Capítulo 4: Lo bueno no es bueno cuando se espera lo mejor

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Leví no podía evitar sonreír mientras caminaba por la calle. Iba de camino a la oficina patriarcal. Lo habían llamado para recibir su misión antes de lo que esperaba, sin embargo le extrañó que Amira no hubiese sido llamada al mismo tiempo. Eso lo puso nervioso, pues un segundo de diferencia en la entrevista podía suponer años entre una llegada a la Tierra y otra.

Durante el ciclo anterior, había hecho una solicitud para ir junto a Amira a la Tierra y poder ser compañeros. No tenían por qué ignorar la petición. Recientemente habían formalizado una relación y eso era algo que se tenía muy en cuenta en Gallasteria.

El edificio patriarcal siempre le había parecido fascinante, pero siendo él quien tenía que entrar, le resultaba más bien imponente. La joven sentada detrás del escritorio de cristal le sonrió al verlo llegar.

—Bienvenido, Leví. Mi nombre es Adara. Has llegado un poco pronto. El Patriarca te recibirá en seguida. ¿Te importaría esperar sentado allí?—señaló unos bonitos sofás que parecían bastante cómodos colocados al lado del escritorio donde estaba ella.

Obedeció y se sentó mientras observaba la hermosa sala en la que se encontraba. Todo era cristalino. Muy diferente de todo cuanto había conocido hasta entonces. La arquitectura de Kadeer era única, pues usaban una mezcla de minerales que, a pesar de su apariencia frágil por ser transparentes, eran más fuertes que cualquier otro material de construcción.

Poco tiempo después, un joven salía sonriente por una puerta blanca que había al fondo de la sala. Su cara le era familiar. Pertenecía a la misma casa que él, pero nunca habían hablado. Al pasar a su lado, sonrió.

—¿Recibiste lo que esperabas, Dan?— dijo Adara al ver la alegría del muchacho.

—¡Sí! —respondió él tan feliz que contagió a Leví. —Partiré de los primeros, así que tendré tiempo de disfrutar desde el principio.

—Me alegro mucho. ¡Buena suerte en tu llegada!

—Gracias—contestó mientras salía del edificio dando un brinco de alegría.

—El patriarca está listo. Sígueme, Leví. 

Adara se levantó y caminó por el  pasillo acristalado de donde había salido el otro joven. Abrió la puerta y dio paso al azorado Leví, que tragó saliva nervioso.

—Todo irá bien. El patriarca sabe lo que hace— dijo Adara mientras le guiñaba un ojo.

Leví miró al hombre sentado frente a un gran escritorio de madera. Estaba tan nervioso que no sabía si estrecharle la mano, hacer una reverencia o simplemente sentarse. También le llamó la atención que aquella habitación fuese diferente al resto del edificio.

Set sonrió al ver al joven inquieto. Ya había asignado cientos de misiones durante ese ciclo y la reacción solía ser similar en todos. Saber lo que iba a ser de ellos durante su estancia en la Tierra era algo que intimidaba mucho.

—Puedes tomar asiento, Leví— dijo el patriarca señalando la silla al otro lado de la mesa. Éste obedeció y miró todo a su alrededor detenidamente.

Set miró en su kazrefti portatil todos los datos referentes al muchacho, y entre otras cosas, vio una solicitud en la que requería ir a la Tierra con la joven Amira. Recordaba haber visto la misión de aquel joven mientras charlaba con Caleb y sonrió complacido al poder entregársela. Le encantaba cuando los jóvenes salían de allí sonrientes. Dan, el muchacho que había entrado antes que él, sería un guardián y partiría en breve. En el momento en que le dijo su misión, casi saltó de la silla de alegría, pues ese era su sueño.

Guardianes 1.5: GallasteriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora