II. Alex

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El mundo estaba de cabeza.

Literalmente.

Un momento estaba hablando con una chica, que para su vergüenza admitía que era linda, en su nueva y costosa escuela de nerds y al siguiente minuto se encontraba escapando de una araña gigantesca.

La cual para su horror le había atrapado y ahora colgaba a unos siete metros del suelo, boca a bajo cubierto de pegajosa seda y aterrado al ver como aquel  adefesio del demonio lo preparaba para la cena.

Sudor frío le recorría la espalda. Odiaba a las arañas con toda su alma y para su desgracia ahora moriría a patas de una.

Se estremeció.

Rezo a su madre para que le salvará, que alejara a aquel mounstro.

Nada paso.

Rezo para que le diera una idea, un plan, para salir de esta, justo como lo había hecho antes.

Fue ignorado.

Lágrimas salieron de sus ojos grises, lágrimas saladas que demostraban cuan asustado se encontraba.

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Atenea veía con impotencia las lágrimas de su hijo, le recordaba tanto a Annabeth...

Tan solo tenía once años, aún no debía de ir al campamento, aún tenía tanto que vivir como un simple mortal. 

Y sin embargo, se había visto en la necesidad de guiarlo para proteger su vida. (¿A una escuela de alto prestigio donde sabía, vivía un hijo de Aracne afectado por la magia de Hécate? )

Pero...

Mordió su labio, lo hizo con tanta fuerza que icor dorado no tardó en caer por su barbilla.

... Lo había enviado hacia su muerte.

Atenea apretó los posabrazos de su trono con frustración. Su niño moriría a manos de una cría de Aracne y ella no podía evitarlo por las estúpidas reglas de Zeus... Por primera vez en mucho, mucho tiempo, deseo desobedecer a su padre.

Pero era tarde.

Lágrimas translúcidas cayeron por sus ojos divinos, que presagiaban una tormenta interna en la diosa, cuando vio que el arácnido se acercaba a su hijo.

•×•×•×•×•×•

Alex había dejado de luchar –permitiendo al terror tomar posesión de su cuerpo– cuando vio al engendro del Tártaro acercarse a él.

Se movía lentamente, disfrutando del miedo de su presa, sabía que no escaparía; ambos lo sabían.

Había sido guiado a su propia tumba, pero lo único que podía pensar era en que no vería nunca más a su padre ni nunca conocería a su madre.

Todo por una estúpida y escalofriante araña.

Cuando el niño había aceptado que nadie lo salvaría y cerrado sus ojos con fuerza para fingir que no había un bichejo enorme a punto de devorarlo, un brillo azulado le obligó a abrir sus ojos nuevamente.

La curiosidad siempre había sido una de sus mayores debilidades.

Frente a si, vio a un chico que no pasaba de sus 12, tal vez 13 años. Jugaba con una espada que emitía una suave luz –también azulada–, a la vez que veía, con un brillo malvado en sus ojos, al enorme mounstro de ocho ojos que estaba a nada de convertirlo en su nutritiva cena.

Y luego todo fue muy rápido como para que Alex pudiera explicarlo del todo.

El niño –puesto que apenas le superaba en edad–, se movía por la telaraña con una facilidad que no debería de ser posible por nadie más que la tejedora de la misma, sin embargo, esté no parecía impresionado ni por la altura donde estaban, ni por los ocho ojos que ahora lo veían como una amenaza ni por el niño envuelto como tamal a punto de ser devorado de no ser por su repentina aparición.

No, eso no es lo que no podía explicar, sino lo que pasó después.

De un segundo a otro, en niño había atravesado a la hija de Aracne con su espada, haciendo que estallará en una nube de polvo dorado.

Con un chasquido de dedos, ambos estaban en el suelo, sin ninguna señal de que existiera aquella araña gigante, puesto que la telaraña había desaparecido junto a su dueña.

Un trueno se escuchó al momento de que el mounstro desapareció.

–Soy Percy, vine a llevarte al campamento. Un pequeño favor a tu madre.– El niño sonrió enormemente y solo entonces Alex pudo apreciar mejor a su salvador: ojos verdes que recordaban al mar, cabello azabache totalmente despeinado, una simple camiseta azul y un pantalón de mezclilla, y para terminar su ridículamente común atuendo, unos tenis Adidas de color negro.

Un par de segundos fueron suficientes para que los engranes del pensamiento de Alex volvieran a su usual funcionamiento.

¿Aquel niño era un Dios?¿Su madre lo había enviado en respuesta a sus plegarias?¿Que no lo dioses no podían intervenir directamente? Si iba a rescatarlo ¿Por qué esperar hasta el último momento?

Eran tantas sus preguntas que de sus labios no podía salir palabra alguna. Más, como si el tal Percy lo entendiera, contestó sus no formuladas preguntas.

–Tu madre no me envío. Vine por mi cuenta para cumplir mi trabajo y protejer mis dominios divinos. Y por si te interesa saber, después de unas décadas siendo castigado por el mayor Reyna del drama del mundo mitológico, algo se te pega – Término con un encogimiento de hombros.

¿Entonces no le importaba a su madre? ¿Cómo que su trabajo?¿Habría muerto solo porque a su madre no le gusta romper la reglas?¿Dominio divino? Espera ¿Reina del drama? Su mente estaba revuelta, confundida.

¿Y si solo estaba alucinado por el veneno de la araña?

–No alucinas, tu madre se estaba muriendo de la preocupación por ti, estoy seguro que de no haber llegado yo, ella habría roto las reglas de su padre. – Alex boqueo sorprendido.– Como entenderás, por ser hijo de quién eres, los dioses no intervienen y sí lo hacen, obtienen una divertida tortura por parte de Zeus o del estige. –Canturreo el azabache– pero no te preocupes, eso no te afecta a ti. ¿Vamos al campamento?

Un nuevo trueno se escuchó, esta vez más cerca de la posición donde se encontraban, cuando Percy extendió su mano hacía el otro chico.

–Hora de que conoscas a tus hermanos y hermanas– Alex tomó su mano por instinto, igual que cuando su padre se la ofrecía cuando niño para cruzar la calle.

–Te encantará el campamento ¡Aún después de 300 años lo siento como mi hogar!–Río Percy, antes de que ambos desaparecieran en una nube de polvo azul.

«Bien» pensó Alex, «Al menos tendré tiempo de buscar un teléfono y llamar a padre, de seguro va a reírse cuando le cuente lo de la arañ

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1078 palabras.

One shot's: El nuevo Dios [Percy Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora