MAIN TUMSE PYAR KARTHEE HOON

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Alguna vez perdida entre hojas secas del otoño halle un pequeño búho. Solo, mojado, cansado y con la vista perdida lo acogí entre mis manos; lo sostuve en mi pecho. Estuve con él entre mis brazos hasta que recupero su calor, movió sus alas y me miro a los ojos. Algo tenían esos ojos de centro tan oscuro que me hicieron apartar la vista. Durante ese tiempo le decía entre pensamientos que podría buscarme cuando quisiera. Le recordaba que no debía temer. Lo deje sobre el pasto donde reposaban las hojas secas. Acaricie si cabeza, movió sus pequeñas plumas, giro su cabeza y salto en dirección apuesta.

Me despedí con un suave susurro y camine así un lago cercano con destellos de sol. Hierba entre los dedos de mis pies y pequeñas flores rozaban mis dedos. El viento movía mi pelo y las diminutas gotas cayendo del cielo humedecían mi piel. Sola, rodeada del silencio lleno de música, creía disfrutar. Acerque mi palma a un árbol y sentí el tacto de su corteza. Cada veta y cada pliegue se sentía en mi piel. Solía hacerlo, tocar árboles. Divise un árbol grande de hojas color añil y camine de nuevo. Al rozar mi palma con su corteza no solo sentí su exterior, sus pliegues y vetas; energía, vibraciones, vida, conexiones, las sentí llenarme. Me sentí plena, protegida, completa. Solo podía pensar en ello. Esas emociones, sensaciones, los sentimientos que me absorbían. Un sentimiento me invadió y colmo mis turbios pensamientos solo de sí, un algo iridiscente. Ternura. ¿Cómo era entonces, que todo aquello que sabía que estaba, se transformaba en ternura? Una gota de roció se deslizo de una hoja y cayó sobre mi parpado. Abrí los ojos y la sensación era aún mayor. Quería saber que la provocaba. Baje la vista y ahí estaba, el pequeño búho se encontraba acurrucado sobre mis pies, en contacto directo con mi piel. "Así que eres tu quien provoco todo esto."- le dije entre pensamientos. Sus ojos brillantes buscaban los míos. Poco minutos habían pasado y ya se encontraba de nuevo conmigo.

Acerque mi mano y subió hasta mi hombro refugiándose cerca de mi cuello. Camine de nuevo hacia el lago y esta vez mis pies sintieron las piedras suaves y traslucidas. El atardecer reflejado en el agua acariciaba mi piel y el pequeño búho busco mi cariño acariciándose con mi mejilla. Lo tome entre con una mano pero estaba fría. El pequeño búho se asustó y me miro con curiosidad, miro mi otra mano haciendo ruido y comenzó a aletear. Acerque mi segunda mano hasta el, tomo uno de mis dedos en su pico y la acerco aún más. Luego se acurruco sobre ambas. No entendía que hacia hasta minutos después. Calentaba mis manos.

Duramos juntos el resto del día. Aunque lo pusiera en algún lugar con posibilidad de irse, el seguía a mi lado. Cuando pensaba en irme para que no se sintiera obligado a estar conmigo, el hacía ruidos para llamar mi atención y que yo no me fuera. Yo no me quería ir.

Cayo la noche y estábamos juntos sobre el pasto. Vi estrellas que antes jamás había visto y dos de ellas están junto a mí.

El frio aumentada y le ofrecí acompañarme a mi lugar. El pequeño búho asintió y subió a mi mano mirándome fijamente. A cada paso sentía las flores ocultas sobre el suelo y aquellas que se iluminaban en nuestra presencia. Cerca de los arboles con pequeñas luces como estrellas el pequeño búho aleteo y yo detuve mi andar. Voló de nuevo hasta el borde del agua, se acercó a unos árboles de hojas azuladas y se devolvió con alguna largas tiras de sus cortas hojas. Las coloco con suavidad sobre mi desnuda piel, tan blanca que la noche reflejaba en mí su color. "¿Acaso me cubres del frio?". Lo arboles nos abrían paso y protegían entre la oscuridad de la noche. Llegamos a mi lugar, ninguno conseguía lo perfecto del dormir, pero ambos nos sumimos en la compañía del otro.

En mis sueños cobro vida aquel árbol de siempre. Entorchado en sí mismo con su agua fluyendo de ramas a raíces. Traslucido me dejaba ver el arrebol de mi sueños. Veía unas alas, como las que yo poseía en aquel mundo irreal, pero estas eran diferentes, de un blanco oscurecido y deterioradas. Tenían puntas quemadas, algunas con pequeños destellos rojizos, como si acabasen de arder. Miraba al piso un hombre con cortos rizos y alas deterioradas. Camine hacia él. Cuando mis dedos sintieron por primera vez sus plumas desperté.

Y hay estaban esos ojos de centro oscuro, me miraban con destellos. Sonreí, la sonrisa no solo la sentía en mi rostro. Comenzaron a pasar los días con este nuevo cambio nuestra soledad ahora era nuestra compañía.

Una mañana andando junto al agua el pequeño búho encontró una roca grande entre la tierra. Voló hacia mí y jalo un poco uno de los mechones que caía sobre mi mejilla. Lo seguí para ver que quería. Llegamos a un muro alto de tierra, en la cima algo se movía, alguna criatura. Sentía una mancha en el aire que ahora tanto disfrutaba. El pequeño búho intento escalar por la tierra cerca de mis pies. Baje la mano y el pequeño búho subió a ella. Subí la mano y me esforcé para que lograra llegar hasta el pasto verde sobre la roca. Dio un pequeño salto y desapareció junto a la criatura. "¿Por qué necesitaste mi ayuda si podías subir volando?"- pensé desconcertada. Volvía a estar sola, me senté en el lugar que compartíamos juntos junto a un árbol a esperar que quisiera bajar. Horas después asomo sus ojos en la punta que sobresalía de la tierra, me acerque por si quería bajar a mi mano. Se quedó mirándome con esos ojos que me daban felicidad, le pregunte si estaba bien y aleteo con cierta felicidad. Unos dedos difusos se posaron sobre su cabeza y volvió a desaparecer de mi vista. Lo espere hasta que el frio de lo noche me lleno. Lo llame con el ritmo del silbido de su canto. No contesto. Anduve perdida hacia mi lugar. En poco caí dormida del cansancio que tenía. Aparecí en el mundo de mis sueños, estaba sola. Ajena. Sola. Sentí una mano sobre mi hombro; gire. Mis ojos quedaban al nivel de sus labios. Levante la vista y ahí estaban sus ojos. Ojos de centro oscuro, me sumergí en ellos y me sentí protegida.

Parada en medio del lago, sentía la arena entre los dedos. El pequeño búho se posó sobre mi hombro. "Acá estoy" escuche en mi pensamientos, un pensamiento ajeno entre los míos. Volviste a mi lado, pero algo me dice que realmente no me dejaste.

Pasábamos el tiempo juntos, reía con la compañía del pequeño búho, era despistado y algo siempre le pasaba. Podíamos pasar largas horas en silencio y sabía que aun así seguíamos entendiéndonos. A veces lo encontraba leyendo mi tinta en las hojas que dejaba por el piso. Me gustaba tocar y más cuando él estaba cerca. Estoy casi segura de que varias veces también lo escuche tocar de la forma más bella. Me sentía feliz y sabía que el pequeño búho también lo era. Salíamos juntos a ver el hermoso lago, apreciar las estrellas y buscar juntos la luna en el cielo. Cada vez que le preguntaba por la luna sus ojos se quedaban fijos en mí y después de un rato se acurrucaba en el calor de mi cuerpo. "Te quiero"- le susurraba cuando ya estaba dormido. Lo llevaba a un lugar cómodo y cálido, y siempre antes de acostarme a su lado entre cerraba la ventana para que no sintiera tanto el frio de la oscuridad y el fuerte brillo del sol. Esa ventana siempre la materia abierta por si en algún momento prefería irse. Aunque yo no quería que se fuera sabía que él no me pertenecía. Pasando las noches la presencia de aquel ángel de mis sueños se hizo más presente. Algo cambio en el. Con el pasar de los noches sus alas comenzaron a resplandecer a cada vez más y cada vez me protegía más entre mis sueños. Una noche escuche su voz. Dulce y tersa como una melodía de cuerdas gruesas frotadas por un arco. "Yo también te quiero". Después se quedó mirándome fijamente y me perdí en sus ojos de centro oscuro. Eras el pequeño búho.

Así comenzaron a pasar días llenos de color. Un mañana el pequeño búho no se levantó como de costumbre. No quería nada y nada lo alegraba. Tenía la vista perdida y estaba completamente quieto; casi inerte. Lo tome en mis brazos, queriendo protegerlo de todo, dándole un refugio. Aquel pequeño ser que no me miraba con sus brillantes ojos sentía que nada tenía sentido. Lo lleve hasta el lago y me acerque a un árbol. Quería que sintiera de nuevo la magia en una corteza de árbol. Lo sostendría el tiempo necesario para lo dejarlo caer. Esa noche en mis sueños se acercó con algo de temor, me dio las gracias y se sentó a mi lado. No tenía de que agradecerme, jamás lo dejaría solo mientras él me necesitara o me quisiera cerca. "Te amo" y mi beso se posó en sus labios. Lo cubrí con mis alas. Calma, aquí estoy.

Sabía que algún día llegaría el momento en que se fuera el pequeño búho. Un tenía mucho por descubrir, aún más acerca de sí mismo. Sentía orgullo y felicidad por él, al fin podría encontrar cosas que le faltaban, podría ser feliz. Por otro lado me sentía cayendo aquel que tanto quería se alejaba de mí. Aquel ser con alas que me había hecho flotar y me enseñó a amar. Él me había hecho feliz; algo efímero. Lo sentía refugiarse por última vez en mi cuello, sentí su calor. Me miró fijamente con sus ojos de centro oscuro y por ultima veces vi la iridiscencia de sus destellos. Lo vi extender sus alas y volar en la oscuridad hasta perderse de mi vista. Se nublo mi vista y una gota rodo hasta mi labio. Le pedí a la luna que lo cuidara porque yo ya no lo podría hacer. Cuando, después del mucho, el sueño me gano, me encontré de nuevo sola. Sola, hasta que su mano tomo la mía y su sonrisa me lleno. Mi Ángel aún seguía conmigo. Desde entonces no he cerrado aquella ventana por si quiere volver.

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