El viaje de mi vida

181 32 26
                                    

Último aviso para el vuelo con destino a Roma

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Último aviso para el vuelo con destino a Roma.

Más feliz que una perdiz, sonrío como una idiota. Releo el mensaje de Ángela en el móvil, donde me notifica que se retrasan, pero no estoy nerviosa. Por supuesto que no. Me muerdo las uñas y siento unas ganas terribles de ponerme a gritar como una loca, pero no... No estoy para nada nerviosa. Aspiro y expiro.

Malditas idiotas, ¿dónde diablos se habrán metido?

Las mataré cuando aparezcan. Lo haré con mis propias manos y de un modo lento y muy doloroso.

«¿Dónde estás?»

Me giro hacia atrás y las comienzo a buscar con la mirada. ¡No es el maldito momento de jugar a las escondidas!

«Nosotras estamos dentro»

Maldigo y pataleo. Ni siquiera las vi pasar. Clavo la vista en la fila de gente que se pelea por acceder al avión y siento que me hago pequeñita.

«Relájate, Flor. Este es el viaje de tu vida»

¡Y una mierda! El viaje de mi vida no comenzaría con agobios y tensión sin sentido, comenzaría con dos amigas puntuales y normales, sentadas en un avión rumbo a Roma. No así.

Comienzo a buscar el DNI por el bolso, y se me para el corazón cuando no lo encuentro. Cada vez queda menos para el esperado momento, y la maldita azafata me enviará de cabeza al final de la cola. ¡No!

Rebusco como loca, como si se me fuera la vida en ello, y después de dos paradas cardíacas y una respiratoria lo consigo encontrar. Uf.

Debido a la amplia cola y al retraso con el que estamos accediendo ya por la puerta de embarque, las azafatas ni se fijan en los billetes o en nuestra identidad, por lo que mi búsqueda por el maldito DNI fue en vano.

Me adentro en el avión y lo primero que hago es buscar la cabellera pelirroja de Ángela —esa de la que poco tiempo podrá disfrutar, ya que pienso arrancarle uno a uno todos sus preciosos rizos cuando nadie nos vea—, pero no la localizo.

Maldigo, pero cuando aprecio mi número de asiento, me dejo caer sobre él como un saco de patatas. Me da exactamente igual lo que haya pasado con mis dos amigas impuntuales y fastidiosas. ¡Yo me voy a Roma! Ellas que hagan lo que les venga en gana.

Casi al momento un hombre de cabello claro y piel blanca se me acerca. Me dice un par de cosas que logro entender, a pesar de no captar ni una sola palabra en inglés: me está diciendo que estoy ocupando su asiento. Saco el billete y observo lo que pone sobre él. Se lo muestro pero parece no entrar en razón. ¡Venga ya! ¿Es qué está de broma? En mi maldito billete pone «14A». Le dirijo una mirada intimidatoria y, sin más, comienza a gritar como un poseso palabras en inglés que no logro comprender. Le hago un par de gestos para que baje la voz, pero el hombre prosigue.

Una de las azafatas se acerca a poner calma. Agarra ambos billetes y, tras fijarse en la coincidencia de asientos, decide reasignarme en el único libre del avión. Supongo que me reasigna a mí porque el otro espécimen habría montado en cólera de haberlo intentado. Menudo idiota.

Siento el impulso de dar palmas cuando me llevan a primera clase.

¡Toma ya! De hecho creo que podría decir que sí, en efecto, aquí comienza el viaje de mi vida. 

Destino AberdeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora