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— Mañana estaré en la portada de Naver por tu culpa.

Se tiró en mi cama, acomodándose justo donde yo había estado cuando me llamó.
Yo le seguía los movimientos desde mi lugar en la puerta.

— ¿Sigues enojada?

— ¿Qué haces aquí?

— Me mandaste a la mierda.

— No seas idiota, te pre..

— Y aquí estoy.

Solté todo el aire que quedaba en mis pulmones viéndole como sonreía, parecía que acababa de decirme el mejor chiste que alguna vez en su vida pudo escuchar.

— Lárgate.

— Relájate, estás muy sensible.

Se puso de pie con la clara intención de acercarse a mí pero me alejé caminando a la mesa. No es que hubiera mucho espacio a dónde escapar porque como todo típico aparta-estudio estaba todo muy junto por no decir que solo era una habitación con esquinas diferentes.

— ¿Por qué no te relajas y me dices lo mucho que me extrañaste? —siguió acercándose peligrosamente a mí.

— No te me acerques.

Se detuvo. Lentamente dio la vuelta y empezó a observar mi mesa.

— No veo que estuvieras ocupada, tampoco que no estuvieses en casa.

Puse los ojos en blanco y me crucé de brazos.

— ¿Y?

— Eres una mentirosa, ¿lo sabías? —volvió a retomar su camino hacia mí.

Mi corazón se aceleraba a cada paso que retrocedía. Sus ojos no se apartaban de los míos.

— Quiero dejarte algo en claro. —el tono que estaba usando era particularmente bajo, casi un susurro—. Soyeon no me gusta. —choqué con el armario y él siguió avanzando hasta estar muy cerca de mí—. La única que me gusta eres tú.

Otra vez me vi en una crisis nerviosa que me hizo apartarlo con todas mis fuerzas y caminar lejos de él. Parece que no vio venir el empujón, sus ojos lo decían todo.

— No me importan tus mentiras, no quiero volver a escuchar una más de esas salir de tu boca Jeon. —tensó notoriamente su mandíbula.

— No cambias eh.

— Tú menos.

— ¿Por qué eres así, cuál es tu problema?

Caminó nuevamente hacia mí, que no es que estaba muy alejada de él.

— Mi único problema aquí eres tú. Tú y tus estúpidos juegos.

— ¿Qué juegos, de qué hablas?

— No te hagas el desentendido.

Estaba lo suficientemente cerca de mí como para golpearlo y eso hice, dos golpes fuertes hacia su pecho. Lo que pareció mas bien no hacerle nada. Antes de que le siguiera golpeando me agarró las muñecas con firmeza.

— ¿Puedes calmarte? —me miró justo a los ojos pero mi sentido común no me acompañaba ahora mismo así que sus palabras solo hicieron que me sacudiera ante su agarre.

— Suéltame, suéltame.

Forcejeó conmigo unos cuantos segundos antes de soltarme y con furia quitarse la capucha que parecía estorbarle.

— ¿Cuál es tu maldito problema?

— Que estés aquí, no te quiero aquí. ¡Lárgate! —sin darme cuenta ya le estaba gritando.

Jealous.  ||  J.JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora