¿Truco o trato?
Odio Halloween. Vengo de padres irlandeses y de antepasados celtas, y os aseguro que el Halloween que se celebra en Estados Unidos, nada tiene que ver con el "Samhein".
Al menos, para mis familiares ese día tenía un sentido, porque se celebraba el fin de las cosechas y el inicio de la estación oscura.
Pero esto es absurdo. Un Halloween en nueva Orleans os podéis imaginar cómo es, ¿no? Acabo de ver a Jack el Destripador, a Freddie Krugger y a la Niña del exorcista persiguiendo a Frankenstein y a la novia de Drácula. ¿Qué sentido tiene eso? Asustar por asustar no da miedo. Si ya sabes que alguien te va a atemorizar, el factor sorpresa se pierde. Y eso, sin mencionar a las hordas de zombies poseídos y a los practicantes de voodoo que hay ya de por sí pululando en el Barrio Francés.
-¿Truco o trato? -me dice un niño disfrazado de momia mientras tira de mi pantalón.
¡Venga ya! Ni siquiera estoy dentro de una casa. La tradición manda que tienes que darle al timbre de tus vecinos hasta quemarlo y avasallarlos con el típico grito de "Trick or treat!" Pero yo estoy sentada en las escaleras de un local, ni siquiera estoy bajo un techo. Aun y así, pongo los ojos en blanco. Es un niño y hay que hacerle algo de caso. A mis diecinueve años, no voy a arruinarle el día a un futuro terrorista en potencia.
-Trato, por supuesto -le contesto mientras accedo al chantaje y echo mano de los caramelos que tengo en el bolsillo de mi chaqueta.
El niño abre las manos y sonríe orgulloso de su, más que dudosa, fechoría. Se da media vuelta para irse, no sin antes sacarme la lengua y decirme:
-¡Bu!
Yo finjo que me asusto y el pequeño se va pagado de sí mismo. Esa noche ya ha triunfado.
Me levanto, muerta de aburrimiento. Debo de ser la única en ese estado, porque todos allí corretean de un lado al otro y se oyen gritos en la lejanía mezclados con risas y carcajadas esperpénticas. Yo sigo sin encontrarle la gracia.
Me dirijo hasta mi casa, y me quedo embelesada con el barrio francés. Es precioso. Veréis, absolutamente todos los caminos en Nueva Orleans tienen nombres dotados de magia, y todos van a parar al mismo lugar: Una zona formada por catorce calles llamado Barrio Antiguo para los más "antiguos" y Barrio Francés para los más modernos. Y esta noche de los muertos, el barrio francés está a rebosar de vida. Las bugambillas de los balcones de hierro forjado parecen más grandes y brillantes, supongo que se alegran al escuchar el Jazz que suena alegremente en todas las calles, y se les sube el color dando así un tono romántico y cálido a la gran Vía.
-Truco o trato -me dice una voz masculina a mi espalda.
Vuelvo a bizquear y me giro cada vez con menos humor. Eso ni siquiera había sido una pregunta, en todo caso, se asemejaba más a una orden. Como si yo no tuviera elección. Pero cuando me doy la vuelta, me quedo sin palabras. Ese espécimen masculino vestido de negro, tenía sus ojos plateados clavados en mí. Me recordaba al vampirito sexy de "Noche de miedo"... Colin Farrell está muy bueno. Pero este lo está mucho más. La comisura de su labio se levanta en una especie de sonrisa insolente, y yo me limpio la comisura del mío porque temo estar babeando. Cuando veo que no estoy haciendo el ridículo, alzo una de mis cejas castañas. Sí, es uno de mis movimientos de los que puedo presumir que hago a la perfección. ¿Cuántos años tendría? ¿Veinte y tantos?
-No vas disfrazado -le digo-. No juego si, como mínimo, no vas vestido de cura o de hombre lobo...
-¿Necesitas un exorcismo? -me pregunta con un acento un tanto antiguo.
¿Un exorcismo? ¡¡No!! ¡Necesito algo tan insignificante como un maldito babero!
Él sonríe como si hubiese oído lo que estaba pensando. No había hablado en voz alta, ¿verdad?
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Historias de Halloween - Varios autores
Teen FictionHistorias de Halloween de varios autores: Lena Valenti y Megan Maxwell.