Camino a Bruma
A veces me pregunto qué habría sido de mi vida si no la hubiera conocido. Pensar en todo el tiempo que hemos pasado juntos simplemente me hace desear más el día en que llegue mi momento para colgar la espada y dejar mi armadura. Cada día que paso con Vahira me aleja del tan esperado retiro, de la posibilidad de tener una familia o una vida normal. De no haberla conocido quizás estaría seguro ahora, casado y atendiendo una herrería en Cyrodiil, a las afueras de la Ciudad Imperial.
No hay nada que pueda hacer ahora, los años que he pasado viajando con Vahira no volverán. Es en momentos como este cuando desearía nunca haber entrado a esa villa durante mi viaje a Bravil. De haber seguido adelante ahora estaría cómodamente dormido, con un buen fuego y una cena deliciosa en una cabaña al lado de mi mujer. Pero aquí estoy, en medio de una fría noche sin una sola piel para cubrirme, sin agua o comida, ni siquiera tengo un fuego para calentarme.
Frente a mí está ella, observando cada uno de mis movimientos con sus ojos iluminados de azul reflejando la pálida luz de Masser. Intento tranquilizarme, pero incluso después de todo este tiempo me intimida esa poderosa mirada felina, dormir ha sido prácticamente un lujo desde que comencé a viajar con Vahira, aún así debo admitir que hay algo de seguridad en ello. Saber que me cuidan la espalda incluso en momentos oscuros como suelen ser las noches en los enormes bosques de Cyrodiil.
Con el viento pegándome en la cara es difícil hablar sin que me tiemblen los dientes, pero estoy dispuesto a hacer el intento.
-Oye, ¿no crees que valdría la pena encender algo de leña esta noche?- murmuré, esperando a que Vahira respondiera pero ella sólo se me quedó viendo, como si se burlara de mis constantes temblores y voz quebrada.
-Creo que debes irte acostumbrando si realmente quieres ayudarme a cruzar la frontera- ronroneó ella-. Te estás congelando y ni siquiera hemos llegado a Bruma, no quiero imaginarme lo que te pasará cuando me lleves a Skyrim- agregó con una ligera risa. Estaba oscuro, pero podría jurar que podía verla relamiéndose los colmillos, como suele hacerlo cuando quiere reprimir sus carcajadas.
-Sabes que no te acompañaré a esa tierra de salvajes, ¿verdad?
Vahira se levantó, se estiró un poco y luego se sentó junto a mí. Por mucho que quiera tenerla lejos, en un momento así sólo podía agradecer a los Divinos su presencia y su calor- a pesar que era por su culpa que no podía calentarme de otra forma.
-Me basta con que me ayudes a cruzar esa maldita frontera- contestó mientras me rodeaba los hombros con su brazo, su cabeza se recargó en mi hombro. Un pensamiento extraño me llegó a la cabeza el momento en que sentí su cola enredarse en mi mano derecha.
-¿Por qué Skyrim?- dije sin pensar, simplemente fascinado por la duda que en todo este tiempo nunca había considerado.
Mi compañera soltó un suspiro. Sentí su garra presionar mi brazo mientras respondía.
-Mi trabajo en Cyrodiil está hecho, creo que la única forma de continuar mi labor será en el norte...
-Creí que odiaban a tu gente allá.
-También aquí, estoy bastante segura de que tú también me odias- murmuró Vahira. No diré que estaba equivocada, pero escucharlo directamente de su boca me hacía parecer un idiota racista- ¡Además, no puedo mostrar mi cara entre imperiales después de mi pequeña expedición a Kvatch!
Ambos reímos por el comentario, nunca podré olvidar las caras de los guardias imperiales cuando Vahira salió de aquel templo cubierta de amuletos usando la túnica del curandero.
Las nubecillas de vapor que salían de mi boca me fascinan, me les quedé mirando unos segundos, tiempo suficiente para perder el calor de Vahira que había levantado y regresado a su lugar frente a mí. Siempre viajamos ligero, sin tiendas y a duras penas llevábamos los ahorros del trabajo que Vahira había hecho estos últimos meses: poco dinero, yerbas y unas cuantas pociones curativas. Por eso nunca entendí cómo hacía Vahira para esconder un equipo básico de alquimia entre sus ropas.
En el mortero tenía algunas hiervas, semillas y sales que, claro está, no sé identificar. Ella comienza a molerlas y luego pone los polvos en un frasco lleno de agua. Tras unos minutos de agitar y revolver- aprendí a base de golpes que no es lo mismo-, Vahira me arroja la poción.
La poción me golpea en la cara antes de atraparla, a veces desearía poder ver en la oscuridad como ella. Alzo la ceja, realmente no me gusta la idea de tomar una poción preparada en estas condiciones, nunca me ha gustado.
-¿Qué es esto?- sujetar el frasco con sólo dos dedos quizás lo haga caer, al menos eso espero.
Vahira regresa a mi lado, se sienta simplemente... sonriendo.
-Sólo tómala. Si quisiera envenenarte lo habría hecho hace mucho tiempo, ¿no lo crees?
Debo aceptar que tiene razón, ambos hemos tenido bastantes oportunidades para apuñalarnos por la espalda y aun así aquí estamos. ¡Qué demonios! No puede ser peor que morir congelado. La mezcla de Vahira tiene un sabor amargo, agrio y quema mi garganta; quizás así dejaré de fastidiar a Vahira con preguntas estúpidas sobre gatos.
Uhg. No tengo nada contra la magia pero las pociones... son perturbadoras, demasiados efectos secundarios para mi gusto.
-¿Ya ves? No pasó nada- lo dice tan fácil, sonriendo como si realmente no fuera a pasarme nada con su pseudo-poción. Vahira se aleja de mí una vez más, recoge su equipo y su mochila. Mientras se pone su capucha me indica con la mirada que es hora de partir.
-Vamos- dice ella con una sonrisilla dentuda-. La resistencia al frío durará sólo unas horas, será mejor que nos apresuremos.
Entonces Vahira comienza a caminar como si yo no estuviera. Avanza firme sobre el camino de rocas, con la mochila en la espalda y la capa negra puesta me cuesta saber lo que pasa por su mente. Me apresuro a recoger mis cosas para alcanzarla. Mientras amarro las ataduras de mi armadura de hierro me pregunto lo que sucederá después, ella camina segura como si realmente no le preocupara el futuro... Como si estuviera demasiado ocupada rememorando el pasado.
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Siempre nos quedará Bravil
AdventureVahira tiene una misión: hacer que la gente de Tamriel vea que los Khajiits son más que ladrones y asesinos. Su compañero imperial cree que es raro.