El viento nocturno, típico del desierto acariciaba el rostro de los refugiados cansados físicamente y mentalmente. Los más pequeños del grupo iban envueltos en finas mantas que apenas cubrían sus cuerpos de las bajas temperaturas. Caminaban a paso lento, ya que sus piernas estaban agotadas.
Unas horas antes de la madrugada, unas sombras se dirigían hacia ellos. Cuanto más cerca estaban, más se podía descubrir la forma de las sombras. Eran dos soldados, un hombre y una mujer. Llevaban el uniforme de los agentes fronterizos del Estado de Yamaria, compuesto por tecnología militar de última generación y mascarillas adheridas a la piel para protegerse del viento seco del desierto. Se acercaron a paso imponente.
-Identificación- ordenó la mujer.
- Solo somos refugiados climáticos de la antigua Iberia- contestó Alfredo, el más viejo del grupo- no tenemos a donde ir y tenemos dinero, podemos pagaros.
-¿Cuánto?- preguntó la soldado.
- 500 oris- dijo mientras lo sacaba del bolsillo.
- No me da ni para gasolina- confesó- James, activa el 102.
- Pero... ¿Eso no era ilegal, comandante?- titubeó el cadete- Las ONGs nos denunciarían.
- ¿Y? Las ONGs de refugiados son rápidamente sobornables, además desde que le incrementemos los impuestos por ocupación de territorio se están arruinando y aunque nos denunciara, el Estado estaría de nuestro lado – replicó.
El soldado bajó la cabeza y murmuró algo:
-Lo haré, comandante.
- Así me gusta James- dijo la chica- cuando termines reúnete conmigo.
Dicho esto, se dio la vuelta y empezó a caminar con paso ligero.
James se encontraba ante ese grupo de gente que murmuraban piedad y ahogaban gritos de miedo, Veía el verdadero terror en sus ojos, que después de tanto tiempo en el desierto, se habían convertido en dos bolitas negras en sus pieles sucias por el polvo. Sus ropas alguna vez estuvieron de moda y sus zapatillas no eran una lámina fina de plástico.
Solo quería terminar su trabajo cuanto antes, para volver con su familia, aunque fuera cubierto de sangre inocente y cansado.
Apuntó
Y disparó con los ojos cerrados
Los gritos no cesaban. Oía hombres, mujeres y niños pedir auxilio sin parar.
Solo duró 10 segundos, lo suficiente como para pedir otra cita con su psicólogo. Cuando terminó, se giró con los ojos cerrados, no quería ver esa escena para que esa culpa se le hincara más en el pecho. Solo quería acabar y que todo terminase...
...
"Bienvenidos al CEY, Centro Económico de Yamaria" dijo una voz por la telefonía del tranvía
-¿Estás bien Dante?- preguntó Maya – Te has quedado embobado durante diez minutos mirando al suelo sin decir nada
- Estoy bien, tranquila- contestó con una sonrisa tranquilizadora
No estaba bien. Siempre que recuerda aquel día se le encoge el corazón y los músculos se le tensan. Casi puede sentir ese sudor frío recorriéndole la espalda cuando se tiró al suelo junto a su hermana antes de que el soldado disparase. Pasaron una hora entre los cadáveres de sus compatriotas y manchados de la sangre de los que hace minuto estaban vivos y llenos de esperanzas por un futuro mejor. Cuando se levantaron, empezaron a caminar hacia lo que esperaba que fuera su salvación. Pero no fue así.
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Fronteras de Sangre
Short StoryCritica en forma de relato hacia el racismo,xenofobia y leyes en contra de la inmigración