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La penumbra silenciosa de la noche, cayó sobre el cielo de Riverdale, haciendo que la ciudad luzca tenebrosa y solitaria.



El parque de remolques del lado sur estaba casi abandonado, las luces de cada hogar se encontraban apagadas y el silencio reinaba, todos los habitantes de allí se encontraban en pleno sueño.



Sin embargo, una sola persona se encontraba despierto a tal hora de la madrugada. La casa Jones estaba a oscuras, teniendo la débil luz del televisor que alumbraba el cansado rostro de FP como única fuente de visibilidad.



El hombre bebía una cerveza, ensimismado en sus pensamientos sin prestar la más mínima atención  al programa de deportes que se producía en la pantalla frente a él. Siempre encendía aquel aparato, pero nunca hacía caso a lo que éste producía; el televisor sólo era un objeto que mantenía iluminada una pequeña parte del lugar y, en cierta modo, eso lo aliviaba.



FP llevó la botella de cristal hacia sus labios y soltó un gruñido al notar que ésta estaba vacía. Había prometido que esa sería la última botella de la noche y luego se iría a dormir, pero cada vez que el sueño llegaba, unos ojos verdes habitaban su mente y eso lo frustraba.



¿Por qué diablos esa niña se le tenía que aparecer en su mente? Si lo que menos quería en esos momentos era pensar en ella; en sus definidos rasgos y su sonrisa coqueta.



Enfadado, dejó caer la botella de sus manos y se puso de pie provocando un gran escandalo. Agradeció mentalmente que su hijo no se encontrara allí en esos momentos.



Arrastró sus pies con pereza y se dirigió hacia la pequeña cocina, acercándose al refrigerador. Su mano fue hacia la puerta del electrodoméstico y, cuando amagó con abrirla, el sonido del motor de un auto inundó sus oídos.



Su ceño se arrugó e inmediatamente se apartó de allí, caminó a paso lento hacia una ventana y empujó con sus dedos parte de las cortinas, viendo a través del sucio cristal el familiar vehículo que se estacionaba frente a su vivienda.



Un escalofrío descendió por su espina dorsal, y sus manos se volvieron puños al ver como una figura en la oscuridad bajaba del vehículo. Sus ojos no podían ver nada por la falta de luz, pero aquella sombra que caminaba de forma elegante hacia su puerta era tan familiar, que una punzada en su pecho lo golpeó.



Ese caminar tan delicado, pero a la vez salvaje, lo conocía. Lo conocía muy bien, esa familiaridad estaba guardada en lo recóndito de su memoria.



Un nudo se formó en su tráquea, y un fuerte ardor descendió por su garganta hasta su estomago. Oyó como su puerta era golpeada delicadamente, y se maldijo a sí mismo al sentirse así de nervioso. Se sentía como un jodido adolescente enamorado.



Permaneció unos minutos estático, sin mover ni un músculo de su cuerpo. La estúpida e infantil idea de ignorar aquello e irse a dormir, cruzó por su mente de manera fugaz.



No sería un niño estúpido, claro que no. ¿Qué tan malo sería afrontar el problema de lindos ojos que lo esperaba detrás de su puerta?



Y la respuesta a su pregunta llegó a él al momento en que una dulce y familiar voz inundó sus oídos:



—Sé que estás allí, Forsythe, te vi asomarte por la ventana.



El hombre soltó una maldición y se quiso golpear a sí mismo al haber cometido tal estupidez. Era una persona adulta, ¿Por qué actuaba así? Debía… No, tenía que abrir esa maldita puerta y enfrentarse a la joven que esperaba afuera.



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⏰ Última actualización: Sep 01, 2018 ⏰

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