No estás lejos.
Fluyes en mi torrente sanguíneo, palpitas conjunto a mi corazón. Te inhalo en la lluvia que cae a cantaros en el exterior mientras te siento erizar mi piel con cada ventisca helada que inunda la habitación.
En mi caminar te siento fantasmagóricamente a mi par con tu tacto recreándose entre las yemas de mis dedos: fríos sin tu previo calor. Y puedo escuchar tu risa sobre toda la bulla ensordecedora, que me guía y me motiva.
El espacio entre nosotros no significa mucho. Voy camino hacia ti. Cada cosa que hago, cada examen que apruebo, cada meta que cumplo y cada sueño que comienzo a emprender: todo ello me va guiando a tu encuentro, mientras me voy formando como persona, mientras voy madurando y mejorando todas mis capacidades para se mejor por ti y para ti, porque una persona como la de tu clase, extraordinaria y anómala, prodigiosa existencia por sobre tanta etiqueta, merece mas que oro, y aunque no pueda ofrecerte aquello, puedo hacerte dueño de las hectáreas de alma que llevan tu nombre desde que te vi aparecer por aquella aula un martes por la mañana. Mereces mucha felicidad, y quiero poder ser producto de sonrisas improvistas entre espacios de tiempo sin oficio, nadando impredecible en pensamientos fugaces dentro de tu mente.
Quiero ser tu razón y tu anhelo de las mañanas. Y las tardes y las noches, pero sobre todo en las madrugadas, horas donde los pensamientos puros llueven sobre nosotros. Quiero que desees mi presencia, como yo deseo la tuya cada segundo que transcurre. Quiero que quieras y puedas esperar, porque yo esperaré por ti, mientras las cosas se colocan en su lugar en este desastre de realidad de nuestras vidas.
Te esperaré, porque estas junto a mí.
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Sólo un desfogue.
