Capítulo único.

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Era alrededor de las tres de la mañana. Un joven castaño se encontraba en el techo observando la luna y el cielo despejado, dejándo que la brisa fría de la madrugada chocara contra su piel.

Soltó un suspiro de pesadez, se sentía cada vez peor. Ultimamente la nostalgia se apoderaba de su mente, provocando que su apetito se perdiera y le causara insomnio todas las noches. La mayor parte del día se la pasaba dormido, desobligándose de sus labores y su entrenamiento. No tenía ganas de nada; sólo quería dormir y nunca más despertar.

Ahogó una leve carcajada, sonriendo sin ganas y mirando la luna que lo iluminaba con su brillo.

Soy patético, también lo creés, ¿cierto?.

Empezó a hablar entre murmuros, cada noche lo hacía; le hablaba a la luna sin pensar, quería ser escuchado pero a la vez estar callado, sabía que si hablaba con sus compañeros no lo comprenderían, ni siquiera Aruji sería capaz de comprenderlo. En ese instante sintió una fuerte punzada al pensar en su nueva ama y recordar a su antiguo portador. Un sudor frío empezó a caer de su piel al mismo tiempo que le temblaba el cuerpo, esos recuerdos se hicieron presentes ante sus ojos; recordó cuando se rompió; recordó cuando iba a ser desecho; recordó cuando fue el causante de la muerte de su primer y amado amo Okita Souji.

Todos esos sucesos pasaron de manera tan rápida que asimilarlos no fue ni es tarea fácil, cada que los recordaba sentía una sensación de sofoco, con un nudo en la garganta, la boca seca y unas inmensas ganas de vomitar. Realmente le dolía, incluso llegaba a pensar seriamente en enterrarse su propia espada para ver qué dolía más: una herida física o una herida emocional. Su respuesta era más que clara; las heridas en su cuerpo pueden sanar, pero sus emociones junto con su alma morían cada día que pasaba.

¿Hace cuánto empezó a sentirse así? Desde que fue humanizado; pasando el tiempo la vida se encargó de darle golpes duros que bajaran completamente su guardia emocional, no tuvo más opción que fingir bienestar, toda si vida ha sido una farsa; su sonrisa era una simple máscara.

Impotencia. Eso era lo que sentía, se sentía tan débil e inútil...
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Con él, siempre su compañero de habitación y amante, Yamatonokami Yasusada, le otorgaba atención y cariño, realmente lo apreciaba y fingía que era de ayuda. Sin embargo su mente empezó a envenenarlo aún más con las acciones del azabache; ¿porqué actuaba de esa manera hasta ese momento? ¿porqué no era así desde el inicio? ¿tenía que estar muriendo por dentro para ser amado?. Las acciones de su amante las sentía amargas dentro de su ser, que eran acciones de hipocresía, su mente lo estaba pudriendo de a poco pero nunca lo demostró, ni siquiera a las personas que se preocupaban por él aunque ya le empezaba a valer poco los demás; a sus ojos sólo fueron y son un montón de hipócritas.

Su delirio aumentaba y lo escondía. Mostraba ante todos una amplia y radiante sonrisa sin sentido. Se sintió miserable; no merecía estar en esa ciudadela con todas esas personas maravillosas, no los merecía. Un extraño susurro siempre se hacía presente diciendo cosas negativas de sus compañeros e incluso sobre su nueva ama; ya no estaba seguro de su propia cordura.
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Después de varios días, por fin pudo mantener sus actividades respectivas en pie, demostrando un mejorío inexplicable; se esforzó lo doble siendo de gran ayuda para todos y se ofrecía a ayudar en todo.

¿Quién pensaría que sólo fue otro teatro de Kashuu Kiyomitsu? Nadie; mostraba bienestar en todos sus actos de día a día, desde que despertaba hasta irse a dormir y así sucesivamente.

Su alma ya estaba muerta.
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Varios meses pasaron cuando por fin el castaño pudo conseguir una misión para viajar al pasado, se sentía satisfecho; por fin podría sacar todo lo podrido que tenía por dentro al destruir a los demonios del Ejército Retrógrada. El equipo que iría a esa misión estaba conformado por: Namazou Toushirou, Hotarumaru, Souza Samonji, Kashuu Kiyomitsu y su capitán Iwatooshi.

