Capítulo 1.

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Capítulo 1.

–Esto es una mala idea –Clea se levantó del piso y sacudió su ropa. Yo me reí y me levanté del piso también.

–Es una buena idea. Me parece extraño que no te agrade esto cuando tú eres la loca imprudente –la portadora de los cuatro elementos me fulminó con la mirada. Tomó su mochila y puso los ojos en blanco.

–Seguiremos en eso después, ¿sí?

–¿Vas algún lado? –Le pregunté. Ella se sonrojó un poco.

–Le prometí a Ryder que cenaríamos juntos –respondió, desviando la mirada. Yo le sonreí pícaramente.

–Asegúrate de darle el postre –dije, sonriendo. Ella se escandalizó aún más y me golpeó fuertemente en el brazo antes de adentrarse en el bosque.

La vi alejarse contoneando las caderas. En otra ocasión quizás hubiera tenido una erección, pero he salvado tantas veces ese culo que a veces siento que Clea es como una especie de hija problema. Aunque no puedo negar que es alguien admirable, y no solamente por ser la portadora de los cuatro elementos. Clea Logde es el claro ejemplo de valentía.

Ok, jamás le diré eso en la cara.

Me dirigí dentro de La Casa. Mi Casa. Me llamo Alex Mir y soy el director de La Casa de Los Hermanos. Soy el jefe de aproximadamente 100 chicos vigorosos con muchas ganas de tener sexo

Una Casa llena de testosterona.

Pero son chicos responsables, inteligentes, atléticos y muy buenos en las tareas domésticas. Si fueran mujeres, fueran unas excelentes esposas ninfómanas.

Caminé por los extensos pasillos de La Casa, saludando a los chicos que hacían las tareas diarias. Llegué a la puerta de mi oficina y la abrí para adentrarme dentro de ella.

–Hasta que por fin llegas.

Esa voz...

Ella estaba medio sentada en la orilla de mi escritorio, con los brazos cruzados frente a su pecho, haciendo resaltar ese escote que me volvía loco. Ella se percató de que la miraba con deseo, porque tomó su vestido negro y comenzó a subírselo lentamente, mostrando unas pálidas y hermosas piernas con unas largas botas negras.

La bragueta de mi pantalón casi se rompe.

En un abrir y cerrar de ojos, ya mi lengua estaba en su boca, luchando por tomar el control por encima de la de ella, tratando de abarcar todo su cuerpo con mis manos, sintiendo como se estremecía debajo de mí.

Había pasado un tiempo, pero amaba como ella temblaba bajo mis manos. Me hacía sentir que aún seguía teniendo poder sobre ella.

–Rocío...–Murmuré su nombre encima de sus labios. Ella estaba jadeando y su labial se había ido al carajo, pero seguía estando bellísima. Ella me sonrió de vuelta.

–Te extrañé mucho –susurró, antes de acurrucarse en mi pecho. Yo la rodeé con mis brazos. Había pasado algunas semanas desde que habíamos estado así. Las Casas estaban un poco ajetreadas estos últimos días, y Rocío estaba terminando su especialización en hechicería, así que ella estaba muy pegada a su profesor, que por cierto es el odioso Ryder Kane, el novio de Clea.

–Yo también te extrañé –besé la cima de su frente y me alejé un poco para mirarla a la cara. Siempre que la veía vestía de negro, o de gris, pero había algo en sus ojos y en su sonrisa que iluminaba toda mi vida.

–Pero no vine específicamente a verte –Rocío sonrió de medio lado y me alejó de ella. Yo suspiré y me dirigí a mi silla. Me quité la capa azul marino que representaba La Casa de los Hermanos y la dejé en el respaldar de la silla. Rocío se inclinó frente a mí, mostrando deliberadamente su escote.

Moría por frotar mi rostro en él.

Pero cuando decía que "no venía específicamente a verme", significaba que traía consigo un mensaje de La Casa de La Unión, que era La Casa principal y la que dirigía a las demás casas.

Uno de los privilegios de que Rocío sea mi novia, es que es la única mujer que puede entrar y salir de esta Casa cuando quiera, y Keira, la directora de La Casa de La Unión, usa ese gran privilegio para mandarla a darme recados. Aunque nuestro sexo favorito era el que siempre teníamos en mi escritorio.

Pero hoy ella no parecía estar de humor, porque me apartó. Así que dedujo que quizás sea algo importante.

–¿Qué quiere Keira? –Escupí, en un suspiro. Me encontraba algo frustrado. Me dolían las bolas.

–Mandó a decirte que alguien quiere verte –comencé a masajearme las sienes.

–¿Quién?

–No me dijo quién era –se encogió de hombros. Yo puse los ojos en blanco.

–¿Hiciste todo el camino hasta aquí para decirme eso? –Escupí. Ella frunció el ceño.

–Solo sigo órdenes, señor –dijo entre dientes–. Y si ya no me quiere ver aquí, entonces me retiro –ella se dio la media vuelta, pero se detuvo en seco. Giró y me fulminó con la mirada. Yo la miré y le sonreí.

–En presencia de un director, no puedes irte hasta que él te lo ordene –le recordé. Ella pareció el doble de frustrada que yo. Ella miró al cielo, quizás buscando alguna respuesta.

–¿Por qué soy novia del director de La Casa de Los Hermanos? ¿Por qué? –Preguntó, más para sí misma, pero con la intención de que la escuchara.

–No quiero ir hasta La Casa de La Unión por algo sin importancia –le indiqué con mi dedo que se acercara. Ella sin pensarlo caminó de regreso a mí y se sentó en mis piernas. Pude disfrutar de su olor con más calma. Ese olor tan extraño que me embriagó desde la primera vez que la conocí.

–Era algo importante –agregó, mientras yo acariciaba sus piernas desnudas–. Keira tenía algo de prisa en cuanto a eso. Me mandó a venir de inmediato.

–¿Qué podrá ser? –Cuestioné, mirándola a los ojos. Ella desvió la mirada.

–¿Por qué me preguntas eso, Alex? –Su voz bajó varias octavas. Estaba casi susurrando. Sus ojos marrones se cerraron mientras recostaba su cabeza en mi hombro–. Tú casi no me cuentas nada. Ni siquiera sé cómo obtuviste tu maldición.

Tragué grueso. –Eso es algo de lo que no me gusta hablar.

–Pero soy tu novia –Agregó rápidamente–. ¿No tengo derecho a saberlo?

–Tú sabes qué es lo que siento por ti, Rocío –ella levantó la cabeza y me miró a los ojos–. No puedo curarte. Sabes que estoy enamorado de ti. Yo debería ser el inseguro. No sé si de verdad estás enamorada de mí.

–¿Estás desconfiando de mí? –Se levantó de mis piernas, y por un momento sentí un poco de miedo. Cuando se enojaba, tenía un carácter más de mierda que lo normal.

–No es eso...

–Hablemos después, Alex –ella alisó su vestido negro y peinó un poco su desordenado cabello–. Si vas a La Casa de La Unión, ya sabes dónde encontrarme –me miró fijamente, con una expresión de "quiero comerme tus vísceras".

Suspiré. –Puedes irte –y se fue, resonando los tacones de sus botas en la extendida y ahora vacía oficina. 

Magos de Mina Extra: Ataque a La Casa de Los Hermanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora