2.- Concierto De Miradas

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Durante todo el trayecto en coche, desde la estación de Angoulême hasta el castillo, mis pensamientos giran en torno a Harry Styles y me asaltan miles de preguntas: ¿será tan guapo en persona como en las fotos?¿Por qué no hay apenas información suya en Internet? ¿Está casado? ¿Por qué he tenido este sueño de modosita con él como personaje principal?

A última hora de la tarde, llego a la finca de Bagnolet. Me quedo boquiabierta y con los ojos como platos. El castillo es sublime, mucho más bello de lo que había podido imaginar. El pabellón central cuadrado y de piedra blanca está custodiado por dos alas que lo prolongan hacia el este y hacia el oeste. Una antigua pérgola, convertida en rosaleda, crea una atmósfera poética y ligeramente anticuada. El parque de estilo inglés ocupa más de siete hectáreas y desciende en una cuesta suave hasta el Charente, que discurre pausadamente más abajo. Unos periodistas que han llegado antes que yo se pasean sin prisa entre racimos y árboles centenarios quen hacen del lugar un auténtico cuadro vivo y bucólico. Dos bojes enmarcan la puerta frente a la cual se detiene el coche haciendo crujir la grava bajo los neumáticos. Inmediatamente, un señor trajeado viene a abrirme la puerta y saca mi equipaje del maletero. Todo este lujo me hace sentirme fuera de lugar pero sonrío con la mayor naturalidad posible al botones que me acompaña a mi habitación. Cuanto más avanzamos, más extraña me siento. Me saco el móvil del bolso para hacer como que estoy ocupada en algo. El hombre me invita a entrar a una habitación inmensa e increíblemente acogedora, me deja la maleta a los pies de la enorme cama, me desea amablemente una excelente estancia y se marcha. En cuanto se va, cojo el teléfono para bombardear a mensajes a Marion.

- ¡Acabo de llegar! Si vieras mi habitación...

- ¿Cómo es?

- Orden y belleza total. Lujo, calma y voluptuosidad.

- ¿En serio? ¿Qué te pasa? ¿Te has sumergido en el espíritu poético de Baudelaire o qué? Cómo te gusta fardar....

- Venga, no te pongas celosa. Si te portas bien, te llevaré una botella...

- ¡Hecho! Soy toda amor y bondad...

La conozco perfectamente. En realidad, está contenta por mí, sabe que este break me va a sentar bien pero, aun así, no puede evitar sacarle pegas a todo. ¡Marion en su pura esencia! Me guardo el teléfono en el bolso mientras pienso que es una pena que no esté aquí para vivir esta experiencia demente conmigo.

La habitación es tan bonita que me deja sin aliento. Bueno, habitación... más bien debería llamarla suite porque la supuesta habitación debe de medir lo mismo que mi piso de París. Está situada en una torrecilla del castillo y tiene forma redonda. En toda la pared, unas molduras de una fineza incomparable subrayan la altura bajo unos techos que me dan vértigo. Una tupida moqueta inmaculada color crema ahoga mis pasos y confiere a la habitación una atmósfera suave que me parece encantadora. Me tiro sobre la cama, presa de un frenesí que me hace reír: la habitación es tan grande que mi risa hace eco.

Espero que no haya cámaras.

La cama, el doble de grande que la mía de París, está vestida con un juego que combina con unas cortinas color crema y topo que rodean los inmensos ventanales de la habitación. El cabecero acolchado de color beige rosado añade un toque de diseño y romántico al conjunto. Las sábanas son increíblemente suaves y las seis almohadas están tan bien colocadas que no me atrevo a tocarlas. Descubro un último detalle que confirma que me encuentro en un lugar excepcional: la estructura de la cama, de madera noble, está ornada con el escudo de armas de Styles, realzado en oro. Me levanto de un brinco, impaciente por descubrir el resto de la habitación. Por una discreta puerta se accede a un cuarto de baño digno de los más bellos palacios, con una bañera de hidromasaje transparente que parece un enorme acuario y me dan ganas de meterme ya mismo. Mientras espero a que se llene de agua caliente, voy a la ventana para admirar las vistas del parque. La luz rasante de última hora de la tarde confiere un aspecto mágico a los sauces llorones que distingo a lo lejos, cerca del Charente.

Durante mi baño caliente de espuma sólo puedo pensar en una cosa: ¿qué me voy a poner para el concierto de esta noche? Me alegro de haberme traído mis dos únicos vestidos porque no me imaginaba para nada que iba a estar en la corte del rey Styles I. Necesito ir vestida con mucha clase pero sin pecar de extravagante, así que descarto mentalmente mi vestido rojo tornasolado que todavía no he podido estrenar.

Aún me pregunto por qué me lo compré...

Entreveo por un instante el rostro de Harrry Styles y un escalofrío de excitación recorre mi cuerpo... ¿Estará esta noche? ¿Nos cruzaremos? ¿Me atreveré a hablar con él? Sé a ciencia cierta que la respuesta es un patético «no» pero me gustaría pensar que cabe la posibilidad de que pueda intercambiar algunas palabras con el rico desconocido. Cuando salgo de la bañera, me pongo mi vestido negro sobrio y elegante, que quedará bien con el par de Louboutin negros que Émilie ha insistido en prestarme. Ahora queda por ver ¬cómo voy a conseguir andar... Me pongo mi pulsera de plata preferida y mis pendientes de perlas negras brillantes. Tardo un buen rato en decidir si me dejo el pelo suelo o me hago un recogido. Finalmente, opto un moño improvisado bastante alto para dar forma a mi corte de pelo a capas demasiado formal. Un toque de pintalabios color cereza y ya estoy lista para bajar a la sala de fiesta para asistir al concierto de música clásica. El ejemplar del programa que me han dejado en el escritorio restaurado de Luis XVI anuncia El Quinteto a dos violonchelos de Schubert. No soy una especialista ni una ferviente admiradora de la música clásica pero, aun así, tengo muchas ganas de asistir al concierto.

100 FACETAS DE SR. STYLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora