Reencuentro

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¡Joder! No podía estar pasando, no en ese momento, no con ella, no a ella.
Lo último que recordaba era haber entrado a toda prisa al gran edificio rumbo al ascensor, persiguiendo a su presa. Logró entrar antes de que se cerrarán las puertas, pero de repente un azul mar eclipsó su vista, y de un momento a otro se volvió negro.

Se incorporó como pudo, apoyándose en el cuerpo inerte de un hombre con un traje, probablemente un trabajador de aquella gran empresa.
Se llevó la otra mano a la cabeza y sintió un líquido espeso y caliente bajar por su mejilla.
¡Lo que faltaba! No sólo había caído por el ascensor, ni su encuentro con aquellos ojos, no, sino que ahora tenía una enorme cortada en su cara. Y pensó que si alguna divinidad, ente o ser todo poderoso existiera se estaría regocijando por toda su mala suerte.
Una vez estuvo bien incorporada observó a su alrededor. Una pila de cuerpos yacía en el fondo de aquella caja mortal llamada ascensor, probablemente inconscientes o muertos, la verdad era que no le importaba en lo más mínimo,  después de todo no le pagaban horas extra. ¡El trabajo! Claro, lo había olvidado, pues el asunto de haber tenido una caída mortal y anteriormente ver esos ojos no la tenia del todo bien.

Busco con la vista aquella cabellera  rubia, hasta que la ubicó al fondo, tapada por el cuerpo de una mujer. Y posteriormente busco a su presa, que se encontraba en el lado opuesto. Tenia una gran herida en el cuello, para ser más exactos, en la carótida. ¡Joder por segunda vez! Tomo a su presa por las solapas de su camisa y se aseguro que fuera el, observó su rostro unos segundos para después dejarlo caer como un saco y soltar un "hostia puta".
Su trabajo ya estaba más que hecho, pero le molestaba que no pudo jugar un poco mas, y encima estaba en, al parecer, una bodega de aquel edificio. Sin embargo, su preocupación era aquella chica rubia que yacía tendida a unos cuantos metros de ella.

Se alejo de las puertas y comenzó a observar su alrededor. El lugar estaba repleto de cajas de cartón atiborradas con montones de papeleo. Supuso que debían ser los expedientes viejos de la empresa.  Busco con la mirada alguna salida, y se camino al fondo, en dirección a una puerta roja.
En el fondo sólo había un escritorio. Tanteo su bolsillo trasero del pantalón y sacó un mechero, pues apenas y podía distinguir las siluetas, ya que en esa parte no llegaba la luz del ascensor.

Y por las pésimas condiciones de aquel lugar supuso que nadie había estado ahí en mucho tiempo.

Escucho quejidos proviniendo del ascensor y regreso allí. Vaya, alguien mas había sobrevivido.

-agh... ¿que?... ¿que ha pasado?- la rubia trato de incorporarse, sosteniendo su cabeza por el fuerte dolor, y parpadeando repetidas veces tratando de enfocar su vista.

Lo que faltaba

Azul y verde colisionaron, y el azul se humedecio como una tormenta.

-¿L... Lex.... Lexa- La rubia pronunció temblorosa y dudosa al principio pero al final lo afirmó. Claro que era Lexa, Lexa Woods, la misma que había sido su novia hacia bastantes años, la misma que había muerto de una manera horrible y ahora estaba plantada frente a ella, mirándola de una manera tan simple, como si nunca hubiera pasado el tiempo y el dolor. ¡No podía creerlo! la chica por la que había pasado incontables noches durante años llorandole por su muerte, estaba viva, era como si hubiera resucitado.  ¿O acaso ella había muerto?

-¿Estoy.... estoy muerta?

Lexa soltó un bufido divertido mientras se cruzaba de brazos. Vaya, esto seria interesante.

-No, no estas muerta, Clarke. Tu y yo estamos tan vivas como como todos los demás... bueno,  excepto ellos- movió la cabeza señalando los cuerpos al rededor de la rubia- ellos si están muertos, aunque pronto  nos les uniremos.- expreso de manera tan natural como si eso fuera algo que dijera todas las mañanas, y tal vez así era, porque para Clarke Lexa había estado muerta 9 años.

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora