I. Lila

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Salvé Perseus Jackson, Dios de las mareas, de las corrientes y de la lealtad; protector de los héroes, de los semidioses y los infantes; cuidador de la esperanza, la familia y la amistad; señor de las armas, de las máscaras y el perdón.
¡Salvé Perseus Jackson!
Nuevo Dios del Olimpo

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Lila

Con temor invadiendo su pequeño cuerpo, una niña temblaba notoriamente y cerraba con fuerza sus ojos llenos de lágrimas.

Estaba aterrada, no quería morir.

Deseaba conocer a su padre biológico, reclamarle por no estar para su madre y ella, pedirle explicaciones sobre su ausencia y quería una disculpa de su parte, que se disculpara por abandonarlas.

Pero eso no sería posible.

Ya no tenía esperanza alguna de ser rescatada. A nadie le importaba, ni siquiera a su madre.

Iba a morir ahí, a manos de una escoria humana.

El silencio absoluto que sustituyó a la acelera respiración de aquel hombre y el suave olor a mar que le rodeó de un momento a otro, cubriendo la pestilencia del alcohol, fueron suficientes para hacer que la niña abriera los ojos –solo un poco– para saber porque seguía viva.

Y entonces lo vio.

Era un chico con una gorra puesta al revés, sus ojos eran verde mar y solo vestía un pantalón de mezclilla azul con una camiseta del mismo color, bastante simple a decir verdad.
Lila podía sentir la energía y poder saliendo de él. No pudo evitar temer a pesar de ya no tener a la vista a su asqueroso padrastro.
Sus ojos –de un azul eléctrico, ahora abiertos en su totalidad– hicieron sonreir internamente al desconocido.

–No te haré daño, ven conmigo– Dijo en voz baja, casi en un susurro. Su voz era reconfortante.

Ella negó, asustada. Fuera quien fuese, era un hombre y los hombres siempre le hacían daño. Incluso sus amigos que habían dicho que la querían, la traicionaron, solo por un par de dólares que su padrastro les había dado.

No.

Ni loca iría con aquel desconocido.

Estaba viva y se mantendría así.

El chico sonrió de lado, se quitó la gorra y debo caer un largo cabello azabache. Lila abrió los ojos aún más de ser posible.

¿Era... Una niña?

Con el asombro plasmado en su cara, Lila recorrió el rostro de su acompañante.

Labios delgados y rosados; sus ojos –aún de un misterioso verde para la niña– estaban enmarcados por una tupidas pestañas; su piel seguía siendo de un color dorado, bronceado; su cara era más fina y sus fracciones más delicadas.

Negó.

Estaba segura de que era un  chico. Ahora, ya no tanto.

La chica frente suyo sonrió hacia ella y Lila sintió como una gran paz y tranquilidad le recorrían.

–Soy Percy, yo te protegeré. He venido para llevarte a un lugar nuevo, a un hogar– Si bien, Lila no pudo evitar sorprenderse por lo proteger y tener un sentimiento cálido ante hogar, seguía confundida.

¡Hace segundos, podría jurar que estaba frente a un niño, apenas mayor que ella, pues no parecía tener más de diez años, y ahora estaba frente a la versión femenina del chico! ¡Chica! Lo que sea.

Boqueo un poco, intentando formular una respuesta coherente para si misma.

–Vamos, ya llevamos muchos tiempo aquí, no tardarán en encontrarnos– Comento la azabache con algo de ironía pero su sonrisa seguía intacta. Extendió su mano hacia Lila, quien no pudo sino aceptar su gesto.

De reojo logro ver un extraño ser con cabeza de toro, le mirada con furia y resignación, como si alguien hubiera robado su cena y no le quedará más opción que buscar una nueva presa.

Se estremeció.

Una luz las rodeó, instintivamente Lila cerró sus ojos, sin ver cómo desaparecían en un vórtice de polvo dorado y luz azul, como rayos de sol vistos bajo el mar.

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632 palabras.

One shot's: El nuevo Dios [Percy Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora