32. Mayo

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El regreso al mundo real es una situacion dura, hay un par de cosas que son inevitables en esta vida, la muerte sin duda, es una de ellas.

Cada día me cuesta entender que debo levantarme de mi cama para continuar con mi vida pues ni el mismo tiempo se detiene por nada ni nadie, debo seguir, tantas cosas por vivir, disfrutar y experimentar.

No ha sido fácil todo lo que ha sucedido, se necesita hacer un gran esfuerzo así que finalmente iré al Instituto.

Después de dos largas semanas de descanso mental he decidido levantarme temprano, darme una ducha, vestirme, desayunar e ir a clases.

Me siento tranquila, algo temerosa, de eso no hay duda, desearía que todo este asunto se manejará de la manera más discreta posible, pero después de que mi profesora le pidiera a todo mi grupo que me escribieran cartas de apoyo... bueno... lo dudo.

Y como es de esperarse, llegué nuevamente tarde a mi clase, justo cuando todos estaban sentados escuchando indicaciones de la profesora.

—¿Puedo pasar?— pregunté tímidamente mientras daba unos cuantos toques a la puerta.

Sentía las miradas de todo el salón de clases, era de esperarse, tan solo caminé hacia mi banca y con voz bajita saludé a las chicas.

Nada del otro mundo, en el receso de la primer hora un par de compañeros se acercaron para darme el conocido "pésame" otros cuantos me dijeron que me apoyarían en tareas, trabajos o en lo que se me dificultara.

Apreciaba todo el apoyo que recibía de parte de mis compañeros de clases, muy solidarios y empáticos, valores que en la actualidad cuesta encontrar en las personas.

—¡Li!— eran las cuatro chavas asomándose en la puerta de mi salón de clases, se les miraba contentas pero un poco angustiadas. —Chava ¿Qué tal te está yendo? ¿Necesitas algo? ¿Alguien te ha molestado? ¿Cómo sientes las clases?—

Un sin fin de preguntas se añadían aleatoriamente por parte de mis amigas, solo comencé a reír, saben cómo subirme el ánimo, ellas se miraban más impacientes que yo.

—¡Chavas! Estoy bien, todos han sido muy amables, aunque...— Me detuve de repente. —Estoy atrasada en algunos proyectos, esta semana tengo cinco exámenes y no he estudiado nada para el examen de la Universidad, eso sí me preocupa.—

Después de todo este asunto había descartado la posibilidad de irme a estudiar a la Universidad Autónoma, pues mi vida ha dado un giro de 180° y debía permanecer prudente en mis decisiones, así que presentaría examen en la Universidad Estatal, donde irían todos mis amigos.

—Lían, respecto a la escuela no te preocupes, estamos casi seguras que los profesores te van a apoyar...— Acacia me animaba con gentileza.

—Respecto a la Universidad, trata de estudiar con las guías que nos dieron.— continuaba Vivian mientras jugueteaba con mi lapicera.

Sonó el timbre de repente, mis amigas se marcharon a sus respectivos salones, todos entraron nuevamente al salón junto con la profesora de Psicología.

—Buenos días jóvenes, mencionaré sus calificaciones, quien tenga duda puede pasar a checar conmigo.— explicaba la profesora sentándose en el escritorio abriendo su registro y colocándose sigilosamente sus lentes.

—Chicas ¿Entregaron todos sus trabajos?— preguntaba angustiada volteando a verlas.

—Tranquila Lían, yo te paso lo que necesites.— dijo Rose guiñando su ojo. Parecían confiadas así que decidí calmarme... o... no...

—¡Número 28!— la voz de varios chicos del salón de clases junto con la profesora gritaban mi número de lista, hasta que reaccioné.

—Lo siento ¡Soy yo!— mencioné apenada, la profesora me dijo que pasará adelante a lo que me levanté rapidísimo y me dirigí hacia el escritorio.

Antes De Decir AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora