"Habían acordado que su relación duraría "lo que tenga que durar", pero había sido muy poco tiempo para lo que había llegado a sentir: en tan solo seis meses, Hank se había enamorado de Ethan como un idiota. Y ahora, él se había marchado..."
(La his...
Aspiró el humeante café que su asistente le dejó en el escritorio y le agradeció con una sonrisa. Después de dar clases durante tres horas seguidas, se encontraba algo agotado y llegó a su despacho deseando con ansias un pequeño receso. Afuera llovía torrencialmente y, por algún motivo, eso lo tenía algo ansioso. Estaba terminando su merienda cuando el teléfono comenzó a sonar.
- Hank, amor, es hora. - dijo la voz al otro lado ni bien atendió.
- ¿Qué? Pero aún faltan dos semanas - el profesor frunció el ceño preocupado - ¿todo está bien?
- Si, dicen que es normal en estos casos. Escucha, estoy más cerca del hospital que de la universidad, pero puedo pasar por ti, si quieres.
- Descuida, tomaré un taxi - respondió el ojiazul - ¿Tenemos todo listo?
- Desde luego cariño, sólo preocúpate por estar aquí - le advirtió su pareja antes de colgar.
Hank suspiró y en menos de diez minutos salía del campus a toda velocidad. Sentía que su corazón se detendría en cualquier momento, pero finalmente llegó a su destino. Entró al hospital y miró a su alrededor preguntándose si debía anunciarse o esperar a encontrarlo.
- Aquí estoy, mein Kätzchen - Ethan se acercó al él con una sonrisa nerviosa y le dio un beso fugaz en los labios -. Ya entró al quirófano.
El mayor asintió y suspiró, rogando que todo esté bien. Habían esperado dos años por esto, y ahora que el momento llegó, estaba aterrado. Tomó la mano de su ahora esposo y la apretó con fuerza antes de buscar donde sentarse y esperar al que sería, tal vez, uno de los momentos más importantes de sus vidas.
Dos horas después, una enfermera se acercó y les pidió que la acompañen. Entraron a una habitación y los corazones de ambos parecían latir al unísono al ver esas caritas por primera vez.
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La sensación que invadió el pecho de Hank era indescriptible. Miró a Ethan a través de las lágrimas mientras éste cargaba al niño en sus brazos.
- Hola, Liam - susurró el menor besando la frente del pequeño -. Bienvenido... - Alzó la vista y le sonrió - ¿No piensas cargar a la niña, idiota?
-Lenguaje... - rió ante la pregunta y miró a la niña antes de levantarla, algo temeroso ante la idea de lastimarla o, que en el peor de los casos, se le caiga. La miró unos instantes, pensando que en lo frágil que se veía y sonrió, acariciándole una mejilla -. Lizzie... - susurró -Al fin nos conocemos.
La pequeña abrió los ojos levemente y soltó un suave quejido, al mismo tiempo en que sujetaba con fuerza el pulgar de su papá. Aquella acción hizo que el profesor sintiera por primera vez eso llamado "orgullo paternal". Alzó la vista y contempló al amor de su vida, quien aún tenía a Liam en brazos. Se acercó despacio a él y besó su mejilla.
- Te amo, Ethan - susurró volviendo el tiempo atrás y evocando esa tarde en la playa que comenzó triste pero le dio a su vida un hermoso e inesperado giro cuando lo vio llegar y arrojarse en sus brazos, hablando atropelladamente: "Jamás debí, irme, jamás debí dejarte... Lo siento tanto mein Kätzchen. Te amo, Hank. Joder, te amo..."
- Te amo aún más, profe - respondió el menor con los ojos llenos de lágrimas. Como si pudiese leer la mente del mayor, también pensó en aquella tarde y sonrió, diciéndose a sí mismo que nunca se arrepentiría de haber regresado a él. Miró a sus pequeños y casi podía visualizar un futuro con ellos. Sabía que no sería todo color de rosa, pero estaba dispuesto a afrontar incluso los momentos más difíciles -. Esto es... Más de lo que alguna vez imaginé. Gracias por no darme por perdido.
- Yo soy el que debe agradecerte por haber vuelto a mí - Hank miró a su pequeña familia con una sonrisa -. Gracias por... Gracias por estar aquí.