2.

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Me levanto sobresaltado.

Ya no me duele la cabeza, no tengo náuseas y tampoco recuerdo que ha pasado. Solo me queda la imagen de Agoney sentado en mi silla, mirándome.

Doy gracias a que se haya ido ya, porque si soy insoportable cuando estoy de resaca no quiero imaginarme la impresión que le daría al conocerme como verdaderamente soy.

Aunque tampoco me importa.

La iluminación de la luz del día se cuela por la ventana mostrando mi habitación perfectamente ordenada.

Y normal que esté ordenada. Me tiro el día tumbado en la cama sin ganas de hacer nada. No tengo amigos, no tengo aspiraciones en la vida y lo más importante, no tengo a mi hermano.

Vivimos alejados y solo nos comunicamos por redes sociales o llamadas. Por lo tanto hace meses que no le veo jugar, porque como ya he dicho, está lejos y porque mi madre tampoco me lo permitiría.

Mis padres están divorciados y ver a Álvaro supone que mi madre tenga que ver a mi padre, y es lo último que quiere hacer. También existe la opción de que vaya yo solo a verle, claro, y se lo he planteado en varias ocasiones pero la respuesta siempre ha sido negativa.

Al fin y al cabo soy un chico de 19 años y tengo depresión, no es recomendable dejarme solo, o eso dice el médico.

Decido levantarme y ponerme una camiseta y unos pantalones porque inexplicablemente he aparecido con el torso desnudo. Bajo las escaleras donde mi madre está leyendo, tomándose un café.

—Buenos días, cariño. Te he preparado una taza a ti también, por si la quieres.

Me siento en el otro extremo de la mesa, frente a ella, sin decir nada.

—¿Qué pasó ayer?

Al ver que no se de qué me habla me aporta más información.

—Agoney me llamó diciéndome que estabas dormido y que ya se iba a casa.

—¿Y qué pasa con eso?

—Solo estuvo contigo media hora.

—Si te soy sincero no recuerdo apenas nada de lo que pasó ayer —me encojo de hombros. —Tampoco sé para qué mandas a una niñera a que me cuide.

—Sabes que no es una niñera...

—Cierto, es un niñato —la corto.

—¡Raoul! Lo he hecho por ti, para que tengas a alguien con quien pasar la tarde y no estar solo.

—¿Que lo has hecho por mí? —suelto una carcajada —Por favor, mamá, estoy mejor solo. Siempre ha sido así. Lo sabes perfectamente.

—Te dije que estaba intentando hacerte feliz, es mi objetivo como madre.

—Sabes como puedes hacerme feliz.

—No vas a ver a Álvaro.

—Entonces estás cumpliendo tu objetivo de puta madre.

—Conoces la razón, sólo pido que me entiendas, hijo.

—Entiendeme tú a mi. Vivo aquí solo, has contratado a un gilipollas para que venga a hacerme compañía —mi madre chasca la lengua —y lo único que quiero y te pido es ver a mi hermano. ¿Tanto te cuesta?

—La respuesta sigue siendo no.

Se levanta con la taza en la mano y se dirige a la cocina. Acto seguido me levanto yo y la sigo.

—Mamá, puedo ir yo solo, no va a pasar nad...

Tira la taza al suelo con rabia.

—¡Te he dicho que no, Raoul, joder!
No quiero volver a tener esta conversación contigo, ¿de acuerdo?
Igual el día que cambies de actitud las cosas también cambian. De momento se acabó.

Smile | RAGONEY. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora