilado pico el pan de mi comida de hoy y aunque estoy francamente hambriento me espero para dar el próximo bocado, no quiero interrumpir a ese pequeño ángel.

El animal hace un amago de picotear el siguiente pedazo, pero una sombra delgada nos cubre a ambos y él escapa grácilmente batiendo sus alas con desenfreno, como cuando huye de los depredadores.

Veo un manto de diminutas aves volar junto a mi compañero alado hacia el pueblo, lejos de mi tan cálida iglesia.

No necesito levantar la vista para saber a quién tengo delante, nadie más que conozca llevaría una gabardina negra y pantalones desgarrados. De todos modos, me sorprendo cuando alzó los ojos y choco con los suyos.

Por un segundo tengo la impresión de estar viendo un espejo; como si él fuera casi una persona real. Casi.

—Hola, padre.

—Oh, hola de nuevo. —sonrió al ver al muchacho. Algo en él sigue alertando mis sentidos, pero estoy seguro de que en el fondo tiene un corazón noble. Así tiene que ser si ha vuelto a la iglesia —Pensé que no te volvería a ver.

—¿Y eso te alegró? —pregunta, socarrón. Yo río, sintiéndome plácido a su lado durante esos instantes.

—No, no. En realidad, estaba preocupado, te fuiste en medio de una tormenta, vestido de ese modo. Caían rayos del cielo, pensaba que uno podría alcanzarte y recé por ti.

—Tranquilo, nada que venga del cielo puede hacerme daño. —habla en un tono sombrío y de nuevo su sonrisa se manifiesta. Yo trago saliva, tratando de no pensar en el sentido real de sus palabras.

Luce como si quisiera desafiar a los cielos. No, como si pudiera realmente.

—Me alegro de que estés bien. No nos hemos presentado, creo.

Las diez mentiras [EN AMAZON] #ECA2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora