Una noche fría y tenebrosa donde el rey y su prometida dormía plasidamente, donde la oscuridad prenetraba por los alrededores del cuarto. De repente se abrió la ventana y entró un sujeto dentro del cuarto.
Camino hacia donde se encontraba la cuna, donde dormía plácidamente el pequeño príncipe, el heredero al trono.
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-¡Guardias arrestarla!
-Por favor... yo no lo hice, yo...
-¡Cállate! Fuera...
Los guardias llevaron a la intrusa fuera de mi vista al calabozo...
¿Por qué?
Me engaño... ¿por qué?
-Señor.
-¿Qué?
-En el jardín encontramos una capa...
-¡¿Y YO PARA QUE MIERDA QUIERO UNA CAPA!?
-Señor tiene un broche que puede que sea una pista.
-¿Pista? Si ya tenemos la culpable.
-Ella no... hizo eso alguien entró al cuarto. Puede que entró por la ventana mi señor.
El broche tiene el símbolo del reino Aircón.
Impecciono el broche y era verdad.
Había culpado a mi prometida ciegamente.
Rose...
Fui corriendo hacia las mazmorras.
Había dicho a un soldado que la torturaran.
-¡ALTO!
Grite para que pararan de hacerle daño.
No, no, no la vi su espalda toda magullada por latigazos.
-¡Un médico joder!
La desamarré y la coloqué su cabeza en mi hombro.
-Lo siento mucho Rose...-. Dije en un susurro para que solo ella lo escuchara.
La vi, en la cama acostada boca abajo mientras su piel estaba cubierta de vendas, apreciaba su rostro tranquilo.
Soy un idiota, un asesino.
Me fui de de la habitación para que descansara.
-¿Y Ahora?-. Dijo uno de mis fieles guardias.
No sabía que hacer, estaba otra vez si heredero.
-Hola Shady.
Y tuvo que venir esta murciélaga.
-¿Qué quieres Rouge?-. Lo dije con un tono de indiferencia.
-Mm he oído vuestra combersacion y los rumores. Lo siento por lo que paso y dos se la solución de tu problema.
Me quede en silencio para que continuará.
-Amelia es tu prometida o ¿me equivoco?.
Yo negué.
-Pues ten un heredero con ella-. Lo dijo con su típico tono coqueto.
-No es facil-. Dije serio.
-Es solo un comentario, una idea mejor dicho.
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-Es mi prometida no mi esposa-. Dijo el rey.
-Cuando secasen puedes que lo hagan en la luna de miel.
-Mi señor tengo que hacer vigilancia afuera que ya es mi turno-. Dije mirándolo.
El acintio.
Yo me fui, solo era una excusa para poder hablar y darle información a mi amada.
Llegue a mi habitación y cerré la puerta.
La llame.
-¿Ya empezó?
-Si.
-Bien ya sabes, continúa hasta nueva orden-. Dijo con seriedad.
-Si.
-Silver.
-¿Si?
-No metas la pata ¿entendido?
-si.
Continuará...
