Alfredo

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Alfredo escuchaba música esa tarde, llevaba una remera bien blanca, unos short azules bastantes cómodos y en los pies unas topper azules también. Afuera de su casa se escuchaba el silencio de un barrio bastante aburrido que descansaba hasta las 5 de la tarde mas o menos cuando abrirían sus puertas los supermercados, verdulerias, kioscos y otras cosas, pero por ahora el barrio dormía la siesta y Alfredo no tenia nada de sueño todo lo contrario tenia mas energía de lo normal y quería ir a charlar un rato con el barrio. A algunos pasos de la habitación del chico de zapatillas topper se encontraba el cuarto de sus padres que dormían tranquilos en la cama de dos plazas.

Con sus 11 años Alfredo tenia ansias de volver a salir solo a la calle ya que la ultima vez las cosas no habían salido demasiado bien pero eso no le importaba, por eso salto de su cama y con prudencia se disparo sigilosamente hasta las escaleras de madera que desembocaban en la gran puerta de metal que media mas o menos tres Alfredos, las llaves estaban puestas y al pelirrojo muchacho se le dibujo una media sonrisa en la cara, abrió la puerta y un viento cálido le soplo la cara, haciendo bailar sus rulos des-prolijos. El barrio era un desierto que se extendía desde la gran plaza donde los adolescentes se juntaban a hacer sus cosas de adolescentes y los viejos charlaban de sus vivencias cuando eran chicos hasta la avenida Juarez que se encontraba a unas 10 cuadras.

El chico de los rulos bajo el escaloncito que lo llevaba a un mundo completamente distinto, un mundo libre. Comenzó a correr jugando a no pisar las lineas de las baldosas y el barrio lo saludo como en forma de bienvenida, Alfredo sonrió y continuo su carrera contra las palomas y pudo ver como los faroles lo arengaban y los tachos de basura le daban animo para llegar a la plaza donde lo esperaban los verdes arboles sudados, los juegos ansiosos por jugar con quien sea que se acerque y los bancos lilas serenos como siempre charlando de las anécdotas que habían escuchado de los viejos aquella mañana.

Las palomas ya volaban alto cuando Alfredo se coronaba campeón de la carrera, los arboles miraban a aquel chico corretear por todos lados y se mordían las ramas por las ganas de acompañarlo en su juego pero sus raíces se los impedían.

De pronto el chico recordó la ultima vez que había salido solo a la calle y un frío le recorrió la espalda, los arboles parecían fruncir el ceño y un banco le hacia una seña a Alfredo para que se fuera de allí a lo que el pequeño de rulos corrió y sintió su cuerpo extrañamente liviano, corrió y corrió hasta que se desvaneció en el viento que lo cubrió en las sabanas de su cama.

Alfredo se despertó con la alarma de las 6:30, el mundo libre ya no existía y había vuelto al mundo real.

Fin.

AlfredoWhere stories live. Discover now