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Jaemin prometió quedarse por siempre, y Jeno prometió volver siempre a su lado.
Aunque la espera y la incertidumbre lo estuvieran matando día con día, Jaemin se aferraba a la idea de que Jeno era un hombre de palabra, y que sin importar los numerosos amores que intentaran aplastar su presencia, su amor por Lee Jeno siempre prevalecerá.

→angst
→hurt comfort
→infidelidad

🗿

Jaemin despierta con el ruido de la puerta abriéndose y cerrándose sin precaución, y en medio de la penumbra de su habitación, estira el brazo hasta el buró y mira la hora en su teléfono. Son las tres de la madrugada, casi seis horas más tarde de lo que Jeno había prometido para llegar casa.

Ni siquiera se molestó en levantarse o acomodarse en su sitio en la cama para hacerle un espacio, sabía que Jeno odiaba acostarse con él cuando llegaba borracho, lo cual ocurría seguido últimamente, y él no necesitó levantarse a ir a verificar si estaba ebrio nuevamente porque sabía que, en efecto, lo estaba. Lo peor de todo era que el mayor ya no se molestaba en ocultar las marcas de besos en el cuello, los mordiscos en su clavícula o el aroma a perfume femenino en su ropa, ni siquiera le importaba llegar a horas indecentes a sabiendas de que Jaemin dormía preocupado, a veces despertando con dolores de cabeza intensos por haber intentado esperar en vano a que llegara. Jaemin simplemente se acurrucó en sus sábanas, intentando recuperar el sueño y respirando profundo para que las lágrimas no salieran de sus ojos húmedos.

Cuando era un adolescente y conoció a Jeno, todo su ser gritaba problemas, y quizá por eso se había enamorado de él. Del chico malo, el que llegaba a clases a la hora que le pareciera, que se teñía el cabello y endurecía sus facciones con un solo cambio en el peinado, que tenía a todo mundo a sus pies esperando una mirada suya, y que salía con cuan chica bonita o chico guapo le placiera. Jaemin había sido ingenuo cuando lo conoció, creyó en su momento que él sería el elegido y el definitivo en la vida de su ahora esposo; que sería el protagonista de la bonita historia de amor en donde el chico rudo cambia para bien por amor, y que tendrían un final que daría inicio al verdadero cuento de hadas.

Pero no fue así.

La noche anterior fue su quinto aniversario de casados y esperó durante horas, con la cena fría y las velas derretidas, la habitación perfumada con las sábanas imperturbables en la cama, sin haber sido revueltas por una noche de pasión. Solitario y decepcionado, pero esperanzado a que algo sucediera, aunque sea un milagro en esa noche tan especial.

Y tampoco ocurrió.

La comida terminó guardada en un recipiente, las velas derretidas en la basura, y la botella de vino que había enfriado para ese momento regresó al refrigerador, con el líquido dañado por los cambios de temperatura. Su corazón ansioso solo rogaba porque Jeno regresara a salvo a casa, que le regalara un día, un mes, o un año más de matrimonio, de besos en la frente y esporádicas noches haciendo el amor.

A la mañana siguiente, despertó tarde y agotado. Era domingo, así que Jeno se quedaría en casa y podrían pasar el día juntos como siempre; la sorpresa fue que, al llegar al comedor, había en la mesa todo un festín para el desayuno. Jaemin sonrió complacido y buscó a su esposo, quien ahora caminaba con la jarra de café y dos tazas a juego que decían "el esposo más feliz del mundo".

—Buenos días, Nana. Despertaste a tiempo.

Jaemin recibió con una sonrisa el beso apasionado de su esposo, quien había dejado el café y las tazas en la mesa para tomarlo en brazos y devorar sus labios con ternura y pasión. El menor se dejó llevar y se aferró a la ancha espalda del más alto, contento porque ese era el Jeno que conocía y con el que había prometido pasar el resto de su vida. Jaemin nunca comprendería cómo le hacía para lucir tan radiante después de llegar tan destrozado por las noches, pero no le importaba del todo si al amanecer, su esposo iba a ser ese tierno y protector hombre que tanto amaba.

—Jeno, no debiste —sonrió sinceramente, Jaemin se lamió el labio inferior, disfrutando de los restos del sabor dulce de su esposo. Su sonrisa amplia delataba lo mucho que lo amaba, y aunque fuera un tonto por seguir a su lado, era un tonto demasiado feliz como para perder a ese maravilloso hombre.

—Por supuesto que sí, mi amor —Jeno besó sus labios una vez más y acarició su barbilla con el pulgar—. Anoche se prolongó el trabajo y ya no pude llegar para nuestra noche especial. Déjame recompensarte por ello, ¿de acuerdo?

El corazón de Jaemin latió desbocado. El fondo de su ser sabía que Jeno mejoraba cada vez más en sus excusas, y aunque sabía que era una mentira, se resigno a creerle y asentir. Amaba a Jeno, y Jeno lo amaba a él, de otra forma no seguiría a su lado, no volvería cada noche ni le besaría con ternura a cada oportunidad.

—No te preocupes, amor. Sentémonos ya.

Sus padres tenían razón, sus amigos también. Carajo, igual los mismos hermanos de Jeno le habían advertido: va a lastimarte mucho, a romperte el corazón, a dejarte solo. Quizá estaban en lo cierto, Jeno rompía su corazón día con día y lastimaba sus sentimientos, pero siempre estaba ahí al final del camino como un refugio, el último tren de vuelta a casa, el destino y la tierra prometida; él jamás lo dejaba solo y nunca lo haría, y por eso Jaemin no sería quien rompiera esa regla.

Por mucho que le hiciera llorar, Jeno siempre lograba reconstruir su corazón con acciones tiernas y expresiones de amor infinito. Todo mundo creía que se había metido en la boca del lobo, pero Jaemin supo que firmó un contrato con el diablo desde el primer momento en que Lee Jeno aceptó darle una oportunidad.

—¿Por qué debería darte una oportunidad a ti sobre los demás? —le había preguntado una mañana de primavera durante el último año de preparatoria. Jaemin se había atrevido a pedirle que fueran novios, que le permitiera sostener su mano y caminar a su lado frente a todo mundo como pareja oficial.

Jaemin estaba aterrado en ese entonces, y lo único que se le ocurrió responder, fue un tímido "yo te aceptaré tal y como eres".

No sabe si fue un error o no, pero ciertamente, fue la mejor decisión de su vida. Jeno jamás sería exclusivo en su vida, nunca lo fue; pero si ha podido soportar durante casi diez años los ir y venir de los numerosos amantes de Jeno, podía soportar el resto de su vida, porque al final del día, Lee Jeno era su esposo y era él quien lo recibía en brazos la mayoría de las noches.

Ambos eran hombres de promesas, siempre las cumplían sin importar las circunstancias, y aunque Jaemin había prometido aceptar que Lee Jeno nunca sería únicamente suyo, Jeno había prometido volver a sus brazos cada noche por el resto de su vida y reconocerlo como el único frente a todos los demás.

Y a pesar de que varias veces Jaemin quiso salirse de ese círculo vicioso, nunca pudo dejar atrás esos preciosos ojos y la bella sonrisa que se formaba sincera para él, de esos brazos que le sostenían dulcemente y con la rudeza adecuada mientras hacían el amor. Jaemin amaba demasiado a ese hombre, y sabía que él lo amaba también, aunque sus maneras fueran poco convencionales.

Tal vez algún día tendría el valor de pedirle el divorcio, pero ese día no sería hoy, ni llegaría mañana o durante el resto del año.

Él nunca se iría, sin importar lo mucho que Jeno tardara en regresar a su lado.

00 illusionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora