Cap. #3: Decepción.

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Habían pasado varios días desde aquel baile tan maravilloso para Sophia. No paraba de hablarle a Catalina acerca de lo hermosa que seria su vida al lado del príncipe, de sus hermosas facciones y de sus sueños tan detallados como si los hubiese vivido en verdad.

-Catalina...-dijo Sophia con un poco de timidez mientras se le encendían las mejillas- soñé de nuevo con el

-¿Y que sucede, porque te sonrojas, ya no es una novedad hermanita?-dijo un tanto preocupada al principio para luego concluir con sorna

-Es que este fue...-hizo una pausa para aclararse la garganta y continuo-diferente-bajo la mirada a sus dedos entrelazados

-¿En que sentido "diferente"?-preguntó en el mismo tono divertido pero con un atisbó de curiosidad.

-El nos invitaba a un día de campo y....y...nos besábamos-decía mientras levantaba sus ojos tan brillantes como el sol en verano, un brillo que solo podía ser causado por la esperanza.

-Sophia...-suspiro- Es muy lindo verte tan feliz y sin esas horribles ojeras a causa de las pesadillas, pero, creo que este asunto del príncipe lo estas llevando demasiado lejos- le dijo mientras apartaba sus manos del bordado que hacia y se cercaba a su hermana para posarlas sobre las de su hermana cambiando la discreción por seriedad.-Creo que ya a pasado mucho tiempo y si el príncipe de verdad te quisiera por esposa ya te habría buscado, no dudo que le allás atraído pues eres muy hermosa-hizo una pausa

-¿Pero?- Preguntó mordaz sabiendo a donde se dirigía su conversación. Las lágrimas picaban sus ojos, no quería seguir escuchando, se sentía inmensamente traicionada, decepcionada.

-Pero tienes que seguir tu vida Sophia, no debes quedarte con la idea de que el príncipe solo te quiere a ti, he escuchado rumores y en todos el príncipe enamora a una chica hermosa y la olvida por otra chica, solo esta jugando Sophi-mientras decía esto último su mirada se suaviso y le acaricio la mejilla-no quiero que te lastime-dijo con una vos muy suave, cargada de ternura, amor y sinceridad.

La pequeña noto el nudo en su garganta, como había sido tan tonta, cree en las palabras del príncipe a pesar de su reputación, había sido una idiota por seguir a su corazón. Pero su encuentro había sido tan...tan...especial, algo que nunca antes había sentido, teniéndolo allí, a esa sonrisa resplandeciente justo frente a sus narices tan sincera y llena de ternura. ¿Había estado fingiendo? Lo más probable es que su hermana tuviese razón, el había cortejado a suficientes jovencitas como para aprender a mentir con gran habilidad.

En conclusión había sido engañada y se sentía ultrajada, quería llorar, esconderse dentro de la cueva más oscura y desahogarse, soltar todo aquello que llevaba dentro de sí desde pequeña, las críticas, los rechazos, las humillaciones y...los abusos, sobre todo los abusos. Todo esto era demasiado para ella, estallo un dique que ni siquiera sabia que existía. Sin darse siquiera cuenta de sus lágrimas estaban ya rodando por sus mejillas, tan calientes como hierro fundido, tan intenso como el odio hacia el mundo por sus injusticias, hacia el príncipe por su insolencia y hacia ella por ser tan ingenua y estúpida.

Sin decir una sola palabra se levanto de la silla, camino hacia la puerta de la sala de estar exquisitamente decorada con los  muebles mas finos del siglo pasado, alfombras traídas desde Asia y repleta de jarrones que igualaban en belleza a las flores que contenían, y a grandes zancadas impropias de una señorita salio por la puerta finamente labrada, sin importarle si su hermana la seguía o si alguien la veía llorar, corrió incansablemente lejos de aquella voz que le decía que se detuviera, corrió hasta que el pecho le ardió tanto que parecía respirar fuego y cada paso que daba parecía que llevaba a cuestas toneladas de vestido, aunque este fuese tan fresco, ligero e inmaculado como el alba, con esa seda blanca. Su cabello recogido en un gran moño que dejaba varios de sus rizos caer hasta la altura de sus ojos le causaban tanto calor como si lo llevase el cabello suelto, parecía haber descendido al mismísimo infierno, aunque de cierta manera, lo estaba, estaba sufriendo un martirio por cosas que habían pasado hace demasiado tiempo, porque no podía simplemente dejar ir el pasado, ser feliz, sin pesadillas, sin remordimientos, sin los rechazos y las humillaciones de su hermana. Si, el mundo era muy cruel, y  ella no quería seguir ahí, no soportaría ni un poco más. Necesitaba irse. Seguir con su vida.

Estaba en algún lugar del jardín que no reconocía, con una gran fuente rodeada de rosales cuidadosamente cuidados ¿No sabia que había una fuente en el jardín? Se aproximo a la fuente sin tomarle mucha importancia a esta pregunta, pues, era una mansión muy grande e incluso algunas veces se había perdido entre los pasillos por descuidada. Observo su reflejo en el agua, pero no era el mismo de esa mañana, tenía los ojos enrojecidos por llorar, las mejillas encendidas por el esfuerzo y su frente estaba perlada de sudor, allí se decidió que no lloraría de nuevo por nadie...pero inmediatamente soltó una risa enloquecida, era demasiado débil para poder cumplir tal promesa. El rumbo de sus pensamientos la enfurecían cada vez más así que se dedico solo a observar aquel bello lugar para calmar su cólera. En la cima de la fuente había un hada majestuosa sosteniendo un jarrón por el cual corría el agua y al rededor de los pequeños rosales que bordeaban la fuente, había un camino de piedras incrustadas en el piso que le llevaban de vuelta a la mansión. Bajo la cabeza y negó, no quería saber nada de nadie, se levanto y camino en dirección contraria a paso decidido, pero entonces escucho una voz femenina y chillona a lo lejos...

-Señorita Sophia-chillo esta vez mas nitido- Señorita Sophia su padre necesita comunicarle algo urgentemente-la voz se escuchaba aún muy lejos y dudo, seguir con su camino o regresar-Señorita-repitió la voz más cerca.

-Voy enseguida-respondió lo más tranquilamente posible, sabia que no duraría mucho ella sola, se seco las lágrimas, se acomodo el cabello y fue en busca de esa voz que conocía tan bien-Estoy aquí  Martha- dijo mientras se acercaba al lugar donde había escuchado la voz.

-Ah joven Sophia-dijo aliviada la señora de cabello color caoba y sus ojos verses como la primavera- a llegado una carta muy misteriosa a su padre, al parecer una noticia para la familia, pero su padre ha sido muy hermético y no me ha dicho ni una palabra-dijo mientras caminaba dejando a la chica por detrás, ignorando por completo el estado en el que estaba la chica. Aunque analizándolo bien, seguía estando muy hermosa, con ese rubor infantil en las mejillas.

Su día no podría ir peor, generalmente ese tipo de cartas tenían malas noticias y de pronto, como si despertara de una de sus pezadillas, recordó a su anciana abuela Colett, había estado enferma las últimas semanas...oh no, eso no porfavor, eso seria la peor cosa que le pudiese ocurrir ahora, la última persona que le quedaba en la que podía confiar, camino con paso lento, con un nudo enorme que le atravesaba la garganta y un peso enorme le oprimía el corazón...

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2014 ⏰

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suerte de hermanas.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora