Capítulo 17: Confesiones.

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—Otra vez.

Danny volvió a tumbarse sobre el suelo, le advirtió que llevara ropa vieja porque la casa abandonada no se limpiaba sola, así que su ex fue con una camiseta blanca básica y un chándal gris con algunas roturas por las rodillas. Ella llevaba simplemente la camiseta ancha de baloncesto de Walter, la cual quemaría en cuanto dejara de necesitarla.

—Hola.

El chico le sonrió cuando estuvo tumbada sobre él.

—Cállate —contestó divertida antes de comenzar a moverse al ritmo de la melodía del piano que tenía grabada en la mente.

Seguramente quedaría de otra forma con la música real. Ojalá pudieran ensayarlo con Alexa, pero quería que la trama de la interpretación fuera una sorpresa. Quería dedicárselo a ella. Así que se arriesgó a que Danny en el concurso fuera a destiempo, total, tampoco tenía mucho que hacer. Abrazarla, cogerla en brazos varias veces y tenerla agarrada de la mano, de la cintura o de cualquier parte de su cuerpo que tuviera más al alcance.

Giró sobre sí misma, cayó al lado de Danny tras acariciarle la mejilla y se levantó, realizando la danza que se había inventado, dirigiéndose hacia la puerta de la casa abandonada. Justo cuando creyó que podría salir Danny la abrazó por la cintura, la alzó en volandas y ella se encogió dejando que ambos giraran sobre sí mismos hacia el interior.

Apoyó los pies en el suelo y fue inclinándose con Danny a su espalda hasta que sus manos rozaron la piedra cubierta de polvo y el chico rodeó sus hombros para enderezarla y que su espalda quedara contra su pecho.

—Lo siento —escuchó su tono divertido y puso los ojos en blanco al notar aquel bulto contra su culo.

—Ya eres mayorcito para controlar esas cosas.

—No es mi culpa, Raven. Si no estuvieras tan buena...

—Venga, sigamos.

Le daba igual si se había puesto palote o no, tenía que conseguir la maldita beca, y no iba a asustarse por lo que Danny tenía entre las piernas. Cosa que ya tenía muy vista.

Terminaron ese último ensayo y el chico se tumbó en el suelo, moviéndose el pantalón para que no se le notara tanto, aunque bueno, se le seguía notando.

—Lo siento.

Esa vez lo dijo en serio, y se dio la vuelta para quedarse bocabajo, enterrando la cara entre los brazos.

—No pasa nada —le quitó importancia—. Tú no controlas tu polla, tu polla te controla a ti —se metió con él—. Ha sido siempre así.

—Gilipollas.

—¿Es mentira? —preguntó mientras se sentaba en el suelo con la espalda contra la pared.

—Nunca te has quejado de que tenga una polla activa, así que qué más da.

—Porque has sido el único con pollón, pero eso no quita que seas un cabronazo.

—Gracias —dijo sonriente por el cumplido.

Se quedaron en silencio unos minutos y Danny no tardó en levantarse, aún se le notaba la erección, o quizás el problema era ese pantalón de chándal, que hacía que todo fuera casi translúcido. Al menos podía caminar mejor que antes. Se sentó a su lado y acercó su mochila para sacar una cajetilla de cigarros.

—¿Tabaco o maría?

—Ya lo sabes.

—Esa es mi chica —sonrió y se guiñaron un ojo a la vez.

¿Jugamos al escondite?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora