—Ryan...
Había sostenido a Aaron con fuerza contra mi costado mientras observaba a Kristal y Sacha desaparecer en la distancia. El peso de mi propia vergüenza manteniéndome en mi lugar y evitando que fuera tras ellas.
¿Qué podría decir? Mierda, ni siquiera sabía que debía hacer en ese momento. Una gran parte de mí se mantuvo firme en esas creencias, de que lo que yo estaba haciendo era lo correcto, la otra se avergonzaba porque sabía que Kristal había tenido razón en mirarme con aquel odio en sus ojos.
Porque cuando Sammara se había infiltrado en mi propia casa, casi asesinando a Sacha había estado furioso. Jason había sido quien había introducido a esa chica a la mansión, él fue quién le había dado el veneno a mi prima, por poco matándola. Pero le mentí a Kristal cuando dije que lo dejaría ir, el imbécil no se merecía la libertad y yo no era un hombre piadoso. Día tras día permaneció en el granero, cada día llevándolo al borde de la muerte para no dejarlo caer. Ya estaba medio muerto para cuando decidí experimentar con aquella droga, testear los efectos secundarios en él.
Me decía que no podía permitir un castigo inferior para alguien que casi mata a uno de los míos, pero la culpa me mordía cada vez que Kristal esperaba noticias ansiosas de él. Sabía que se preocupaba, y aun así jamás dije nada.
Con un pesado suspiro arranco mis ojos de la carretera por la que desaparecieron y llevo a Aaron adentro, dejándolo con los guardias y notificándolos a ellos de la situación. Miré con aplomo como Aaron tomaba los helados que le había traído, dejando uno de lado.
—Para Kristal,—había dicho—para cuando regrese.
Sentado en mi escritorio, no pude hacer más que dejar caer mi cabeza entre las manos, tratando de descubrir cuando mi vida se había vuelto tan enmarañada, en especial cuando esta mañana había comenzado tan normal como tantas otras.
William me había traicionado.
Era una idea que se venía formando en mi cabeza desde hace tiempo ya y que tan solo había confirmado hoy. Lo había sospechado desde aquella vez en que la llevó a Kristal a su manada, a pesar de mis órdenes explicitas de no hacerlo, una desobediencia como aquella olía sospechosamente a traición. Había mucho oculto allí que no podía dejar que Kristal descubriera; Jamison, su amigo de la manada de Rogers había sido uno de los primeros sujetos en ser sometido a la droga experimental. Su situación había sido critica, al borde la muerte por semanas, pero una dosis diaria de la droga lo había ayudado a recuperarse hasta el punto en que ya casi estaba completamente sano. Sin embargo fue con él también que habíamos visto los efectos dependientes de la droga; si se la retiraba, el guardia de Rogers sufría colapsos masivos en cuestión de horas.
Sería dependiente por siempre, o moriría por una falla en la dosis. No era un pronóstico de vida agradable.
Había sabido desde entonces que no podía dejar que Kristal lo supiera, porque temía que si lo hacía, entonces también descubriría mi otro secreto; que había creado la droga para ella, con la esperanza de que Kristal también pudiera superar sus deficiencias al no ser un Lobo de verdad. Pero Kristal tenía razón, ella jamás me pidió que lo hiciera y yo jamás me detuve a pensar que estuviera equivocado. Me convencí que hacia lo correcto por ella sin siquiera preguntarle si era lo que quería. Sin importarme las vidas que sacrificaba por su bienestar; un bienestar que ella no buscaba ni necesitaba, pero que yo quería imponerle a ella. Kristal había tenido razón aquel día en el Instituto. De verdad la consideraba como alguien inferior y creía que al fabricar una cura, ella podría estar a mi altura, que ella podría ser la Mate capaz que siempre supe que ella podría ser... sin importarme que ella ya lo fuera, a pesar de no poder transformarse.
Así que había comenzado a hacerle análisis regulares, con la excusa de cuidar su salud lo cual, no era completamente mentira, pero me permitía conseguir la información que necesitaba acerca de cómo hacer que la droga funcionara mejor y se adaptara a su sistema. Pero las dosis que yo le había dado durante algunos días no habían tenido otro efecto más que cansarla y tuve que suspender su uso.
Frustrado, había dejado de lado el proyecto. Pero allí de la nada habían aparecido aquellos doce Dobrovsky, habiendo escapado de las instalaciones de William. Esa, ya había sido mi segunda advertencia; William jamás me había informado que tenía Dobrovsky en sus instalaciones y, aunque fingió ignorancia ante quienes eran, yo había sabido que él mentía. ¿Quién puede ignorar quienes eran estas personas? Pero en ese momento no me importó, porque tenía una mejor idea. Esos doce Lobos eran parientes de Kristal, podría usar su sangre y su fisionomía, para experimentar en ellos y encontrar una forma de que la droga funcionara en Kristal, sacrificándolos.
Pero todo se había terminado antes de que pudiera obtener algún resultado.
Lo único que había tenido para mostrarle a Kristal habían sido mis fracasos, mis vergüenzas y mis inseguridades. Fue por eso que no pude detenerla cuando se fue, sabía que si lo hacía... entonces verdaderamente me convertiría en el monstruo que ella me creía ser.
Pero no podía dejar que se arriesgara. Todo esto era mi culpa, y debía de ser yo quien detuviera a William.
—Señor,—Iván entró entonces con unos papeles en mano y una expresión seria—el Consejo está en la línea como pidió, pero también tengo información importante.—Levantó los papeles en un gesto.
—Tomaré la llamada primero.
La conversación fue corta y poco informativa, como era siempre con el Consejo. Y saqué tan solo dos cosas de aquella charla en altavoz de cinco minutos.
Una, el Consejo no se comprometía a actuar de ninguna manera, este era mi problema como ellos decían. Sin importar en que yo insistiera que William no sólo intentaba atacarme a mí, sino también posiblemente a ellos y a cualquier otra manada y línea real que se interpusiera en su camino.
Dos, estaba bastante seguro de que esos imbéciles estaban al tanto de lo que hacía William. No era ningún secreto que el Consejo no estaba contento con la realeza y que alguien tratando de derribar a su propio Bolga no sería rechazado. Sin realeza, el Consejo tendría incluso más poder.
Corté la llamada, furioso.
—Los idiotas no ayudarán, pero no importa—me puse de pie cogiendo mis cosas, Kristal no se merecía que yo estuviera aquí lamentándome mientras ella se arriesgaba la vida corrigiendo mis errores—. Juntaremos nuestras manadas, forzaremos la mano de William y colocaremos otro Alfa. Es lo que se merece.
—Señor,—Iván puso los papeles frente a mis rostro y suspiré, quitándoselos.
—¿Qué es esto?
—Los últimos análisis de Kristal, tomados de la muestra de ayer.
Los miré con una mezcla de curiosidad y anticipación, ¿puede ser que la droga haya funcionado? ¿Qué tal vez no vaya hasta allá completamente indefensa? Pero al final, no había cambios notables. Por lo menos sabía que estaba sana.
Cuando los ignoré, Iván llamó mi atención.
—Señor, mire la última página.
Confundido, lo hice. Allí había otros resultados pero con palabras que no me resultaban conocidas. Por la terminología, parecía un recuento de hormonas.
—¿Qué es esto?
—Señor, de acuerdo a estos resultados... Su Mate está embarazada.
¡AHÍ LO TIENEN!!!!
Jajajaj tengo que admitir que era muy gracioso ver sus comentarios especulando ("estará embarazada?" "Para mi que es embarazo" "para mi que no") y yo detrás de la pantalla con una sonrisa maliciosa sabiendo que si! Esta embarazada, pero la cosa no termina todavía...