Un largo viaje a la oscuridad (capitulo 2)

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En la primera parte, un hombre, llamado Dan, ve cómo su mujer, en mitad de la noche, es raptada (y aparentemente engullida) por una pesadillesca criatura surgida desde el cielorraso de la habitación. Luego de escuchar un revelador diálogo entre dos paramédicos, Dan se da cuenta de que el suyo no es un caso aislado, y que la criatura ha atacado anteriormente al menos una vez, llevándose a un chico en una ciudad vecina.

Decidido a encontrar a la criatura que ha raptado a su esposa, Dan parte rumbo al encuentro de los padres del chico desaparecido, aunque, como veremos a continuación, se llevará una pequeña sorpresa...

Cuando Dan llegó a la casa de Quiroga, alrededor de cuarenta minutos después, se dio cuenta de que necesitaba imperiosamente un trago.

En el camino, había estado a punto de dormirse varias veces, al punto que había tenido que volantear el coche para no terminar volcado en la cuneta. La noche era cerrada y apenas se distinguía el camino por delante de los faros encendidos. Al llegar, se bajó del coche con una expresión de alivio, estirando los miembros adormecidos.

La casa de Quiroga estaba ubicada en un lugar apartado de la ciudad, entre un bosquecillo de coníferas azuladas. La niebla cubría gran parte del patio, arremolinándose en torno a las escalinatas del porche. Una enorme pila de leña se recostaba contra la casa, como sosteniéndola; vio que algo se movía en la oscuridad; pestañeó; de la pila surgía un perro enorme, de color negro, que sin ningún tipo de mediaciones se abalanzó sobre él emitiendo un gruñido bajo. Dan se preparó para dar media vuelta y echar a correr; pero antes de hacer esto, se dio cuenta que el perro estaba atado a una cadena; entonces suspiró aliviado.

Se tambaleó rumbo a la puerta, sin dejar de mirar al animal. Golpeó y esperó. El perro tiraba de la cadena y ladraba; de su hocico había comenzado a salir una baba blanca. Vio, con inquietud, que estaba atado a un leño de la pila; si el leño llegaba a moverse, o a zafarse de su lugar...

Volvió a golpear, con mayor fuerza. Al rato, el rostro hirsuto de un hombre apareció a través de una ventanilla.

-¿Quiroga? Soy yo, Dan.

Tuvo ganas de decir: "Abra, antes de que ese maldito animal me desgarre el cuello", pero a último momento se mantuvo con la boca cerrada.

Dios, cómo necesitaba un trago.

Quiroga abrió y lo saludó fríamente. Lo invitó a pasar. Dan aún se sentía incapaz de creer que, apenas unas horas atrás, una criatura infernal surgida del cielorraso se había llevado a su esposa. Se le ocurrió un nuevo pensamiento: ¿Y si todo era un sueño? ¿Y si en realidad seguía durmiendo junto a Liana, en el calor del dormitorio, sin ninguna irracional criatura que los acechara desde el techo?

Pero de inmediato se dio cuenta de que era un pensamiento peligroso, y se apresuró a apartarlo de su mente.

Ahora estaban en un living no muy amplio, de paredes forradas en madera, con una profusión de adornos y muebles oscuros en derredor. Había una estantería abarrotada de fotos a su izquierda: de una rápida y disimulada ojeada, se dio cuenta de que en cada una de ellas aparecía un chico de unos seis o siete años. Recordó que se había imaginado una escena así, mientras hablaba por teléfono con Quiroga; esto lo hizo sentir más irreal y extraño que nunca.

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