CAPÍTULO I

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El día había sido ajetreado como cualquier otro, ya pasaban de la media noche y aun se podían ver transeúntes por las calles, A Harry no parecía importarle, a paso lento y perezoso se dirigía a su departamento, su estatura podía intimidar a cualquiera pero no la utilizaría para lastimar a alguien, se encaminó hacia un terreno de remolques para aproximarse al complejo de edificios cercano al lugar, sus desgastadas botas se arrastraban de manera descuidada por el asfalto y por la chaqueta de mezclilla de dejaba ver una playera blanca algo traslucida dejando ver un tatuaje cercano a cada clavícula y una mariposa en el abdomen. Aquel día no fue el mejor para el chico de cabello largo ruloso; antes de terminar su turno en un bar a las orillas del mar su jefe lo había despedido por defender a una joven de su novio abusivo, así era por lo regular, sus trabajos duraban el tiempo que el no buscara problemas y eso lo comenzaba a alterar, recién graduado de la universidad y sin un trabajo fijo corre el riesgo de que lo desalojen de su actual hogar a falta del dinero del alquiler.
Inmerso en sus preocupaciones llegó a un edificio, sacó el correo del buzón y subió las escaleras, al llegar al cuarto piso lo primero que vio fue el aviso de desalojo pegado justo en la puerta del departamento 407, su departamento, molesto, lo arrancó y rompió, abrió la puerta y dejó su mochila en la pequeña sala color marrón al entrar, el correo sin ser revisado en la mesa de centro y se dispuso a quitarse la chaqueta y arrojarla a algún lugar sin interés alguno de que caiga sobre un mueble en específico,  se encamino a la cocina integral de no más de tres metros de largo, abrió el refrigerador y lo único que encontró fue una botella de leche a la mitad, dos huevos y una hamburguesa mordida, embozó una mueca y cerro el contenedor encaminándose a la única recamara en el departamento, sin quitarse los zapatos se lanzó sobre la cama destendida y se dispuso a dormir.
El reloj marcó las 2:28 de la tarde y no existía poder humano que pudiera levantar al hombre de la cama, hasta que comenzó a sonar el teléfono del departamento, se cubrió la cara con una almohada e ignoró el timbre del aparato, la maquina contestadora hizo su trabajo y continuó su labor de dormir y vejetar tal vez por el resto del día aunque alguien no quería que eso ocurriera ya que volvió a sonar el teléfono; dos veces más se repitió el pequeño ciclo, llamaban al teléfono, solo se removía de la cama a taparse el rostro y dejaba a la contestadora hacer su labor hasta que la frustración por la insistencia lograron que dejara aquella cama algo mullida y se dirigiera a la sala, cerca del televisor postrado frente al sofá más grande se encontraba el fastidioso artefacto, ya contaba con 7 mensajes de voz, antes de contestar la llamada la contestadora se accionó
-hola soy Harry, en cuanto regrese devolveré tu llamada, pero puedes dejar un mensaje- de escuchó
-soy yo otra vez- comenzó a grabar, la expresión de Harry fue de desconcierto ya que le pareció muy conocida esa voz aunque no sabía a quién pertenecía
-tu tía Clarie- seguía sin reconocerla, comenzó a seguir el cable del aparato para desconectarlo, ya estaba de muy mal genio como para escuchar a una supuesta tía
-por favor comunícate conmigo, te mandé una carta pero supongo no llegó, necesito verte, tu padre está muy mal- ahora sí la reconoció, debajo de una mesa se encontraba cerca del el conector de la línea telefónica pero al escuchar la palabra “padre” se golpeó la cabeza provocando un desastre y un fuerte golpe, se levantó lo más rápido que pudo y levantó el teléfono sobando su cabeza con la otra mano
-no me interesa lo que le pase así como a él no le interesamos mamá y yo- respondió encolerizado
-Ed me escuchaste- se oyó hablar al otro lado, algunos murmullos y una puerta cerrarse
-no tienes derecho a llamarme así y no pienso hablar con ese hombre- trató de colgar la llamada pero algo lo detuvo, acercó la bocina a su oído una vez más desconcertado
-¿qué dijiste?- preguntó ya alterado
-tiene cáncer- respondió aquella mujer, “ahora todo tiene sentido” pensó
-Ed, contéstame-
-no puedo hacer nada con eso- sus ojos se cristalizaron, los recuerdos de su madre en cama, en el hospital, el en el cementerio solo, enterrando a la única persona que lo acompañó, que lo quiso y  lo apoyó, ella también tenía cáncer pero perdió su batalla y no de la mejor manera.
-por favor-
-no lo voy a enterrar a él también- gritó, se desahogó, arrojó el teléfono lo más fuerte posible, desconectándolo y haciéndolo estrellar contra una pared para así quedar inservible, se desplomó sobre el sofá triple y cubrió su rostro con el dorso de su antebrazo izquierdo dejando al descubierto, con la luz de la tarde filtrándose por una ventana los numerosos tatuajes en toda la extensión de su brazo; ensimismado en todos sus recuerdos y con el rostro empapado de lágrimas se volvió a quedar dormido un par de horas más hasta que lo despertó el timbre de la puerta, se levantó y atendió solo para saber muy a su pesar que era el administrador del edificio llegando a cobrar los tres meses de alquiler que debe; un hombre regordete, de un metro y medio de estatura aproximadamente, vestido de traje y lentes redondos
-ya se, o pago o me largo, tengo lo de un mes- no se tomó la molestia de saludar
-en realidad no, vengo a decirte que tienes hasta el domingo para desalojar el lugar-
-eso es en tres días, no tengo a donde ir- se quejó ya preocupado
-te lo advertí, tienes hasta ese día para irte- y se retiró no sin antes darle una mirada de compasión
-entiendo por lo que estás pasando pero el dueño me lo ordena, lamento lo de tu madre y espero ponto lo superes- terminó para aproximarse a las escaleras
-Como sea- murmuró antes de cerrar la puerta,  de reojo notó el correo en la mesa de centro y se aproximó a tomarlo, entre los recibos pendientes de pagar se encontraba una carta
-¿Wyoming?- preguntó  a causa de leer el remitente, la abrió y dejó ver la copia de unos análisis médicos y una hoja escrita a mano, con letra cursiva, parecería que fue escrita con mucho cuidado, al leerla no tardaron en salir las lágrimas, sin terminar de leerla tomó los análisis y los revisó; cáncer de estómago y una arteria tapada debido al tabaco, junto al documento había una nota escrita con letra de niño en la que decía “cuando crezca te voy a cuidar papi, lo prometo”.
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Dos hombres desensillaron sus respectivos caballos, aún había luz de día, conversando amigablemente acomodaron las sillas al establo para meter a los caballos a sus respectivos lugares, les llenaron los comederos y bebederos y salieron cerrando el establo, una casa de mediano tamaño se encontraba cerca, con las luces de la planta baja encendidas; los dos vaqueros siguieron su camino hacia el umbral de la casa para entre risas y juegos entrar, en una sala rústica, con figurillas y pinturas de caballos en los estantes y paredes; una señora algo canosa, de algunos 55 años de edad, vestida con un vestido floreado y un delantal blanco esperaba sentada en el sofá doble, junto al teléfono, esperando impaciente, a un costado de ella dos jovencitas atentas a sus movimientos, una de ellas escuchó a los dos hombres entrar
-¿aún no llama?- interrogó uno de ellos
-no-respondió una de las jovencitas
-aquí está el té- interrumpió un muchacho de estatura media-alta, con una charola con cuatro tazas de té, una azucarera y algunas cucharas, las colocó en la mesa de centro y le entregó una a cada mujer
-gracias Lou- pronunció la más joven de las tres, los ahora tres varones tomaron asiento en los sillones libres
-ya no se puede enlazar la llamada, escuche un golpe muy fuerte antes de poder decirle algo más- dijo la mayor de las mujeres
-pero fue hace una semana- el más joven de los hombres
-eso es lo que más le preocupa a mamá Clarie- la segunda joven argumentó con los brazos cruzados
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A un costado de la carretera un camión se detuvo y abrió sus puertas en una pequeña estación, solo se veía el camino pavimentado y dos caminos de tierra; antes de que un joven vestido de pantalones ajustados negros una sudadera gris y sobre ella una chaqueta de cuero, con un gorro tejido gris y una maleta en la mano derecha y en la izquierda una mochila mediana bajara de aquel camión se giró hacia el chofer
-¿hacia donde tengo que ir para llegar al rancho Styles?- preguntó
-por el camino de la derecha, caminarás un kilómetro y encontrarás el rancho- respondió el hombre de unos 50 años, casi calvo
-gracias- de despidió el chico, bajo del transporte y tomó el camino que le indicó el chofer, a unos 100 metros encontró el anuncio hecho con tablas a manera de marco en el camino con la leyenda “Rancho Styles, cría y rescate de cimarrones”, parecía que se caería en cualquier momento; continuó el camino y como lo dijo el hombre, pudo notar dos graneros, un corral, tres establos y cercados algunos caballos de un lado del camino y del otro algunas vacas; acomodó la mochila en su espalda y cambió la maleta de mano, mientras más caminaba se pudo apreciar una casa de dos pisos y tres camionetas, una de las ventanas de la planta baja se encontraba con las cortinas un poco corridas y se logró ver a algunas personas conversando.
-hay alguien afuera- interrumpió la más grande de las dos muchachas y se levantó de su asiento, la mujer más grande la imitó y a paso apresurado se dirigió a la puerta principal, abrió la puerta y soltó un fuerte suspiro, el intruso terminaba de subir los escalones del umbral y procedía a dejar la maleta en el suelo para tocar el timbre, sus ojos se desviaron hacia la puerta dejando ver el verde intenso de sus pupilas, su nariz afilada y unos labios rosados en forma de corazón, al enderezarse y mostrar su estatura real de dio a notar que la mujer podría llegarle a su hombro
-Harry- murmuró la señora sin poder creerlo

Pieces | H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora