-¡Jessica baja ya! —Sus ojos negros me observan desde la oscuridad, hasta que el chillido me alarma. Veo como van desapareciendo, poco a poco sin dejarme ver su rostro.
-¡Jessica no te lo digo más vas a llegar tarde! Y desaparece. Y con él, mi plácido descanso.
-Ya vooy— Sin apenas abrir los ojos intento contestar, inútilmente.
-Voy a llevar a tu hermana, cuando tú y tu hermano se dignen a prepararse me avisas—Perfecto, eso significaba que tenía quince minutos más. Lo tenía claro, iba a seguir durmiendo.
Me llamo Jessica Brown y bueno, no hay mucho que contar sobre mí. Vivo con mi madre y mis dos hermanos. Mi hermano, Lucas, es un año mayor que yo, alto, pelo y ojos morenos y algo arrogante. En cuanto a mi hermana Dana, es dos años menor que yo y siempre de una manera u otra acaba metiéndome en sus propios problemas. Y mi padre... bueno que se perdió hace 18 años yendo a comprar tabaco y nunca volvió. Desde entonces, mi madre nos ha sacado adelante, siempre en silencio, sin nombrarle. Es de esas heroínas sin capa que por mucho que el mundo venga en contra, ella consigue lo que se proponga. De mayor quiero ser como ella, eso es de las pocas cosas que tengo claro, porque de resto... Nunca he sido una persona decidida y qué peor año para serlo, segundo de bachillerato, se acaba el instituto y en nada comienza esa etapa de la que me han hablado desde primero de la ESO, la universidad, literalmente cada dos pasos alguien te pregunta qué quieres estudiar, cuáles son tus planes de futuro, ¡y a mí que hasta me cuesta elegir lo que quiero desayunar!.
-Jess, mamá está al llegar, levántate porfa, paso de que nos pelee más.
Torpemente me levanto, no sin antes remolonear en la cama. Observo mi cuarto desordenado, como mi madre entrara tenía claro que no llegaría al instituto del sermón que me daría. Comienzo a recoger la ropa y la amontono en la silla del escritorio, la verdad es que mi madre siempre me dice que es el único uso que le doy, aunque mis notas digan lo contrario. Escojo unos shorts y un top rojo, me siento en la cama y sin apenas ver consigo atarme las convers negras. Antes de salir del cuarto cojo la maleta y reviso que estén todos los libros. Bajo las escaleras rápidamente y me encuentro a Lucas sentado en el salón con el móvil. Levanta la cabeza y me mira sorprendido.
-¿Pero aún no has desayunado? Mamá te va a...—Antes de que termine me meto en la cocina. Me bebo un zumo de naranja que mi madre me había preparado tan rápido como puedo, sufriendo riesgo de atragantamiento y acto seguido cojo una manzana para el instituto. Vuelvo a subir y me dirijo al baño que comparto con Lucas.
-¡Lucas!. ¡Que limpies el lavabo después de cepillarte guarro! ¡Te lo he dicho mil veces!.
-Y yo a ti que te desayunes algo más que el zumo de naranja y nunca me haces caso— Hago caso omiso y comienzo a lavarme los dientes. Justo antes de escupir la puerta se abre.
-¡Les quiero a los dos ya en el coche! A este paso me despiden a mí por llegar tarde—La voz de mi madre sonaba especialmente enfadada. El trayecto fue como todos, mi madre repasando si teníamos todo y recordando que teníamos que volver caminando porque Lucas tenía el coche en el taller. Primero dejamos Lucas y después me tocó a mí - Adiós cariño, buen día.
-Buenoo.
Y aquí estaba un día más en el infierno llamado institutos, donde la mitad de los profesores no buscaban ayudarte ni mucho menos pero sí explotarte a base de tarea, exámenes y trabajo. Y sin olvidarnos del asqueroso grupo de Lidia, pero bueno, de eso ya hablaré más tarde.
-¡Jess! —Gala me llama con la mano y sonríe. Me acerco a ella y observo a Sofía y a Rachel corriendo hacia nosotras. La verdad que no sé que hubiera sido de mí en este año sin ellas. Siempre estamos las unas para las otras, las considero de mi familia. Sofía, rubia inteligente, facciones dulces y rebosante de timidez. Gala, pelirroja, graciosa, lanzada y un poco desastre con los estudios. Y por último Rachel, la conozco desde el principio, morena, sonrisa perfecta y una compañera para toda la vida.
-¡Chicas!—Sofía y Rachel llegan casi sin aliento y sobresaltadas - Nos acaban de decir que el señor Fitz va a hacer un examen sorpresa al grupo B.
-Mierda Sof no me digas eso, no he tocado su libro desde hace una semana por lo menos, estoy que no respiro con tantos exámenes —Literalmente, hacía días que no me sentaba a hacer otra cosa que no fuera estudiar.
-No te preocupes tía, seguro que un examen sorpresa no vale como uno normal —Responde Gala indistintamente -Vamos a clase antes de que llegue Fitz.
-Vayan yendo, ahora les cojo.
¿Examen sorpresa? No estaba preparada para eso, ¿se creía que estábamos en primaria o qué?. Con dificultad intento escabullirme entre la gente del pasillo en busca de los baños pero en cuanto me zafo de todo el mundo la cara del profesor Damián me lanza una mirada de pocos amigos al darse cuenta de mis intenciones, disimulo y sigo caminando hasta encontrar la puerta que daba a la cancha entreabierta. Fugazmente me aseguro de que nadie me mire al entrar y cierro la puerta.
-Uff —Suelto un largo suspiro con dificultad.
-¿Escapabas de alguien? —Alzo la mirada y mis ojos se hunden en un mar negro azabache. Tiene el pelo moreno con destellos más claros y despeinado, sus facciones están increíblemente marcadas y su chaqueta... ¡¡Pero qué estoy pensando!! Es la clase de tío con el que nunca hablaría.
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Holaaa! Tengo muchísimas ideas, espero que os guste y no os olvidéis de comentar y votar porfa :D!! <3<3<3<3
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Y de repente, tú
Teen FictionSupongo que de eso se trata el amor, de revoluciones interiores que destruyen antiguas creencias y formulan nuevos pensamientos, de acuerdos con tregua de besos y enfados con palabras mojadas en lágrimas de sal. Eso creo que fue lo que me pasó al co...