Tras la desesperada idea de deshacerse de su hermanastra Lila, Adrien pide ayuda a Marinette con ayuda de un embarazoso vídeo, y ésta, sin opción alguna, acepta a regañadientes.
Al principio todo era fingido, era solo un juego, pero a medida que ava...
Me puse los cascos y seleccioné mi playlist. Ajusto el volumen y me pongo manos a la obra. Me remango el jersey rosa que llevo puesto y cojo un pincel. Ladeo la cabeza y me muerdo el labio para pensar en lo que dibujaré. Es un regalo para Lila, que mañana es su cumpleaños. Y ni siquiera he terminado de pensar en lo que le regalaré. Así que voy fatal. En estos 16 años de vida, he aprendido que nunca, nunca, nunca, nunca dejes las cosas para el último momento. Pero siempre se me olvida y tengo que hacerlo rápido, mal y sin ganas. Apenas he echado los colores en la paleta cuando mi madre entra en mi habitación sin llamar, (lo cual me frustra mucho) y pego un brinco al ver que Lila la sigue por detrás. ¡Horror! Nunca debes dejar que Lila sepa que le estás haciendo un regalo, sino te molería a palos por saber lo que le vas a regalar. Dejo mis cacharros donde puedo y me quito los cascos y los apoyo alrededor de mi cuello, de modo que puedo sentir las vibraciones de la melodía.
—Marinette, ha venido a verte Lila. —Me dice mi madre. —Ahora os subo la merienda.
Cuando Lila y yo nos quedamos solas, con la puerta cerrada, me levanto de la silla sobre la que estoy sentada y camino hacia ella.
—¿Qué pasa?—digo mirando su expresión por si se ha percatado del cuadro. Pero parece pensativa, e incluso de mal humor.
—¿Recuerdas que mañana es mi cumpleaños, no?—me dice con voz muy baja, susurrando.
Trago saliva y miro de reojo hacia atrás.
—Sí, ¡pero no voy a decirte lo que te voy a regalar, Lila!
Ella ríe espontáneamente y luego tose falsamente. Se mira el regazo mientras juguetea con las manos.
—Normalmente te pediría que me lo dijeras. —Murmura y pongo los ojos en blanco. Ese "pedir" se debería cambiar por "forzar". —Pero hoy no. ¿Sabes que mis padres han tenido una discusión hace meses?
No tenía ni la más mínima idea. Pero hay gato encerrado.¿Si fue hace meses, por qué debería preocuparse a la víspera de su cumpleaños?
—Ah— es lo único que consigo decir. —¿Y qué pasa?
—Se divorciaron hace dos semanas.
Casi escupo en su cara. ¿Y ahora qué? Pobrecita. Necesita consuelo, por eso ha venido. Pero mi intuición cae en picado cuando dice: —Pero era de esperar, se llevaban fatal y sí están justos ahora sería peor.
Vaya, pienso, pues vaya compasión que tiene, ¿no?
—Y lo peor es que mi madre me ha dicho que se ha echado novio y mañana me va a presentar a su hijo.
Asiento con la cabeza para invitarla a seguir, pero se queda callada mirándome. Me encojo de hombros y suspira.
—¿Es que no te enteras?—me suelta. —¡Voy a tener un hermanastro, Mari! ¡Vaya regalo de cumpleaños!
La comprendo de verdad, pero ahora mismo no puedo pensar ¡porque el reloj ya ha dado a las seis de la tarde y aún no he empezado con el cuadro de Lila!
—Ajá, ¿y quieres que haga algo por ti?—pregunto impaciente.
A ella se le iluminan los ojos cuando digo esto último.
—¡Sí, Mari! Podrías venir a comer con nosotros y conocer a ese chico, así por lo menos no me sentiré mal.
—Es que es una cena familiar... y yo no soy de la familia.
—¡Ya lo eras desde el principio! Se lo preguntaré a mi madre y si me deja te mandaré un mensaje por WhatsApp, ¿vale?
Ni siquiera he respondido cuando se me lanza encima y me llena de besos. Luego se va al momento sin dejarme cambiar de idea. Buf, encima tengo que asistir a una cena familiar con unas personas que ni siquiera son mi familia y tengo que terminar el cuadro. Sin más remedio, me pongo a dibujar dejándome llevar por la música.
Esa misma noche antes de acostarme recibí un mensaje de Lila. Deseé que su madre no la haya dejado porque ya tengo suficiente con lo del cuadro. Al final he optado por hacer un zorrito de esos monos porque a ella le encantan. Abro el WhatsApp y miro su mensaje:
"Sí me deja, ¡te veo mañana a las nueve de la noche!"
Genial, la cosa no puede ir peor. Lo único que puedo poner sin ofenderla es:
"Me alegro."
Aunque no del todo, literalmente.
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