Parte 1

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-Siento que hay algo bueno dentro de cada persona, excepto en mí.

Soy Carla Esposito, mi apellido es italiano, eso me hace sentir aunque sea un poco especial sufro de anemia; tengo 17 años y vivo en el centro de ciudad Obregón en una casa antigua, tanto que hasta tiene un pozo.

Allí estoy yo de nuevo, como era ya costumbre mía, iba en bicicleta hasta el campo.

ʍe gusta alejarme de la ciudad, la gente a mi alrededor huele a desesperación, si llego a decir algo mal o a llevar algún accesorio equivocado, todos me rechazarían automáticamente.

El viento en mi rostro es tranquilizante y refrescante, aunque, creo que por la velocidad por error me he tragado un mosquito por conducir con la boca abierta aunque eso no importa mucho, aunque me trague esos insectos, no me quita la satisfacción de poder manejar mi bicicleta sin tener que detenerme en algún molesto semáforo en la ciudad.

Toda mi vida he vivido mantenida por el gobierno, mi padre es un exmilitar, por lo que le pagan cierta cantidad de dinero, mi madre es una ama de casa, es como mi enfermera la cual me obliga a tomar mis medicamentos para la anemia.

Se suponía que yo no iba a nacer, que mi madre era infértil, sin embargo, aquí estoy. Supongo que soy un error hasta para mis padres.

Cuando desperté de mi sueño estando despierta, ya era muy tarde para que frenara y evitara atropellar a un enorme venado ¿Por qué demonios había un venado a mitad de la carretera? Ni había avisos de cuidado con los venados, tal vez algún ciudadano de cerca le había capturado para comerlo pero escapo de alguna manera.

Yo salí impactada contra el ardiente suelo de la carretera, mis rodillas y nudillos habían quedado completamente raspados, durarían mucho en desaparecer todas esas heridas, gracias a mi padre me había recordado, no había olvidado llevarme el casco y así pude evitar lastimar mi cabeza y terminar inconsciente en el suelo.

No pude evitar retorcerme en el suelo a causa del ardor en mis rodillas y nudillos, pequeños quejidos se me escapaban, pero fueron opacados con los llantos del venado.

Mi atención se enfocó en él, que se quejaba y lamia su pata con desesperación, la tenía rota con el hueso salido; Había leído en internet que un caballo muere si llega a quebrarse una de sus patas, rece en mi mente porque no fuera así.

Me levante con una gran dificultad, decidí acercarme con lentitud al enorme animal, no quería que se estresara aún más y terminara muriendo por un ataque al corazón, sin embargo, cuando me acerque el solo se quedó paralizado ¿Acaso soy una princesa mágica de bosque y puedo mantener calmados a los animales? Definitivamente no, porque a los 5 segundos cuando empezaba a hablar, el animal empezó a gritar nuevamente sin consuelo y a lanzarme débiles patadas.

No tengo porque dejarlo en el suelo y vero agonizar como un animal de ganado, podría jalarlo de alguna pata y llevarlo a mi casa... Pero no tengo un auto, solo una bicicleta la cual no puedo manejar por mis heridas que aun ardían como el infierno.

El poblado más cercano, estaba a 5 km, supongo que podría jalar de sus patas traseras hasta ese lugar y luego pedir un aventón a casa, pero sería muy doloroso para él, la calle le rasparía el estómago y se lo dejaría como mis rodillas.

Luego recordé, santo dios, olvidaría mi cabeza si no estuviera pegada a mí, siempre que venía de camino al campo, llevaba conmigo un kit de emergencias conmigo.

Tras jalar al venado fuera de la carretera, busque donde sentarme y desinfectar mis heridas, aparte de tomar un poco de agua, estábamos a unos infernales 37 grados.

Varias de mis lágrimas cayeron al suelo, nada importante, pero era hora de tratar de arreglar la pata del ciervo, en un fuerte golpe rápido, le enderece el hueso, el lloro aún más fuerte, pero luego empezó a bajar el volumen poco a poco, no podía dejar de tener escalofríos por todo el cuerpo mientras desinfectaba la herida.

Era muy disgustante, por eso nunca ni siquiera de pequeña, había pensado en convertirme en una veterinaria, ver sufrir a los animales siempre me podía llevar hasta las lágrimas.

Había echo lo que podía, pero él no dejaba de gritar y gritar

-¿Qué más quieres? Te e curado la pata con todo lo que podía, no puedo hacer nada más para ayudarte, no puedo hacer nada más para curarte- Dije en alto desesperada, mi voz se quebró y me lleve las manos a la cabeza, metiéndolas entre mi obscuro cabello lacio, pero él no dejaba de llorar y gritar –Solo soy una inútil. Una inútil que no puede ni siquiera calmar a un animal ¿Por qué me haces sentir tan patética? ¿Tan inútil?- dijo en un susurro mientras miraba al adolorido animal a el cuello, las lágrimas no duraron en saltar de mis ojos, siempre había sido muy delicada al sentirme bajo presión o si estaba muy estresada.

-Tendré que hacer que dejes de sufrir, no logre salvarte- Dije tras limpiar mis lágrimas, y sujete con firmeza el cuello.

Empecé a asfixiar a aquel majestuoso animal, por lo menos ya no gritaba más y poco a poco dejo de moverse, pero no paraba de llorar con esos enormes ojos verdes como una aceituna, sin duda, su destino era el de morir prematuramente.

Fue entonces cuando escupió algo en mi rostro y por inercia solté su cuello, era una bolsita atada con un hilo rojo y una carta ¿Por qué esto estaba dentro de un venado? La bolsa tenía hojas de eucalipto molidas, y la nota era una especie de conjuro escrito en un idioma que no conocía.

-Desde las nubes, puedo escuchar música, es similar a la de los truenos de la lluvia, me llaman las tormentas de mi hogar en el caribe, ohh mi caribe hermoso ¿Cuándo podre regresar?- Lloro melancólicamente un muchacho frente a mí, su piel era obscura como la tierra y estaba adornada por pecas blancas por una parte de su rostro, tenía un cuerpo corto y largas piernas delgadas ¿De dónde había salido este muchacho tan exótico? ¿Dónde estaba el venado? Me levante lo más rápido que mis pequeñas piernas me permitieron, y tras un pequeño grito de nervios me lanzo a correr. 

Perdida...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora