| D I E C I N U E V E | (NARRADO)

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La amaba porque era un muchacho de dieciséis años, y porque ella era una muchacha de quince años. Cuando hablaba de Luna, Matteo hablaba siempre de su nariz respingada y sus ojos verdes; de sus pecas que le quedaban tan graciosas y de sus zapatos blancos. Hablaba de las faldas escocesas de Luna, de sus ocurrencias y de sus bromas. Le cogía la mano, la besaba, pero todo eso tenía para él algo de lección difícil de aprender. De esas lecciones que hay que repasar, de vez en cuando, para no olvidarlas. No prestaba mucha atención cuando sus amigos le decían que Luna tenía bonitos brazos y bonitas piernas. Su amor era un amor. Él lo había creado y quería conservarlo como a él le gustaba. Luna tenía más de coneja, de ángel, y de estudiante, que de mujer. Cuando le cogía la mano era para acariciarla. Le hablaba para que ella le contestara, y así poder escuchar su voz. Cuando la abrazaba, era para protegerla. (Casi nunca la abrazaba de día.) No conocía otra manera de amar. ¿Había, siquiera, otra manera de amar? No conocía aún el amor de esa madre, que sonriente, sostenía con una mano la frente del hijo enfermo, y con otra, la palangana en que resbalaba el vómito. Sonreía porque sabía que vomitar lo aliviaría. Matteo no tenía la culpa. Luna era su amor.

 Luna era su amor

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K❤

𝑵𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔 𝑽𝒂𝒄𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔《𝑳𝒖𝒕𝒕𝒆𝒐》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora