Sábado 1

7 0 0
                                    

Querida Abby:

Ya llegamos, el viaje no fue de lo mejor. Para ser mas exacta fue un asco. El tarado de mi hermano se la paso vomitando cada quince minutos, y tres veces fue arriba mío.

Cada vez que vomitaba había que parar y lavarse, y lavar los asientos, y cambiarse de ropa. Igual, yo no sé… pero  creo que el vomito quedaba en algún lugar, porque en el auto había un olor a podrido que no se aguantaba.

Para colmo, mi papa tiene esa manía de no dejarnos abrir las ventanillas, porque dice que el viento le frena el auto. Yo no sé de donde lo saco.

Mi mama lo apoya, aunque por motivos distintos, dice que es peligroso. ¡Como si yo tuviera tres años!

Una vez la abrimos para probar si mi hermano podía vomitar para afuera, en vez de para adentro. Podía, pero no calculamos que el viento nos iba a devolver el vomito a una velocidad de desparramo de cien kilómetros por hora. Fue el peor de todos. Un desastre.

Para hacer mas agradable el viaje, mi mama y mi papa se la pasaron discutiendo. Era Igual en todos los viajes, desde que nací.

Empezaron en la puerta de mi casa, cuando mi papa intentaba hacer entrar en el baúl todas las valijas, bolsas y bolsita que mi mama le iba acumulando en la vereda, ayuda (a disgusto, le aclaro) por mi hermano y por mí.

Mi papa empezó por el “¡¿Para que mier*a  llevan tantas cosas?” (textual), “Estoy seguro  de que la mitad de las cosas no las van  a usar”, “¡¿Esto también?!”, y año tras año, en el que al final, entra todo. O casi todo, porque el resto se acomoda debajo de los pies de mi hermano y de los míos, y aun, a veces, sobre el asunto, lo que nos obliga a viajar con las rodillas pegadas a la nariz. Como siempre. Ellos discuten, y nosotros pagamos el pato.

Por fin arrancamos, agradeciendo que mi mama hubiera tenido  que decir algo asi como “linda manera de empezar las vacaciones”, lo que hubiera provocado un desastre total.

Tuvimos paz hasta que entramos en la ruta. Ahí empezaron los vómitos , y una nueva discusión sobre si mi hermano había hecho bien o mal en desayunar antes de salir , que se fue transformando en filosofía sobre  sobre la educación de las hijos, que por supuesto, estábamos allí presentes, aunque nadie nos preguntara nuestra opinión al respecto.

Cuando empezó el tercer tema (ya íbamos como por el quinto vomito), sobre el “anda mas despacio; voy a cien; por eso, anda mas despacio”, apte por enchufarme las walkman y no sacármelos hasta que llegamos.

Como te dije, un asco. Espero que esto no sea un presagio del resto de los vacaciones.

Por suerte el viaje termino. Todavía no vi nada, porque apenas supe cual iba a ser mi cuarto, me vine a escribirte.

Te extrañare horrores. ¡Como me gustaría que estuvieras acá! Quince días en familia no los soporta nadie.

Me llaman. Supongo que no es para nada divertido . Después sigo…

Después…

Ya vi todo lo que se puede ver en este lugar, y te puedo asegurar que no  es mucho.

¿Queres que te cuente lo peor? Tengo que compartir el cuarto con mi hermano.

Seguro que ya lo sabían y no me lo habían dicho. Yo digo: una cosa tan importante, me la deberían haber consultado, ¿no te parece?

¿Por qué ellos van a decidir por mi? Y digo por mí, y no por nosotros, porque a mi hermano, en realidad, no le importa. ¡Claro! ¡Con lo miedoso que es!... Está encantada de no tener que dormir solo.

Mi mama me da un argumento de lo mas estúpido: dice que quince días pasan rápido. ¡Cómo se las vacaciones fueran un castigo y hubiera que consolarse pensando que pasan rápido! Yo le pregunte que se pasan tan rápido, para que hubiéramos venido. Para eso mejor nos hubiéramos quedado en casa. ¿Y sabes lo que me contesto?... Que vinimos para descansar , para divertirnos y para pasarla bien, y no para estor haciendo un capricho por cada pavada que no nos gusta.

¡Capricho! ¡Querer tener4 un ccua4r4t4o 4pa44ra mi sola lo llama capricho! ¿Por qué no se lleva a mi hermano a dormir con ella, entonces? Claro, ellos se eligen lo mejor para ellos, y a nosotros nos amontonamos en cualquier lado.

Diez horas discutiendo, porque yo decía que, de ultima, mi hermano podía dormir en el sofá del living. Y mi mama dale con que no, con que el departamento iba a estar siempre desordenado (cosa que solo le importa a ella(, con que mi hermano todavía es chico, y que se yo. ¡Chico! Casi diez años tienen el muy… bueno, mejor no te lo digo.

La cosa es que al final se metió mi papa, con esa pedagogía de cavernícola que tiene, y dijo (dijo a los gritos, claro) “¡Ustedes duermen los dos juntos en ese cuarto porque yo lo digo! Y no quiero escuchar una palabra mas, o nos volvemos a casa”

Eso de volverse a la casa lo dice por lo menos cien veces por veraneo, pero igual, cuando se pone asi, es mejor no discutir.

Conclusión; Aquí estoy, compartiendo el cuarto con mi hermano.

Ya empezó a romper. Ahora yo quiero seguir escribiendo y el quiere apagar la luz. Mejor q……..

Never Say NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora