Capítulo 4: Buenos y bien acompañados días

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~Ella~

-Buenos días profesora.

-Señorita Urtiaga, sería usted tan amable de explicarme porque está saliendo del cuarto del profesor en camisón.

-Joder Is, no me des estos sustos –exclama Roberto detrás de mí.

La profesora Isis le lanza una mirada de odio que me provoca una sonrisa, estoy segura de que le tiraría un zapato si no fueran unos Miu Miu de esta temporada; un ruido llega desde el pasillo y ambos hermanos me hacen entrar a la habitación en un nudo de brazos, piernas, empujones, y tropiezos. La profesora nos hace un gesto con su índice en la boca y sale por la puerta, Roberto pega su oído a la puerta y contrae la boca en el lado derecho arrugando el entrecejo, vale, puede que sea un poco guapo. Se da la vuelta y me pilla observándolo.

-¿Me estas mirando? –pregunta con una sonrisa pícara.

-Para nada. –Miento descaradamente ensanchando su sonrisa.

-¿Segura? Parecías muy concentrada.

-Completamente, demasiado viejo para mí gusto. –Sonrío con suficiencia.

Antes de que pueda contestarme alguien toca la puerta y me hace señas para que me meta en el lavabo. Escucho como entra en la habitación y abren la puerta del baño de golpe.

Roberto, el muy… Lo acuchillo con la mirada, detrás de él su hermana se masajea el puente de la nariz. Levanta la cabeza y me pasa una bolsa.

-Es ropa, si vistes normal cuando te vean no pensarán que te has follado a uno de los profesores. –me mira duro.

-En realidad –empieza Roberto pero lo corta.

-No me interesa, no quiero saberlo.

Entro al baño con la bolsa y me cambio unas mayas, una sudadera y unas chanclas de playa, ¿En serio? ¿Unas chanclas de playa? Que me paseara en pijama sería más creíble. Meto mi pijama en la bolsa y salgo interrumpiendo la pelea de hermanos. Ambos me dieron la misma mirada reprobatoria, exacta pero en ojos de diferente color. Toso para esconder una sonrisa. Roberto me guiña un ojo antes de cerrar la puerta, su hermana y yo caminamos a lo largo del pasillo en un silencio que hace el sonido del chirrido de un cristal apetecible.

Se aclara la voz y me mira decepcionada –realmente esperaba algo mejor de ti Ella.- ¿Qué mierda quiere decir eso? Contengo mis ganas de insultarla y me paro.

-Profesora Isis, -empiezo indiferente- ayer cuando su hermano llamo a mi puerta intenté ir a buscarla a usted  pero los gemidos me dieron a entender que no era un buen momento para interrumpir. –Cambio mi mirada dura por una sonrisa y añado- bonitos zapatos.

Vuelvo la vista al frente y continuo mi rumbo dejándola pasmada y algo ruborizada. Cinco minutos después entro en mi habitación, por suerte solo me ha visto el conserje y el fósil del profesor de matemáticas. Nina y Kim están sentadas en mi cama y cuando entro se giran con los ojos llorosos.

-Oh oh –digo entrando al baño.

-¿Oh oh? ¿Es lo único que se te ocurre después de haber desaparecido toda una noche? –Pregunta exaltada Kim- ¿Oh oh? ¿Te haces la menor idea de lo preocupadas que hemos estado?

Cierro la puerta con los ojos en blanco y ellas dentro, par de dramáticas.- Lo siento –digo con una sonrisa.

-¿Se puede saber dónde has estado? –me recrimina otra vez Kim.

-Claro mami –digo desvistiéndome- un borracho todo mi puerta anoche y lo acompañe hasta su cuarto –me meto en la ducha- ¿Qué tal lo pasasteis anoche? –aprovecho el silencio para cambiar de tema.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco… Nada ¿Nada? Saco la cabeza entre las cortinas para encontrarme sus caras perplejas. Mierda. Comienzo a enjabonarme la cabeza mientras ellas salen del shock.

-Tú, Ella Urtiaga, has pasado un noche con un hombre, de este internado. –dice pausadamente Kim y nada de todo es una pregunta.

-¿Y se puede saber quién es? –pregunta Nina metiendo la cabeza por la cortina.

-¡No! –exclamo mojándola.

-Venga Ella –insiste- por favor, porfis, porfita.

-No.

-Al menos dinos si hubo sexo –dice Kim.

-Claro que no.

-¿Claro que no lo hubo o claro que no nos vas a decir? –me interroga Nina metiendo la cabeza por la cortina justo por debajo de la de Kim.

-¿Si os contesto me dejareis en paz? –Asienten- mmm –muerdo mi labio y tiro de la cuerda del mango de la ducha empapándolas- no hubo sexo, ahora dejadme en paz.

~Roberto~

Me acuesto en la cama de golpe, Ella ha dormido hoy en mi cama, y de alguna manera eso me hace sentir extraño. Sacudo mi cabeza, no puedo pensar en esto. Pero es que Dios, las Diosas del Olimpo la envidiarían. Me levanto y me doy una ducha refrescante, anoche bebí mucho, y como en cada resaca me muero de hambre, me coloco unos vaqueros y una camiseta verde y bajo al comedor.

Por lo general como en la cafetería de los profesores, pero me apetece verla. Entro en una sala del tamaño del gimnasio con mesas redondas de madera oscura y la cocina tipo bufe al fondo. Siento las miradas adolescentes en mi nuca. Cuando casi he llegado a mitad de la cafetería la veo, sentada en el mismo centro del salón mirando aburrida su yogurt mientras sus amigas le hablan con miradas curiosas. Seguramente le preguntan donde ha pasado la noche, cuando paso a su lado y aprovechando la mirada fija de sus amigas en mi culo y le guiño el ojo, ella me regala una dulce mirada de muérete asqueroso. Llego a la mesa donde los profesores encargados del comedor se sientan y saludo al de matemáticas sentándome a su lado.

Es un señor mayor casi calvo y con bolígrafos en el bolsillo de su camisa. Le sonrío amable –Buenos días profesor Fernández –él me devuelve el saludo- ¿Le importaría si lo sustituyo esta mañana en el comedor? –el levanta la cabeza de golpe como si le hubiera abierto las puertas del cielo.

-¿Con qué fin? –pregunta desconfiado.

-Intento librarme de una mujer en la sala de profesores –digo y curvo una media sonrisa- usted me entiende.

El toma su periódico y me desea un buen día mientras sale del comedor.

Hola holita, feliz verano o cualquier otra estación en la que os encontréis (¿Invierno verdad?) Espero que os guste el capítulo aunque es flojito, lo sé.

Ya habéis visto a Roberto y Ella, aunque se me fue un poco deciros que era Ella. Ahora os dejo a Nina y Kim por este orden.

Besipops  para todos y todas.

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