2. No revises las fotografías

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Rose estaba sentada sobre su cama junto a Nina, ambas jóvenes habían establecido una profunda amistad a raíz de su pasión por la fotografía y eso era a lo que se dedicaban ahora, haciéndose fotografías con diferentes posiciones, a cada cual más difícil.

- Vale Rose, ahora pon la mano derecha allí. No. Allí. Ahí, ¡perfecto! -Click. Rose fulminó con la mirada a la rubia a la que tenía por amiga y torturadora profesional. La chica se limitó a reír y a sacar un par de fotografías. - Bien, ahora pon la pierna izquierda en la pared y levanta el cuerpo, apóyate en las manos. Ahí, un poco más... un poco más... un ¡Pum! ¿¡Estás bien?! -Rose se había caído de la cama y ahora se frotaba la espalda dolorida haciendo un puchero molesta.

- Sí, genial. -Miró al suelo, donde había caído, durante el proceso había tirado una pequeña caja rosa palo que contenía unas fotografías del día en que todo había ocurrido. - Eres increíble ¿sabes? Incluso estando como estábamos te las apañaste para hacer fotografías... -Nina sonrió orgullosa y asintió- ¿Puedo quedármelas? Solo para revisarlas con calma, luego te las devolveré.

- Claro que puedes Rose, éstas ya las he pasado al ordenador, la calidad de gráfico no tiene punto de comparación, pero no te preocupes. -La pelirroja le dio las gracias y las recogió devolviéndolas a la cajita y guardándolas en su mochila.

Cuando llegó a su casa esa tarde sacó la caja de su mochila y esparció las imágenes por su cama. Tomó la primera entre sus manos y empezó a revisar que no hubiese ninguna incorrección: desenfoques involuntarios, pixelaciones, zonas borrosas, ojos rojos... cualquier cosa que dañase la calidad de la imagen. Llevaba ya varias imágenes cuando una llamó su atención, en ésta salían los ocho amigos, Nina aparecía reflejada en el espejo del armario de Andrew y los demás estaban sentados en diferentes posiciones en la sala. Habría seguido inspeccionando la imagen si su madre no la hubiese llamado en ese momento para cenar.

Hasta una semana más tarde no tuvo la ocasión de volver a revisarlas, ya había acabado la mitad, estaba muy acostumbrada a eso. Nina fotografiaba y ella escaneaba, revisaba y corregía cualquier defecto que hubiese. Normalmente Nina no presionaba el botón si no era para capturar una imagen perfecta, pero había cosas que escapaban al control de la fotógrafa.

Volvió a coger la imagen. Revisó cada uno de los componentes con meticulosa cautela, asegurándose de no dejar escapar el más mínimo detalle.

Y no se le escapó.

Rose nunca había sido desconfiada, de hecho, era la clase de chica que de tan inocente a veces era tonta. Pero incluso ella sabía perfectamente que la regla no deja marca de dedos, y allí estaba, en la esquina inferior derecha, pasando desapercibido para cualquiera que no fuese ella, la joven tenía tres líneas de sangre en las medias, en la parte interior del muslo derecho. La marca de una mano mal borrada. Apenas visible, pero visible. Si hubiese sido cualquier otro ni siquiera se habría percatado. Pero Rose siempre había sido sumamente perfeccionista. Contempló la imagen incrédula. No podía ser, todo debía tener una explicación. Después de tanto tiempo, no había la menor duda. Debía haber alguna razón. Ella no era mala... ella nunca habría hecho algo así... Rose permaneció inmóvil insegura de qué debía hacer a continuación. Pero sí sabía una cosa a ciencia cierta, si ella era la culpable, debía tener algún motivo para hacerlo. Algún motivo que quizá escapaba a su comprensión. Y ella nunca le haría daño ¿verdad? Eran amigas después de todo. Pero... ¿acaso no era también amiga de Jason? Entonces... ¿Por qué?

Sacó su móvil dispuesta a llegar a la conclusión de todo ello, si no era culpable, que era lo más probable, se justificaría y ya, y si era culpable... Rose se estremecía solo de pensar en esa posibilidad, pero si era culpable, Rose iba a escucharla, por el bien de su amistad. La voz de la pelinegra le contestó desde el otro lado del teléfono. Quedaron en reunirse a las cinco en una cafetería de la zona, un lugar con suficiente gente como para estar a salvo. Solo por si acaso...


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La pelirroja trataba de calmar su respiración acelerada, miraba intranquila de derecha a izquierda buscando cualquier rastro de su amiga. Miró un momento la fotografía de nuevo. Revisando las manchas por enésima vez, por si se había equivocado las veces anteriores... pero no. Eso era sin duda sangre. Borrosa, casi invisible, muy escondida, pero sangre.

- ¡Hey, Rose! -La voz de la joven pelinegra la hizo salir de sus pensamientos de un sobresalto.

Tomó aire y lo soltó despacio. Había llegado la hora.

- Tenemos que hablar. -La dulce pelirroja extendió la imagen delante de su ahora confundida amiga apuntando con un dedo a la mancha en las medias de la fotografía.

SecretsWhere stories live. Discover now