"Libros."

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Las relaciones afectivas son cómo los libros...

Llegué a esa conclusión una noche en la qué sentía que moría, qué mi corazón no resistiría una lágrima caída más, una noche en la qué ni las mayores pesadillas habidas y por haber se comparaban, una noche en la qué mi únicas compañeras eran la oscuridad, la soledad y la melancólica pero hermosa melodía de las lluvias danzando con los truenos.

Y bien, a medida que pasaban los minutos me hice una loca historia en la cabeza, descubrí qué de cada 2 seres humanos hay un dueño y un libro. No importa realmente quien tome el papel de quien, porque no estoy escribiendo para describir el maravilloso libro, lleno de hojas del mejor papel del mundo, en el qué encontrarás las mil y un respuestas sobre la vida cotidiana, qué tiene el más brillante y firme tomo, que a medida que viajes de página en página ganarás un premio de millones de dólares... No. Y tampoco estoy escribiendo esto para describir al maravilloso ser humano qué comprará ese libro, aquella persona dueña de unos hermosos ojos no sólo por el color si no por lo qué transmiten y una sonrisa por la cual se podría iniciar la tercera guerra mundial; y es así, no estoy escribiendo por ninguna de esas dos razones.

Cuando una persona, llámese hombre o mujer, va a una tienda esperando conseguir algún material que le sea interesante para leer, nunca va con una expectativa muy alta, al contrario, va calmada, sin prisa, revisa de estantería en estantería antes de decidir lo qué va a llevar. Lo observa, lo analiza primeramente por su portada, sus cortas palabras en la parte trasera del mismo, sus acabados, su diseño, el material del cual está hecho... Lo analiza y se da cuenta que ¡Demonios! Le gustó mucho ese libro.

Esa persona se va a su casa, ella/el tiene aquel objeto nuevo en su bolsa, aún tiene el papel protector alrededor, no sabe ni siquiera qué encontrará en aquellas páginas. Podría ser una decepción o podría ser el mejor libro qué haya leído en su vida.

Pasan los meses, la persona comienza a leer el libro poco a poco, quizá dos o tres páginas por día, puede que no tiene tanto tiempo libre para poder hacerlo cómo deseé... Pero poco a poco se va sumergiendo en cada párrafo, la lee, la siente y la vive. Se da cuenta que no todo es color rosa, el libro viene con un par de defectos de fábrica, sumado a la dramática historia que trae abrazada a su poesía. La persona entra en una gran ansiedad, una constante tristeza a medida qué sigue despegando las hojas de su calendario, "detesto este maldito libro" repite un par de veces, pero nunca deja de leerlo, nunca deja de investigarlo, nunca deja de estar pendiente de cada detalle, cada coma, cada pequeña cosa que podría ser insignificante para muchos... pero no para él/ella. Se siente atraída a aquella enfermiza relación. "¿Qué tiene de especial?" Se pregunta, busca la respuesta en otras personas, familiares, amigos, compañeros, pero nadie sabe qué responder porque nadie ha leído ese libro cómo ella/el.

Un año después la persona ya está metida en la historia, ya es parte de ese libro, ya no es la/el dueño y el libro. Ahora ambos son uno solo, al punto qué todos en el entorno de la persona saben y conocen lo qué aquel simple libro adquirido hace 365 días significa. Han pasado muchas cosas desde la primera página, ha habido quiebres, ha habido llanto, rabia, ha habido momentos en el qué la persona quiere llegar a convencerse qué no quiere seguir leyéndolo, ya no quiere hacerse más daño. Pero siempre hay un párrafo, una página, dos... qué le hacen querer permanecer toda una vida leyendo aquellas palabras.

... Y entonces sucede. El libro permanece estático en un viejo estante, tiene una página doblada en la esquina, ahí quedó la historia, a la/el dueño no le interesa, o al menos quiere convencerse de que es así, no tiene ganas de abrirlo, no quiere volver a llorar, no quiere seguir sufriendo. Miles de cosa pasan por su cabeza, "debí haber comprado otro libro", "ni siquiera es lo suficientemente bueno", "me ha hecho llorar más de lo qué me ha hecho reír", "no merece mi atención"... Y así permanece dura en su posición. Hay días en los qué lo observa desde su cama, y lo vuelve a tomar, lo hojea y de nuevo al estante, no le dará el poder de dañarla, no más.

Meses después, la persona llega cansada a su casa, de mal humor probablemente por el trabajo, cosas qué no salieron bien, todos tenemos días malos... y al tirarse a su cama con brusquedad el estante en el que está aquel libro desde hace largas semanas se tambalea un poco, como si fuese un complot de la vida contra él/ella, el libro cae sobre su cara, golpeándole. No puede más, es demasiado por el día de hoy, toma el libro qué yacía abierto en la página doblada fuertemente entre sus manos y trata de arrancarle una hoja, cuando va a la mitad se da cuenta, se detiene y lanza el libro hacía una pared de la habitación. Dejó salir aquella frustración, tristeza, rabia, aquel amor sentido por el objeto, todo explotó. El libro, maltratado por aquel golpe permanece en el suelo un par de días más, no es justo, o quizá sí lo es. ¿Dañarías algo de igual manera en la que te dañó?

Dentro de él/ella, una parte le dice qué hizo mal, pero la otra parte le repite que deje todo cómo está, qué el libro se lo merece por haberla hecho llorar, sufrir y molestar; "Se merece un poco del mismo dolor qué yo pasé" se dice cada vez que lo ve en el suelo, con aquella ligera capa de polvo sobre su cubierta, por supuesto sin dejar de tener aquella pizca de lastima y empatía porque en el fondo sabe qué desde las primeras 50 hojas estaba consciente de qué esto pasaría, la historia ya le había advertido qué podía ser nocivo para quien fuese la persona qué la leyera y aceptó el riesgo. Pasó mucho antes de darse cuenta qué tanto él/ella cómo el libro tenían la culpa de aquel sufrimiento del pasado; así qué se levantó. Tomó fuerzas y volvió a adentrarse en el libro, sólo qué esta vez sólo lo hizo por última vez, desdobló con pequeños roces todas las esquinas qué había dejado por si surgían los deseos de explorar nuevamente la historia y dejó caer un par de lágrimas, acarició todos los lados cómo quien le hace el amor por primera vez a la persona que ama, cerró la cubierta y soltó un suspiro. Se levantó con el libro en sus manos y lo colocó con cuidado en aquel estante, cuidando su ubicación para qué no volviese a caer. Después de todo, era SU libro, sólo esa persona sabía lo qué significaba haber reído y llorado con él.


— NATHASHA G. PONTE

CAFEÍNA NARCÓTICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora