Era una noche oscura y lluviosa, todo el pueblo dormía. De vez en cuando un rayo alumbraba el cielo pero luego volvía la oscuridad. El conde Ambrose se dedicaba a armar algunas prótesis; había trabajado toda la noche y estaba de mal humor ya que estaba empezando a tener hambre.
De repente, se oyó como que alguien rasguñó la puerta de su mansión bruscamente. Subió a su recámara y vio dos figuras que no se distinguían muy bien entre ellas. Para evitar problemas, fue al cuarto de las criadas y les pidió que fueran a revisar quiénes eran y qué querían las figuras misteriosas.
Ambrose tocó la puerta del cuarto de las chicas. Amber le atendió con cara soñolienta
-¿Si señor Cavendish?- dijo mientras suprimía un bostezo.
-Amber, Teresa hay dos personas en la puerta. Vayan a ver qué quieren, pero que no se metan conmigo; tengo mejores cosas que hacer que atender a esa clase de malditos- Ambrose cerró la puerta con brusquedad antes de que Amber respondiera. El sonido de la puerta y Cavendish subiendo las escaleras rápidamente hizo que se terminara de despertar.
Se asomó hacia donde estaba la cama de Teresa, esta dormía pacíficamente. Amber la miró rápidamente, se puso un abrigo y se recogió el cabello rápidamente antes de abrir la puerta.
Quitó todas las llaves de la puerta principal con cuidado y abrió la puerta lentamente, estaba entre asustada e intrigada.
Sacó la cabeza por la puerta entreabierta y miró fijamente a los hombres que tenía frente a ella. Uno andaba con una capucha negra y sostenía a otro que estaba en condiciones lamentables; no podía mantenerse de pie porque tenía la pierna derecha gravemente herida, su nariz había sido destruída por la sífilis y sus ojos estaban hundidos y tenía sangre en las comisuras de los labios resecos.
El de la capucha negra lanzó al enfermo hacia Amber. Ella lo recibió en sus brazos, notó que olía levemente a sudor, tierra y carbón.
-Encárguese de él- dijo el encapuchado antes de desaparecer en la oscuridad.
Amber cerró la puerta, lo llevó a un cuarto y se dedicó a limpiar sus heridas.
Cuando terminó, fue al cuarto de Ambrose tocó la puerta y dijo
-Tiene un paciente, Ambrose. Le espera en la recámara de tapiz verde-
Antes de que Ambrose respondiera, Amber se fue y despertó al resto del servicio y las enfermeras
-¡Arriba! ¡Hay un paciente! ¿Qué creen? ¿Que pueden seguir durmiendo mientras yo hago todo? ¡Y para peores mañana se despiertan y me preguntan todos los detalles de lo que pasó! ¡Arriba, que son sirvientes, no viejas de patio!- vociferó agresivamente Amber, así logró que todos se despertaran. También buscó a Albert, el mayordomo, que tampoco se libró del enojo de Amber ya que también dormía mientras ella atendía al enfermo.Ambrose llamó a Owen, Amber y Teresa al cuarto del enfermo. El conde le explicó a Owen los síntomas que tenía y a qué se debía cada uno.Seguidamente se dedicó a revisar la pierna del paciente; cuando terminó llamó a sus empleados y les dijo
-Hay que amputarla, está muy dañada como para recuperarse adecuadamente. Teresa, busque a Albert y dígale que le ayude a trasladar la pierna una vez terminada la cirugía- se volvió hacia el paciente y lo miró fijamente hasta que este asintió com resignación; estaba visiblemente alterado.
Una vez que regresaron Teresa y Albert, Owen y el cirujano se prepararon para la operación. Ambos se enrollaron las mangas de la camisa, se lavaron las manos y se pusieron unos delantales que les llegaban hasta media pantorrilla. Cuando estaba listo, Owen le dio al enfermo un trozo de tela para que lo mordiera y le indicó a Amber que sostuviera la tela con fuerza, para que el paciente la mordiera con facilidad. Amber acomodó la tela e hizo un digno afirmativo con la cabeza, Owen le devolvió el gesto y le indicó al conde que podía comenzar. En ese momento Ambrose tomó un cuchillo alargado y comenzó a cortar el músculo; en ese momento el paciente mordió la tela con más fuerza mientras gritaba y gruñía del dolor. Comenzó a salir mucha sangre de la herida, Owen le dio un puntapié a una fuente de cerámica para recogiera la sangre. Ambrose seguía cortando, cuando terminó de cortar la piel y el músculo le indicó a Owen que le pasara un serrucho. En ese momento empezó a cortar el hueso, por lo que movía el serrucho con más fuerza y el paciente se quejaba aún más del dolor.
Una vez que terminó la operación, Ambrose se lavó las manos, las cuales tenía cubiertas de sangre, mientras que Owen vendaba la herida. Albert y Amber se llevaron la pierna; cuando iban bajando las escaleras se percataron de que el conde los seguía. Cuan los alcanzó les dijo -Amber, destace la pierna y use la sangre para hacer una salsa. Todavía no he cenado.- se quedó pensando un rato - Prepare un plato para él también- después subió rápidamente las escaleras y se internó en el cuarto.
Una vez en la cocina y con ayuda de Teresa, Amber le quitó las heridas y la piel a la pierna. Luego la cortó en trozos más pequeños, los cubrió en harina y los puso a dorar con un poco de mantequilla. Mientras eso se preparaba, Amber preparó ingredientes para hacer un estofado. Cuando la carne se doró, fue transferida a una olla junto con algunos vegetales, condimentos y la sangre para que se espesara la salsa. Amber se fue a limpiar el cuarto donde fue operado el paciente misterioso y Teresa se quedó a cargo de la comida.Unas horas después, quedó listo el estofado. Teresa sirvió dos porciones y las llevó al cuarto donde estaba el paciente con Ambrose. Este último lo despertó para que comiera. Con mucha dificultad, el paciente se sentó sobre la cama y Teresa le pasó un plato lleno de su propia carne.
-Gracias Teresa, retírese- intervino Ambrose una vez que ambos tenían un plato.
Finalmente Ambrose se calmó y el hombre habló por primera vez en toda la noche, su voz era ronca y se notaba que estaba muy enfermo. - Gracias por la comida, no debieron molestarse-
-No se preocupe señor, es parte del hospital. Además a usted no le hará mal comer algo. Su condición es lamentable.- le respondió Ambrose mientras comía un trozo de carne.
-La carne está muy buena, y la salsa bastante espesa. Tenía muchísimo tiempo de no comer así.- el hombre comía sin darse cuenta de que se trataba de su propia pierna. Cuando terminó de comer, el paciente se durmió y Ambrose siguió trabajando en sus prótesis. Como ya había amanecido, los sirvientes siguieron trabajando. La única que volvió a dormir fue Amber, que estaba bastante molesta por el hecho de que nadie cumplió con su trabajo bien anoche.
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Un omóplato para compartir
HorrorEl conde Ambrose, el es un respetado cirujano, bueno respetado por todos menos por sus sirvientes, ellos conocen un secreto que le impide desdedirlos. Esta historia es pars participar en el concurse de terror y humor lo hicimos dos miss macabra y yo...