Una batalla de vida o muerte

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Todos los guardas se alistaron en sus posiciones. Lance jamás había visto tanta conmoción en toda su vida, algo de lo que no debería sorprenderse ya que habían sido tomados por sorpresa. Había rostros preocupados, otros aterrorizados, algunos que mostraban esperanza, y otros que sabían que no sobrevivirían a la batalla que estaba por llevarse a cabo.

Él se acercó a trote a Pidge y Kolivan, quienes repasaban la estrategia por última vez en la mesa de guerra.

—¡Lance! Estás aquí —dijo Kolivan, levantando la mirada para verlo mejor—. Bien, te estaba esperando.

—¿Tiene alguna tarea para mí, Guarda Comandante? —preguntó Lance sintiendo la boca seca.

—De hecho, sí —dijo Kolivan devolviendo la vista al mapa—. Pero antes... ¿Hay algún reporte acerca de cómo los engendros tenebrosos llegaron antes de lo anticipado?

—Hay túneles bajo todo Ostagar —informó Pidge con el ceño fruncido—. No lo sabíamos porque las ruinas han caído ocultando todas las posibles entradas —elaboró una pausa, y Lance pudo escuchar que maldecía por lo bajo—. Maldita sea, estúpidos Tevinteranos.

—En ese caso, la tarea de ustedes es bastante simple, pero peligrosa —informó Kolivan, quien enfocó la mirada en Lance y luego en Pidge—. Encuentren la entrada que están utilizando, y neutralícenla.

Pidge asintió con la cabeza, y Lance pestañeó sin comprender.

—¿Cómo haremos eso, señor? —preguntó.

—Hace poco llegó un cargamento de explosivos directamente de Orzammar —dijo Kolivan—. En realidad, no son muchos. Esperábamos que llegaran más en unos días, pero el tiempo se nos ha acabado con este ataque sorpresivo —Kolivan lucía molesto—. Encuéntrenlos y eviten que se infiltren.

—Sí, señor —dijo Pidge golpeándose el pecho con el puño.

—¿Usted qué hará, Guarda Comandante? —preguntó Lance.

—Yo dirigiré a las tropas en el ataque que se está produciendo desde la espesura —Kolivan comenzó a encaminarse hacia los portones que resguardaban las ruinas—. Si tenemos suerte, y si el archidemonio se presenta, acabaremos con esto de una vez por todas —entonces, se detuvo y contempló a sus reclutas. Lance pudo atisbar algo en su mirada... Una mezcla entre desesperación y determinación—. Que el Hacedor guíe sus pasos.

Pidge elaboró una reverencia, y Kolivan se retiró de inmediato. Una vez que la espalda del Guarda Comandante desapareció de su campo de visión, Lance dejó escapar un respingo.

—Supongo que tenemos que hallar esos explosivos —murmuró, y miró a su compañero—. ¿Tú sabes dónde se encuentran?

Pidge asintió.

—Sígueme.

Ambos corrieron hacia el depósito de armas, abriéndose paso entre toda la conmoción, y Pidge se acercó a una caja situada al fondo del lugar. Lance la contempló con el ceño fruncido.

—Solo son seis explosivos...

—Eso significa que no debemos fallar —dijo Pidge con determinación.

Lance asintió.

Estaba decidido a cumplir con su deber a toda costa.

No iba a morir esa noche.

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El Camino de los ElegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora