CAP 2: papá...

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Siento algo tocarme el hombro, así que doy un giro en la cama ara seguir un rato más durmiendo, aunque se que no va a durar mucho.
Esa cosa sigue tocándome, así que finalmente y muy a mi pesar termino por abrir los ojos, sin terminar de acostumbrarme a la molesta luz que entra desde la ventana de mi cuarto.
Cuando por fin consigo acostumbrarme a la claridad me encuentro con una imagen que nadie desearía ver a primeras horas de la mañana:
la regordeta, arrugada, pero sobretodo enfadada cara de la sra. Dumont, aunque pensándolo mejor, no creo haberla visto nunca en mi vida con una expresión distinta en el rostro.

        —Podrías, por favor, decirme de una vez que he hecho para que pueda seguir durmiendo?— digo mientras agarro la sábana tapándome de manera que no se me vea nisiquiera la cara.

—Señorita Nicole, sabe usted qué horas son?— no le contesto, me lo va a decir de todas maneras.— Son pasadas las nueve de la mañana, tiene clase de alemán en escasos 15 minutos señorita.

*quizá si hago como que no existe acabe dándose por vencida y se vaya dejándome tranquila por fin* pienso.

En pocos segundos siento como tira de la sábana dejándome expuesta al frío de una mañana de otoño únicamente vestida con un pantalón corto de pijama y una pequeña camiseta de tirantes.

A regañadientes, me siento en la cama para finalmente verla con los brazos cruzados, dando pequeños golpecitos a la moqueta con la afilada punta de esos incómodos y anticuados zapatos de tacón, mirándome fijamente con los labios apretados en una expresión de molestia y reproche.

No creo haber conocido ni conseguir conocer en un futuro a una persona tan fastidiosa como la que tengo a escasos 5 metros de mi cama.

—Está bien, sra. Dumont, en 15 minutos me verá abajo.— pronuncio fabricando la sonrisa más falsa que había hecho en mi vida. Sé por experiencia que por mucho que discuta no podré hacer que cambie de opinión.

Sin decir nada más, mueve su pequeño y regordete cuerpo, embutido en una larga y apretada falda de tubo negra combinada con una sencilla camisa blanca, hacia la puerta, negando sutilmente con la cabeza, peinada en un moño formal.
A veces creo sinceramente que ese moño le comprime demasiado el cerebro.

Inmediatamente, saltó de la cama para dirigirme a darme una relajante pero corta ducha, no estoy de humor para escuchar los gritos de la sra. Dumont y de la profesora de alemán por llegar tarde.

Suspiro. Otro día más en la villa Blanc.

El día pasó como cualquier otro, conmigo encerrada en esta casa

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El día pasó como cualquier otro, conmigo encerrada en esta casa.
Tuve alemán, después, antes de comer, vino la profesora de piano, y, por la tarde, resulta que tocaban materias de ciencias.

Acabé con todo a las ocho de la tarde, cuando la señora me mandó a mi habitación a estudiar, aunque sabe perfectamente que no lo estoy haciendo, pero con tal de perderme de vista hace cualquier cosa, solo me aguanta por los 2.500 € que mi padre le paga al mes, porque por vocación todos sabemos que es totalmente imposible que lo haga.

Oigo pasos, así que pongo mi diario debajo de la almohada y cojo el libro de trigonometría abriéndolo por el tema 3, tema que pasé hace un tiempo ya, pero no creo que se dé cuenta. El sonido de sus tacones repiqueteando en el suelo de madera del pasillo cada vez se oye más cerca, hasta que, de repente, cesa.

A los pocos segundos toca la puerta. Está pasando algo raro, está mujer no ha respetado mi privacidad en todo el tiempo que lleva viviendo en esta casa.

—Mi niña— los ojos se me salen de las órbitas al escucharla decir eso, no se que le pasa, pero debe de ser algo malísimo como para que utilice un apelativo cariñoso para dirigirse a mi.
—Cuando puedas baja, tenemos visita.— y los pasos se alejan.

Con rapidez, me pongo unos vaqueros negros sencillos y una blusa blanca lisa.
Me hago una coleta alta, ya que hoy no me lavé el pelo, y me dirijo a la planta baja, donde está el salón y, supongo, también los invitados.

Estaba acabando de bajar las escaleras cuando...

—Nicky... tenemos que hablar.

Reconociendo esa voz, dirijo mi vista hacia él, no pudiéndome creer lo que veía. Está cambiado. Ahora lleva el pelo más corto y tiene unas pequeñas arrugas en el rostro, aunque sigue destilando elegancia por donde pasa, eso nunca cambiará.

No puedo evitar que se me enjuaguen los ojos. No de felicidad por verlo, ni de enfado porque me abandonara cuando más lo necesitaba, sino de impotencia, por todos los recuerdos que siempre han estado dentro de mí pero que me negué a dejar salir.

—Papá...

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⏰ Last updated: Sep 06, 2018 ⏰

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INTERNADO BLANCWhere stories live. Discover now