Sangre sobre el hielo.
Sangre sobre tus manos y las mías.
Sangre en tu mirada al reflejar mi alma.
Sangre en mi corazón al contemplar tu miedo.
Sangre. Sangre.
Una impura lágrima roja quebrantando lo níveo.
Despedazando el presente, fragmentando el futuro.
Sangre. Sangre.
Cubriéndolo todo, purpúreo enemigo.
Sembrando la muerte para que no estés conmigo.•✦───────────•✧
–¿"Lo siento, papá"…? ¿Lo siento? ¡¿Esa es la mejor excusa que tienes para dar?!
–Lo intenté, lo juro. Hice mi mayor esfuerzo, papá, pero no pude, no pude…
–Eres una vergüenza, un perdedor, ¡un maldito fracaso!
Jimin no podía contener sus lágrimas. Sentado en un extenso banco de madera, ocultaba el rostro en la concavidad que formaban sus brazos al rodearse las piernas, mientras el profundo sentimiento de haber perdido lo más importante de su vida lo carcomía por dentro como un insecto hurgando en sus entrañas. Su padre y entrenador deambulaba en derredor suyo como una fiera salvaje acechando a su presa, maldiciendo y echando golpes a todo lo que estuviera a su alrededor. Perder es difícil en cualquier ámbito de la vida, pero cuando uno se entrena por años y años para lograr un objetivo, y se fracasa por culpa de un solo fallo en apenas cinco minutos, la frustración es infinitamente mayor.
Esa era la realidad para Park Jimin. Tenía 19 años y hacía tres que luchaba por alcanzar la medalla de oro mundial en patinaje artístico sobre hielo. Tres años en que había estado a punto de obtenerla, arañando esa gloria dorada, para finalmente verla alejarse de él indefectiblemente hacia otras manos. Siempre hacia las mismas manos…
No era falta de talento, pues sin duda alguna era un excelente patinador. Había sido coronado tres veces como campeón de su país, y había obtenido con indiscutida superioridad todos los premios nacionales de menor categoría. Pero al parecer en el ámbito mundial era incapaz de ganarle a Jeon Jungkook, el ruso que por quinta vez consecutiva se adjudicaba el título de Campeón Mundial, dejando muy por debajo de su marca a todos los demás competidores. Jimin podía ser sorprendente, pero Jungkook era un dios sobre patines. A sus 22 años ya se había convertido prácticamente en una leyenda de aquel deporte, y su estilo era tan único que marcaba tendencia en su país y en el mundo, rompiendo día a día sus propios records, construyendo un nombre que parecía ser tan fuerte e insuperable como su extraordinario talento.
Una vez más Jimin no había podido con él. Y no hubiera podido ganarle aún sin haber sufrido esa caída durante el salto más difícil de su rutina, aunque por lo demás su presentación había sido tan impecable que le había valido un merecido segundo puesto, subiendo con honores al podium, siendo aclamado y felicitado por todos.
Por todos, menos su padre.
De carácter fuerte y desamorado, el señor Park era sin dudas uno de los factores por los cuales Jimin se había convertido en el excelente patinador que era. Aquel rústico estadounidense había decidido llevar a su hijo a la cima a cualquier precio, y lo había logrado a fuerza de años de extenuantes entrenamientos, interminables horas de práctica y sacrificios desmedidos, aunque con ello le hiciera perder la niñez y prácticamente toda la frescura de la adolescencia. Dando más prioridad a su condición de entrenador antes que a sus deberes básicos como de padre, el señor Park siempre había sido de hierro con su hijo, y ahora, en la soledad de los vestuarios de aquel estadio de Alemania en donde había perdido el título mundial y sus ilusiones de grandeza, irritado y furioso como estaba, disparaba contra Jimin palabras que dolían más que la impotencia, la derrota y las lesiones físicas.
–Inútil –murmuró con desprecio, mirando la figura temblorosa que era su hijo–. ¿Cuántas veces has hecho ese maldito salto? ¿Cuántas? ¡Cientos de veces! ¡¿Tenías que caerte justo esta noche, aquí, en la presentación más importante?!
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Sangre sobre el hielo ✧; KookMin.
Fanfiction(кровь около застывание). La sangre tiñe el mundo del patinaje sobre hielo y se derrama sobre los que reinan en él. Sobre los que deben amar y odian, sobre los que deben odiar y aman, mientras todos intentan borrar de sus manos la escarlata mancha d...