CAPÍTULO 1.

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<<Lo siento, papá, he perdido el último bus hasta casa>>. Eso era lo único que me repetía una y otra vez antes de golpear la puerta de madera con los nudillos. La contemplaba sin saber exactamente si debía llamar o no, no deseaba volver a tener que ver su cara de espanto al verme llegar tan sumamente tarde a casa. Sin embargo, pasé saliva y golpeé la puerta con los nudillos todo lo fuerte que pude porque no tenía las llaves de casa.

Tras aquellos continuos golpes solo se formaba el eco de los mismos concluyendo en un silencio ensordecedor. Hundí la frente contra la puerta por el cansancio que me suponía aquello. El frío de la calle me rodeaba el cuerpo y mi chaqueta estaba húmeda por la lluvia que había caído antes.

Un olor un tanto desagradable penetró el frío y me acarició la nuez y los músculos. Era un olor intenso y purificador, aunque continuaba resultándome muy desagradable. El olor de la marihuana. Giré el cráneo sobre la puerta y me percaté de una figura que se situaba en la casa de al lado, aquella silueta se recortaba en todo el humo que la rodeaba. Estaba sentada sobre las escaleras que descendían hasta la salida a la carretera. Su rostro, en la neblina de maría, se desvió hacia mí.

-Un poco tarde ¿no?-Dijo la voz de la figura.

El humo se iba disipando gracias a que el sujeto fumador soplaba. Pude comprobar que se trataba de Rick. El chico moreno y de piel tostada que vivía en la casa de al lado desde que mi padre se mudó aquí. Nunca me había fijado demasiado en él por el aspecto tan demacrado que siempre había tenido, con el cabello despeinado y ondulado además de no mencionar aquellas sudaderas gigantes y negras y las deportivas desgastadas y sucias.

-¿Qué más te da?-Solté con desprecio.

-Tu padre se ha ido a trabajar ya. Las cinco de la mañana no son horas para llegar a casa-Inhaló una calada y luego la soltó volviendo a mirar al frente.

-Si, si. ¿No tendrás por casualidad la copia de las llaves?-Pregunté cambiando de tema.

-No creo... puede...-Arqueó ambas cejas volviendo a tomar una calada.

-¿Si o no?-Dije brusca.

Se rió apagando el porro contra el suelo. Se limpió los vaqueros y se incorporó con cuidado evitando caer y zarandearse hacia la hierba de su jardín. Comenzó a caminar hacia mí y se quedó quieto en la valla que separaba las casas, sus brazos se posaron sobre las terminaciones redondeadas de madera creando una superficie blanda para poder colocar su barbilla. Sus ojos castaños y rojizos me miraba caídos.

-También puedo enseñarte a colarte en tu propia casa.

-No gracias-hice una mueca de desagrado con la boca-, no necesito que un yonki como tu me enseñe a realizar el allanamiento de morada.

-Pues no tenemos copia de llaves, porque mi tía se la dio a tu padre para que tuvieras tu una copia.

Me aparté de la puerta y me senté en el escalón suspirando. Hundí mi rostro sobre las manos y me dejé llevar por una pequeña desesperación. Era la quinta vez esta semana que llegaba a estas horas a mi casa, pero lo necesitaba, necesitaba salir y bailar con mis antiguas amigas de siempre. Necesitaba ponerme los tacones y un vestido caro para disimular que seguía siendo del barrio pijo.

Alcé la cabeza y clavé los ojos en el suelo. Sentía los tacones aprisionando mis pies, mis pies hinchados y sanguinolentos.  Me dolían e incluso, podía decir que hasta los notaba arder y quemar por el sufrimiento; así que los deslicé por mis dedos y me desprendí de ellos. Se me escapó un bufido de placer mientras movía los dedos y notaba el fresco nocturno sobre ellos, era maravilloso volver a sentir la sangre circulando.

La lista de la felicidad.Where stories live. Discover now