5- Regreso a casa

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Corrieron entre el bosque, esquivando los brotes y ramas que sobresalían de los arboles. Permanecían conmocionados debido a lo que habían presenciado hace pocos minutos y ninguno de los dos podía organizar sus ideas para siquiera decir una palabra.

Ramces parecía ser el más afectado debido a lo que les contó Cedric. No sabia como reaccionar ante esto. Por un lado le emocionaba descubrir un nuevo mundo lleno de seres mágicos, pero por otro no sabia que clase de poderes le pudo haber dado ese amuleto.

Seguía inmerso en sus pensamientos, a pesar de ver a las misteriosas criaturas caminar y volar a su alrededor, solo le preocupaba en una cosa:

«¿Por qué tengo yo esta pulsera?» esa pregunta invadía su cabeza sin poder pensar en nada más.

Solo hubo algo que lo distrajo de ese pensamiento, Isaac dejo de correr.

—¿Por qué te detienes? —pregunto Ramces, parándose de repente—, tenemos que llegar hasta la casa.

—Es que no parecías estar bien —contesto Isaac.

—Tranquilo, estoy bien —dijo de manera insegura—. Es solo que es mucha información en un día.

—Deberías descansar en cuanto estés en casa —le sugirió Isaac al ver al agotado chico, que ya poseía unas ligeras ojeras por debajo de sus gafas—. Por ahora caminemos, si preguntan en donde estábamos diremos que en el pueblo.

Ramces solo asintió en señal de aprobación y continuaron caminando por el frondoso lugar.

—¿Sigues viendo a otros seres como Cedric, verdad? —pronuncio Isaac moviendo una rama que casi le da en la cara.

Ramces no tuvo necesidad de siquiera mirar los alrededores, sin importar a donde viera se le presentaban criaturas que nunca antes había visto u otras que solo conocía en libros de ficción, cada una más extraña que la anterior.

—Sí —admitió—, no he dejado de verlos desde que desperté...

—¿Cuando fue que sucedió, quiero decir, cuando conseguiste ese amuleto? —dijo volviendo en sus palabras.

—Creo que fue hace tres días —respondió Ramces afligido.

—¡Tres días! —exclamo— ¿Por qué no me dijiste antes? Por muy raro que suene te hubiera creído.

—Es que..., No recuerdo nada de lo que sucedió luego de que lo amarre a mi brazo —explico Ramces.

—Seguro que lo recordaras con el tiempo... —dijo Isaac frotándose la barbilla—. Pero quizás esto no sea tan malo.

Lo miro extrañado, «¿qué podría tener de bueno esta situación?» pensó Ramces.

—¿Qué quieres decir?

—Pues... sea lo que sea lo que vimos solo sé que fue algo asombroso —dijo observando los alrededores—, ¿No te emociona saber qué otra clase de cosas habrá en este lugar? —añadió con su habitual sonrisa, haciendo que Ramces se quedara pensativo.

Y miró, entre la arboleda, un pequeño grupo de hadas que los saludaban amigablemente, un caballo de gran tamaño con un cuerno en su cabeza alimentando a sus dos pequeñas crías de pelaje blanco luminoso y a dos gnomos barbudos y llenos de tierra que refunfuñaban entre sí. Cosas que parecían salidas de un cuento de hadas, de esos que se les contarían a un niño pequeño.

—Quizás no debería de preocuparme tanto por esto... —murmuró de manera pausada—. Puede que tengas razón pero igual me gustaría investigar lo que oculta este pueblo.

Una Historia a Través del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora