Capítulo 3

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Ah sí, y que encomienden sus almas a Odín y de paso le pidan bolsitas de sangre por si acaso ya que este cap contiene lemon y del bueno 7u7
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En la tercera habitación a la derecha, - específicamente dentro del baño de la misma- se encontraba un genio, billonario, filantropo y playboy discutiendo consigo mismo sobre si salir o no de la ducha o si quedarse a dormir allí dentro, no sabía si Steve estaba o no en la habitación que debían compartir y no quería averiguarlo tampoco, para ser honesto, aunque eso significase dormir solo en boxer y una toalla como cobija. 

Aunque, pensandolo bien, no quería resfiarse, hacía mucho frío y si se llegaba a resfriar sería una mierda total; su carácter y forma de comportarse no era la mejor cuando se enfermaba, o eso decían sus compañeros, ya que para él era común y corriente comportarse de esa manera, ellos siempre se quejaban y dejaban a cargo a Steve. Quien se desvivia en mimos y atenciones para con él.

Pero ahora y tras el desastre con Ultrón sinceramente no creía que éste fuera a tener las mismas atenciones que tuvo aquella vez que se enfermó hace un par de meses atrás. 

así que soltando un suspiro de resignación y armandose de valor se decidió a salir del baño, primero ojeó en dirección a la cama cual ratón, temeroso de que el gran y guapo gato estuviera al acecho y al ver que no había nadie, salió a paso rápido vestido únicamente con unos bóxers rojos muy ajustados que muy amablemente la esposa del arquero le había conseguido, hasta que una voz ronca y muy conocida para él le hizo detenerse a mitad del camino.

-Pensé que te habías desmayado; estaba a punto de derrumbar la puerta e ir a rescatarte.-Steve se encontraba del otro lado de la habitación, específicamente junto a la puerta y vistiendo únicamente unos pantalones de hacer yoga de algodón muy delgados, tan delgados que se podía divisar que el soldado de otro tiempo no llevaba ropa interior. No tenía que ser un genio para darse cuenta que lo había estado esperando.

Muy mala idea eso de olvidarse el pijama en la cama.

Entonces, recordando quién era y el cómo lo había llamado Steve, decidió irgonarlo como lo había hecho todo el día, pero eso si, lo haría sufrir, sabía de la obsecion que el rubio sentía por su anatomía, así que, hoy sería el día de poner a prueba sus límites.

-¿Vamos a seguir así?, ¿es qué no piensas hablarme?- preguntó Steve francamente desesperado. 

No había cruzado palabra alguna con él en casi veinticuatro horas, se estaba trepando por las paredes y más al verlo enfundado en esos pequeños y pegados bóxers exclusivos para donceles que le había solicitado comprar a la señora Barton, pues, sabiendo lo despistado que es su castaño, estaba seguro que no se había percatado que aquella prenda tenía encaje a los ardededores de los elásticos y que, en la zona del perineo, había una abertura, lo suficientemente elástica para dejar pasar a un miembro ansioso. 

Justo como el suyo actualmente. Dios, sí, se estaba muriendo por tocar aquella piel acanelada, por lamer aquellas pequeñas gotas de agua que tenía en sus hombros y bajaban descaradamente por su sexi espalda. 

Sabía que no iba a ser fácil, pero debía solucionar lo que había dicho, se había pasado de la raya al llamarlo como sus detractores lo hacían y sabía que lo había lastimado a niveles catastróficos, pero él lo arreglaria, lo curaría, aunque tuviera que arrastrarse. 

Tony ni si quiera reaccionó, simplemente se puso la toalla que aún llevaba en las manos en la cabeza y comenzó a secarse el cabello, encorvando el cuerpo más de lo necesario, mostrando sus curvas y sus glúteos de infarto. Sonrió debajo de la toalla al escuchar el gemido agónico de Steve. 

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