Al llegar a su destino tenían en claro su objetivo: proteger a un importante comandante de guerra, el cual partiría en la noche para emboscar a su contrincante, estaba más que claro que el Ejército Retrógrada atacaría en las sombras y se pusieron en marcha.

No obstante, en su búsqueda terminaron cayendo en las trampas de su enemigo y comenzaron su lucha; eran demasiados, al acabar con uno, tres más aparecían.

La pelea fue larga y muy agotadora pero aún faltaba uno, que parecía ser el más fuerte por su gran tamaño pero salió corriendo, supusieron su presa ya estaba en camino e iría él solo tras su búsqueda; no lo permitirían.

¡Yo iré por él, ustedes regresen! –habló el castaño para salir corriendo sin esperar órdenes de su capitán–.

¡Vuelve pronto Kiyomitsu! ¡Estaremos esperándote todos los de la ciudadela, regresa intacto! –gritó el menor de orbes violetas y cabellos negros, Namazou, con la esperanza de que haya sido escuchado por el castaño; tanto él como los demás sentían un mal presentimiento pero se limitaron a pensar que sólo era su cansancio y su querido amigo regresaría sano y salvo–.

Si tan sólo hubieran hecho caso a su mal sentir.

Si tan sólo lo hubieran detenido.

Si tan sólo lo hubieran acompañado.

Si hubieran hecho eso, Kashuu Kiyomitsu seguiría con vida.
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La pelea fue dura, el enemigo tenía gran ventaja; el castaño jadeaba en un intento de inhalar aire; sus piernas y brazos temblaban ligeramente, sentía que se desplomaría en cualquier instante.

Se lanzó al ataque una vez más pero de un momento a otro se detuvo. ¿Porqué estaba luchando? Lo olvidó por completo y alzó su vista para ver al demonio; éste lo desarmó y alejó, estampándolo contra un árbol, la acción normal sería quejarse y tomar su espada que estaba a escasos centímetros de él pero no lo hizo, no quería hacerlo; se puso de rodillas, mirando atentamente al enemigo que acortaba distancia de manera amenazante, él por su parte no hizo nada.

Esto es lo que quería después de todo, ¿no? –murmuraba para sí mismo, con la mirada perdida, ya no le importaba nada–. Libérame de mi sufrir...

Al terminar esa frase, un objeto metálico frío le penetró el pecho. Su respiración se acortó y su piel se puso helada al sentir como el metal se movía varias veces para terminar de perforarle el centro del tórax, un líquido carmesí no tardó en hacer presencia y salir del cuerpo del chico.

Prefiero morir a ser el causante de la muerte de las personas que amo...–empezó a balbucear sus últimas palabras. Sin su permiso las lágrimas empezaron a salir de sus ojos, todo estaba borroso y alzó su última mirada al cielo con la esperanza de ver las estrellas; se encontró con su fiel amiga luna, era lo único y último que divisó–. Aruji... Yamatonokami... Espero que sean capaces de perdonarme... –su último hilo de voz salió y cerró los ojos para nunca más abrirlos–.

La bestia del Ejército Retrógrada no estaba complacida y empezó apuñalar el cuerpo con un alto cólera. Se alejó después de varias puñaladas para encontrarse con un puñado de pétalos de cerezo y una espada hecha trizas; tomó los pedazos restantes para mostrar su victoria; mató una toudan, una de muchas, y, como premio adicional consiguió el reloj que cargaban consigo para regresar a la ciudadela. Sin más que hacer ahí se fue ganador.

Un suave aire apareció llevándose los pétalos y con esto un agudo sonido resonaba por el lugar, ese sonido se podría asegurar que eran sollozos llenos de dolor, tristeza y arrepentimiento; esos sollozos pertenecían a la portadora de Kashuu Kiyomitsu.

Fue su primer toudan, quien guiaba a las demás por un nuevo camino; siempre amable y hermoso, respetado por su destacable fuerza en la batalla, siempre servicial, siempre sonriente; tan lleno de vida en el exterior...

Pero muerto por dentro.

Suicidio-homicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora