—"Yo soy "chilango", jefe, y tengo mucho que contarle. ¿Tiene tiempo? Empezaré por decirle que estábamos festejando el "Día del Estudiante", en 1971, en la secundaria, allá en la colonia Valle Gómez, del DeEfe. Llegué bien "cuco" a la escuela, con mis mejores "garras". Lupita llevaba un pantalón blanco que ¡Ay Diosito santo!, le quedaba muy bien, lo que se dice muy bien. El "Frankestein", el grandote del 3/o."B", iba disfrazado de "Nacido para Perder": chamarra de cuero, con swástica y toda la cosa, y tremendas bototas. Celebrábamos muy contentos dentro del salón, cuando llegó el "Franki" a echarme la bronca porque a él le gustaba también la Lupita. Nos agarramos duro y tupido".
—¡Se están peleando el Pancho y el "Frankestein".
—¡A poco! ¡Le van a dar a Pancho en toditita la mother!
—"No sé ni cómo le hice. Le acomodé a "Frankestein" un sendo patadón entre las dos piernas y cayó para ya no levantarse en un buen rato. ¡Se me hace que lo dejé estéril para todo el resto de su pinchurrienta vida! Los dos fuimos expulsados, por pleitistas. Ocho años pasé haciéndola de todo. "Mil Usos" les dicen ahora. Vendí periódicos, lavé carros, vendí flores, fui aprendiz de mecánico. En 1977 me casé con Macaria. Pasamos media luna de miel en Xochimilco, y digo media porque regresamos el mismo día a dormir en el cuartito que conseguí en una vecindad de la colonia Guerrero. Con la llegada de mi Panchito mis gastos aumentaron de a feo. Y cuando llegó Macaria "Júniora", así le decíamos a mi chamaquita, ¡Pa' qué le cuento! Ningún dinero alcanzaba. Ya no veía yo la puerta. Trabajaba hasta muy noche en un taller mecánico, y la cosa no resultaba. Mi única distracción era ver mi televisión especial. Especial porque no tenía sonido. Me la regaló un cliente, para que la mandara a arreglar, y nunca pude hacerlo. Un día que fue Aniceto, un cuate del taller, a la casa, me estuvo "cotorreando" de a feo por lo de la tele".
—¡Mira, Pancho, ésa es Vicky Carr. ¡Está rebuenota la vieja! ¡Ponle volumen, para oírla! ¡Canta "Adoro" a todo dar!
—No tiene sonido– dije yo.
—¡¿Cómo que no tiene soni...? ¡No la raspes! Oye, Pancho, tú sí que estás adelantado. Se me hace que así pagas menos de luz. ¡Qué buena onda, Pancho!
—"Al día siguiente se enteraron todos en el taller: compañeros, clientes y el dueño, lo de la televisión sin sonido. Le eché la bronca luego luego. ¡No le atoró! Lo malo fue que cuando el dueño intervino para calmarnos lo mandé a la fregada, y hasta ahí llegué en el taller. Tomé la decisión de irme de ilegal a trabajar a "Gringolandia", con Martín, un cuate que ya había estado allá. Fui a despedirme de mi mamá y mis hermanos, a la colonia Agrícola-Oriental, y después emprendimos el viaje Martín y yo. Mi Macaria y los niños se quedaron llorando. ¡Pobrecitos!". "Bajamos del autobús, en Tijuana, un sábado por la tarde. Anduvimos tres días buscando, en cabarets, cantinas y prostíbulos, a un "pollero" a quien aquí llamaré "Pepe N". No le diré cómo nos cruzó "Al Otro Lado", pa' no descubrirlo, porque se portó bien cuate. Una semana después de haber llegado a Tijuana ya estábamos en Los Ángeles, en un barrio que parecía que lo habían transportado completito desde México a California. Había uno que otro güero, o negro, de esos que se apellidan Smith, o Johnson, pero la mayoría éramos mexicanos, o salvadoreños, o guatemaltecos. Llegamos a un cuartito, rentado a un amigo de Martín, pero que aquél ya había desocupado para irse a uno mejor. Estaba en un viejo edificio. Las paredes del edificio estaban pintarrajeadas y ahí se leía: The Aztecas (luego supe que era la pandilla del barrio), Johnny, Lupillo, San Juan, etc., pintados con "spray". No fue fácil conseguir chamba. Estuvimos unos diez días sin lograrlo. Un día que Martín y yo caminábamos por el rumbo de... ¡Pues sepa la bola!, no me acuerdo ya del nombre, bueno, el que sea, vimos que había una obra en construcción y pa' luego que les llegamos".
—¿Han trabajado antes en esto?— nos preguntó un chaparro bigotón, que era el jefe.
—Yo sí– contesté—; estuve antes de "matacuaz" y luego...
—¿Mata...qué?– preguntó "bigotes" abriendo los ojotes—. "Le expliqué que el "matacuaz", en la capital de México, es el ayudante de albañil; le agregué un cuento colorado que sé, referente a un albañil que fue compañero de primaria de uno que llegó a presidente de México, le eché toda la simpatía que pude, y nos contrató a los dos. Pero mejor otro día le sigo, porque ahí viene una señora bien cargada de compras, y "me cae" que ella sí va a querer que la ayude con sus bolsas para llegar a la "pesera".
El hombre, que cuando empezamos a platicar me expresó que por apodo le decían "Mexicano", caminó rápido por el "Puente Nuevo" para ofrecer sus servicios a una dama que retornaba a pie desde Brownsville, Texas, a Matamoros.— F I N de la parte 1--
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Cuentos Cortos de Mi viejo
Non-FictionSon breves historias, cuentos, relatos y etc. Contadas como si tu abuelo te las leyera