El rey la mandó a llamar.
Boklir. La capital del reino de Rasdog. Una ciudad construida en medio de una gran montaña, pero no vayáis a pensar que era tosca; la ciudad estaba perfectamente delineada como parte de la montaña. Las casas tenían la fachada construida hacia fuera y el interior esculpido en roca viva. Los caminos eran naturales, con el pasar de los años la roca se había alisado para dejar pasar carros, caballos y personas. Cuanto más alto subías por esos caminos más excéntrica y detallada era la arquitectura de la ciudad. Desde los lisos caminos naturales a las baldosas incrustadas perfectamente en el suelo. Los escultores trabajaban la piedra con forma de bestias y hombres para adornar las plazas, e incluso esculpían en la misma montaña las iluminaciones de la ciudad que luego algún mago encendería para que no se consumiera jamás la luz. Las direcciones estaban escritas en las paredes, diferenciando las calles, pues la ciudad contaba con inumerables pasillos a la luz del sol y otros muchos escondidos en el corazón de la montaña. Boklir, era la ciudad inexpugnable.
Mientras que sus vecinos del sur se ensañaban con la guerra, el reino de Rasdog se lucraba vendiendo los numerosos metales para sus vecinos. Era un negocio sucio, pero al rey no le importaba en absoluto. No conforme con enriquecerse con la guerra, el rey mandaba varios mercenarios a la batalla, mientras que su ejército permanecía en la capital. Era un buen negocio. No solo contaba con la venta de armas y minerales, sino que prestaba guerreros, asegurándose que la guerra continuase y ningún bando ganara ventaja sobre el otro. El oro del reino estaba manchado de sangre, pero todos miraban hacia otro lado, pues gracias a la crueldad de su rey, la pobreza en la capital había disminuido considerablemente.
Los pasos de la joven hechicera resonaban por ese pasillo de interior que conducía a la sala del trono, allá donde el rey esperaba reunirse con ella. Aylen, una joven prodigio de la magia, inteligente y astuta, con una belleza muy inusual en la capital, se había convertido en una mujer de sobrenombre. Por esa misma razón se le había ofrecido un puesto en la corte como consejera del rey.
Sus rizos rojos se agitaban a cada paso que daba debido a la velocidad, pues bien sabía que el rey no era una persona paciente. Al llegar a la puerta los guardias la saludaron y la dejaron pasar. La sala del trono era amplia, con columnas corintias decoradas con la historia de reyes anteriores que sujetaban el enorme techo que contaba la historia de la ciudad. Estaba asomada en la parte más alta del bastión que se suponía que era el castillo, en la cumbre de la montaña, desde donde el rey, detrás de su trono, podía observar toda la ciudad. Tan sólo habían cuatro personas en la sala que normalmente estaba llena de lores discutiendo y quejándose de como había que repartir el dinero. Tres de esas personas eran los otros consejeros y la cuarta persona era el rey, sentado en su majestuoso trono de oro, adornado con numerosas piedras preciosas con tal de demostrar su poder adquisitivo.
Aylen hizo una reverencia. —Majestad.
— Agni. Llegas justo a tiempo. Estábamos discutiendo un tema que es de vital importancia. — El rey se removió en su asiento mientras esperaba que ella se posicionase más cerca.
Era un hombre mayor, tanto, que las canas no dejaban adivinar su color de pelo original. Su piel arrugada le daba una apariencia de frágil. A pesar de ello, gozaba de buena salud, y aunque no era el caballero que un día fue, lo compensaba con una inteligencia abrumante. A su lado, un hombre de su misma edad, encorvado y bastante más desagradable, era el consejero Hrolleif. Viejo amigo de su alteza y un tirano machista. Los otros dos consejeros seguían siendo mayores que la chica, pero mucho más inteligentes que el primero, por fortuna.
— Alguno de sus brujos no ha hecho más que causar problemas lady Agni. Allá en la frontera, no dejan pasar los cargamentos. —Las palabras de Hrolleif fueron una acusación de traición, incitando a la duda del rey.
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Unbreakable.
RandomAylen Agni es la consejera de un rey, una importante hechicera y tiene una misión que llevar a cabo. ¿Pero qué pasa cuando las cosas no son tan sencillas? - No lo entiendes, Aylen. Las cosas no siempre están bien o están mal. Cuando atrapes al cul...