Prólogo: Una noche estrellada en el parque.

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Simon movía su pie frenéticamente en el asiento de la escuela. Esperaba impacientemente como todos los alumnos que el timbre sonará. 

La profesora corregía los exámenes de Algebra, mientras que todos esperaban la hora de salir de allí. A las cuatro en punto igual que todos los días, el timbre sonó, haciendo que la fauna de alumnos de tercer grado corran hacia la salida.

Simon se dirigió a su madre, colocando sus pequeñas manos en las piernas de ésta, abrazándola fuertemente. La madre de éste se colgó su mochila de su hijo, esperando el reclamo de Simon de todos los días. 

—Má, ¿podemos ir al parque?

—Claro —susurró su madre, caminando junto a él.

Juntos llegaron al parque, en donde la madre de Simon le dio permiso de hacer lo que quisiera, pero aún así, ella lo seguía a todas partes. El pequeño corrió hacia la cancha de fútbol, con su madre detrás.

—Amigos, ¿puedo jugar con ustedes?  —preguntó el pequeñín tímido. Los niños que estaban jugando, sonrieron, asintiendo. 

El pequeño Simon jugó y jugó, hasta que cayó al suelo y quedó allí llorando. Su madre lo curó un poco y se sentó con él en el pasto. 

Empezaron a observar el cielo azul, estrellado. Su madre le señaló varias constelaciones y luego, una niña, que observaba el cielo azul en paz, con un libro y una cámara fotográfica a su lado.

—Ve con ella, pequeñín —susurró su madre, observándolo. El niño asintió y corrió hacia la pequeña, sentándose a su lado. 

—Hola —susurró tímido. La niña sonrió y tomó su mano.

—Soy Claire 

—Simon —susurró el pequeño. La castaña reposó su cabeza sobre el pecho de Simon y juntos miraron la hermosa noche estrellada. Hacia un poco de frío, pero lo soportaron, dándose calor entre ellos.

Así es como conocí a Simon, mi ahora mejor amigo. Las estrellas nos conectaron de cierta forma y aún nos conectan. 

Ambos adoramos las estrellas desde ese día. 

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