Cap 1

113 16 2
                                    

Gris. Gris oscuro. Negro. Espera, veo algo de blanco. Hay una luz, ¿Será una salida? No, mierda, todo se ha vuelto negro de nuevo.

Aquí mismo podría acabar la historia pues ya os he hecho un resumen de mi vida. No obstante, no voy a quedarme ahí. Voy a profundizar más en todo esto, porque la vida no trata sólo de colores oscuros. Blancos y negros. No, hay más. Muchos más. Aunque no siempre los veamos.

Mi nombre es Jessica, Jess para los amigos. Bueno, solía ser Jess para los amigos, cuando los tenía. Tengo 19 años, y aunque siempre creí que esta edad sería la mejor, estaba equivocada. Os preguntaréis por qué os he dicho que la vida no trata solo de colores oscuros cuando no estoy pareciendo demasiado optimista, pero eso es algo a lo que iréis encontrando respuesta con el paso del tiempo.

Vereis, hay momentos en los que la vida parece estar vacía tanto por dentro como por fuera. Parece un mundo paralelo a lo que nos contaban en los cuentos cuando éramos pequeños. Todas eso que entendíamos tan bien, de repente se nos hace extrañas. Como por arte de magia nos surgen millones de dudas. Y sobre cada duda un "¿Por qué?". ¿Por qué dudo sobre esto si antes lo entendía?. La cuestión es que puede que no lo entendiese, y quizá nunca lo llegué a entender. Simplemente nos contaban las cosas de otra manera, con otro tono, con alguna que otra mentira piadosa tal vez. Es por eso que al crecer, este mundo, el mundo real, se nos queda tan grande. Y es que por desgracia, o tal vez por suerte, crecemos. Y al crecer nos vamos dando cuenta de las cosas. Nos vamos dando cuenta de que los príncipes y las princesas no son los protagonistas del cuento. Nos vamos dando cuenta de que hay palabras con mucho más significado que otras, y que tenemos que aprender a utilizarlas. Nos vamos dando cuenta, también, de que los días pasan. Y junto los días, los años.

No nos dan los brazos para atrapar de golpe toda esta masa de realidad que se nos viene encima. No somos lo suficientemente fuertes como para enfrentarnos a ello. Porque por si no fuera poco el hecho de darse de bruces con la tremenda realidad, hay que sumarle la inmensa, y triste, cantidad de falsedad y crueldad a la que el mundo nos expone.

En realidad no soy como parece. Quiero decir, no sé qué sensación estais teniendo sobre mi pero posiblemente me vereis como una persona pesimista. Como alguien que no ha leído en su vida ninguna historia bonita o como alguien que no encuentra final feliz a los cuentos de hadas, pero no soy así. O al menos no lo era antes. De hecho mi cuarto está lleno de frases bonitas que me daban fuerzas a seguir, me hacían creer en mi misma cada mañana porque las escribí yo. Las escribí en aquel momento de mi vida en el que creía en mi. Eso me hace recordar que era una niña risueña, con esperanzas por conseguir triunfar en algo. Tenía ilusiones y sueños por cumplir. Tenia ganas de querer y de ser querida. De tener amigos, de tener un novio. De salir de fiesta. Tenía ganas simplemente de crecer, de vivir. Creía que era una niña feliz, que mi felicidad iría aumentando por momentos. De lo que no me dí cuenta es de que aquellos momentos eran la cima de mi felicidad, y me arrepiento de no haberlo visto antes.

Hablo de mi niñez como si fuese adulta ya, como si hubiese pasado toda mi vida y recordara aquel entonces con añoranza, pero lo cierto es que solo tengo 19 años. En cierto modo sí que siento que todos esos sueños que tenía fueron de otra vida. Siento que era otra Jessica quien pensaba así. Y por supuesto que lo era. Era una Jessica inocente. Estaba cegada por las mariposas que sientes en el estómago cuando eres un adolescente estupido y te encuentras feliz.

Cuando me miraba al espejo veía una niña con ganas de comerse el mundo. Mi rostro siempre dibujaba una sonrisa. No sé si perfecta o bonita, pero a mi me lo parecía, simplemente por el hecho de que sonreía de verdad. Mis uñas siempre estaban limadas a la perfección y con la manicura hecha. Mi pelo largo caía sobre mis hombros. Las puntas rizadas alcanzaban mis caderas y las acariciaban suavemente. Mis ojos verdes tenían el color de la yerba recién cortada cuando la ilumina el sol en un día de verano. Los miraba en el reflejo del espejo y parecía que podía nadar en mi propio interior. Era un verde puro, tan puro que podía leer mis sueños en cada raya que alcanzaba el iris de mis ojos. A decir verdad, echo de menos esa parte de mí. Ahora me miro al espejo y solo veo un reflejo. El reflejo de alguien que no conozco. Mi rostro no marca ninguna emoción. Es como un lienzo en blanco, un cuadro que ha sido borrado. Mi pelo ya no cae por mis hombros. Ya no hay rastro de aquella melena que acaricie mis caderas. Tampoco puedo alcanzar a ver con exactitud el color de mis ojos, pues una capa de tristeza los cubre.

Always.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora