-3-

934 141 28
                                    

Deseo tanto poder tomarme un plato de sopa caliente, tantísimo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Deseo tanto poder tomarme un plato de sopa caliente, tantísimo. Pero si tengo que pasar hambre y frío es porque el señor me pone a prueba y después de mis dos ofensas de este año, lo merezco.

Pero, aunque mi cuerpo flaquee mi fe jamás lo hará. Dios es bondadoso, incluso en sus castigos más duros; Dios es bueno porque, aunque duela, nos acabará perdonando. Si no fuera de ese modo él me habría castigado usando a mi hermana, pero no, él ha permitido que el alcalde del pueblo, aunque reacio a mantener una iglesia que nadie quiere, me siga pagando un mínimo para mantenerla y mantenerme a mí; eso solo me ha permitido seguir pagando el tratamiento de mi hermana y una comida cada dos días para mí, pero es suficiente.

Está escrito: No sólo de pan vive el hombre.

Rezo a Dios dando gracias por tener un lugar en el que permanecer sano y salvo durante la nevada que ahora cae sobre la iglesia. Con mis manos juntas procedo a elevar mi voz a los cielos y fallo una vez porque mi estómago ruge sobreponiéndose a mis palabras.

Fallo de nuevo en el segundo intento, ahora es porque alguien ha abierto la puerta y se aproxima a mí.

Estoy tan helado que apenas tengo fuerzas para erguirme y darme la vuelta, pero ya sé quién es. Pasos decididos y sonoros, de zapatos pesantes lo más seguro.

—¿Se te ha pasado ya el enfado de la última vez, Matías? —me pregunta con voz burlona. Desisto en mi intento de moverme de mi sitio, esa risa tras sus palabras tiene más de su identidad que su propia cara. Aunque la segunda es casi más hermosa que la primera, pero ambas igual de tenebrosas.

Niego con la cabeza, divertido. Sé que no va a disculparse, pero ha vuelto y parece, aunque lo trate de disimular, que le preocupa si tiene mi perdón o no. Eso para mí es suficiente.

Yo ya le perdoné ese mismo día, aunque sigo siendo rencoroso conmigo mismo.

—Por supuesto, es mi deber tener un espíritu templado y caritativo ¿Que sería de mi si dejase que el odio me envenenase el alma?

Él se acerca sin responder, pero cavilando por una respuesta mientras yo sigo arrodillado, con mis manos juntas y los ojos de piedra de cristo observando la escena con una impotencia que no entiendo. No es un chico alto, pero al colocarse frente a mí de pie, parece magnificente, como si se alzase ante mis ojos un ser oscuro y ominoso.

—Quizá descubrirías que algunos venenos son dulces. —susurra pasando una mano por mi cabello con gentileza. Hebras almendra se deslizan entre sus dedos y yo recuerdo que desde que decidí vivir apartado del resto esta es la primera vez que alguien me toca.

No puedo evitar cerrar los ojos y dejar que un leve cosquilleo en mi cuero cabelludo me arranque un suspiro. Cuando su mano deja mi cabeza y se sienta en posición de loto delante mío casi tengo ganas de llorar.

Extraño ese contacto dulce y tranquilo. Jamás pensé que las mano de alguien pudieran hacerme sentir tan calmado, y menos las manos de un hombre.

Las diez mentiras [EN AMAZON] #ECA2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora