PÁNICO EN EL CORREDOR

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De repente me encuentro solo, sin recordar dónde estoy, sin saber cómo he llegado hasta allí. En medio de la nada, las piernas me pesan, y las manos ensangrentadas, pero no es mía. Un martilleo sincronizado golpea mi cabeza, pareciendo que me va a estallar de un momento a otro. Miro a mi alrededor, y me encuentro con una sala vacía, tan solo veo una silla. La decisión de sentarme está motivada por el cúmulo de cosas que me están pasando, y que no alcanzo a comprender. 

El chirrido de una puerta a mis espaldas, hace que me gire intuitivamente, bruscamente, no consigo recordar nada, pero percibo que algo maléfico me acecha. Súbitamente me encuentro con ese rostro que me mira con odio, me mira con resentimiento. Me da miedo, me da terror, me da pavor. El pensar qué puede sucederme con ese hacha levantada, y su hoja bien afilada, con sed, manchada de sangre y dirigida hacía mí, me hace reaccionar. Con mi cuerpo empujo la silla hacía atrás al levantarme, de tal manera, con tal ímpetu, que provoca que esa persona que iniciaba mi persecución, pierda el equilibrio, tropiece y caiga, dándome unos segundos de ventaja, un respiro para rectificar a tiempo y hacer un quiebro a la izquierda. Entro en un pasillo largo, que no sé hasta dónde ni hacia dónde conduce. Pero no dudo en correr lo más veloz que mis piernas doloridas me permiten, estoy confuso, no sé lo que en realidad está sucediendo, sólo que alguien me persigue con la clara intención de alcanzarme, de matarme. Y yo corro por ese pasillo interminable, sin puertas, sin ventanas, sin fin, paredes lisas y muy blancas, eso es lo que va visionando mis ojos.  

De pronto me despierto, estoy sobresaltado, empapado en sudor, como si hubiese corrido una maratón. Es otra vez esa maldita pesadilla, en la que desde hace un mes, siempre caigo profundamente sin saber por qué. 

Me levanto y mientras me dirijo al cuarto de baño, escucho un ruido de fondo, como una cascada, un murmullo. Abro la puerta, y es el agua de la ducha que cae con fuerza. Estoy seguro de que la noche anterior, antes de enroscarme entre las sábanas, he dejado cerrado el grifo. Nunca me había pasado algo semejante, pero no le doy mucha importancia. Al girar y cerrar la llave, todo parece volver a la normalidad, todo se queda en silencio, no se escucha nada ni a nadie, a pesar de estar las ventanas abiertas. 

Mientras tomo un café en el salón, leyendo la prensa del día anterior. Suena con insistencia el timbre, me sorprendo al observar la hora que es, tan sólo las siete y media de la mañana, y alguien aporreando mi puerta, ¿quién podrá ser? Abro y encuentro frente a mí a un hombre vestido de uniforme, es un policía. 

-Hola Guillermo, ¿todavía no estás preparado? Venga vístete que vamos a llegar tarde. 

Lo miro, lo observo, mi mente empieza a funcionar, he estado de vacaciones y, hoy toca empezar a trabajar. -Pasa, no te quedes en la puerta. ¿Quieres un café? He pasado mala noche y estoy un poco confundido. 

-Sí, pero date prisa, que tenemos que estar a las ocho en la comisaría. 

Tras dejar el café en la mesa del salón, me dirijo a mi habitación. Realmente, no recuerdo nada de mi vida, no sé cómo he pasado mis vacaciones. Él desde el sofá murmura algo, pero no consigo escucharlo, me asomo al quicio de la puerta, y lo repite. -Hoy tenemos que atrapar al asesino del traje negro, ¿no me digas que no has escuchado las noticias?, -soltando una carcajada, que me inquieta, que me produce miedo. 

Cierro de nuevo la puerta y abro el armario, colgando de las perchas veo un uniforme, mi uniforme, y al lado, un traje de cuero negro de una sola pieza. No lo reconozco, pero..., sin saber por qué me entra el impulso de probármelo, noto como algo en mí va cambiando, no puedo frenar esa sensación. Primero, introduzco una pierna, y luego la otra, hasta el pernil cerrado, tengo el traje por la cintura y eso conlleva a que mi personalidad vaya permutando. Ya no soy Guillermo, me estoy transformando en un desconocido con ansias de sangre, cuando he terminado de vestirme, mi sueño empieza a resurgir, para sobrevivir tengo que matar, mis pasos me dirigen intuitivamente a buscar algo debajo de la cama, y hallo un hacha, el mismo que en mi pesadilla me persigue. 

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